No por repetida, la emoción no ha sido igual o superior a las once veces anteriores. Como si fuera la primera vez, y ya han pasado quince años, Rafa Nadal se ha tirado sobre la tierra de la central de Roland Garros para celebrar un nuevo título en París, el duodécimo, el decimooctavo grande y el 82 de su carrera. Se ha impuesto al austriaco Dominic Thiem por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1 en tres horas y un minuto. Una gesta sin precedentes en la historia del tenis ya que se convierte en el primer jugador en conquistar doce veces el mismo título.

Tenía motivos de sobra para emocionarse y celebrar como si fuera el primero su dudodécimo título. Y es que Nadal, y la historia no es nueva, se ha reencontrado con el éxito tras otro año marcaddo por las lesiones. En 2018 jugó solo 49 partidos, uno más que en 2012,su peor año en este capítulo, por sus constantes lesiones en las rodillas. Tanto parón, que se prolongó en Indian Wells al tener que retirarse antes de disputar las semifinales con Federer, lo acusa más ahora, superada la treintena. De ahí que su temporada de tierra hasta llegar a París no haya sido la más brillante, con un único título en Roma.

El título sabe mejor si es en Roland Garros y se ha conseguido ante un rival como Dominic Tiem, un auténtico gladiador en la pista, ya sin discusión el primer candidato a tomar el relevo de Nadal en la tierra batida. Es un jugador fabricado para jugar en arcilla. Conoce todos los mecanismos del juego en esta superficie, con una gama de golpes a cuál mejor. Una derecha prodigiosa, un revés a una mano a la altura de Federer o Wawrinka y un juego de fondo sólido. Pero todavía no le basta ante un jugador de otra dimensión, como no habrá otro en varias generaciones, si es que lo llega a haber. Si está bien, y lo está casi siempre en junio, funciona como un reloj. Puntual a su cita, se transforma cuando juega en el grande de tierra. Y hoy lo ha vuelto a demostrar con creces con una gran exhibición.

Thiem ha caído como una fruta madura. Ha jugado un primer set de alta escuela, con golpes extraordinarios que le hubieran dado la victoria ante cualquier rival. No ante el mejor tenista de la historia sobre tierra batida. El primer parcial es para enseñar en las escuelas de tenis, con puntos que levantaron al público de sus asientos. Thiem sabía que debía imprimir un ritmo fuerte al comienzo para intentar minar la moral de su rival. Por eso jugó a toda velocidad, como si cada pelota fuera la última del partido. O de su vida.

La táctica de Nadal estaba clara. Alargar los puntos lo máximo posible. Y es que en la cabeza del mallorquín estaba muy presente la paliza, en dos jornadas, que se pegó su rival ante Djokovic en las semifinales. Thiem es una roca, pero es humano. Y cuanto más largo fuera el partido, menos energías le iban a quedar con el paso de los minutos.

Un comienzo igualado

En el primer set ambos tenistas se han pegado un buen tute. Thiem se ha puesto por delante en el quinto juego al romper el servicio del manacorí. Pero este impidió a las primeras de cambio que se envalentonara y rompió a su rival al siguiente juego. Sería el primero de cuatro consecutivos que le iban a dar el set (6-3). Thiem seguía necesitando tres sets, pero con casi una hora en pista. Parecía demasiado, incluso para él, el claro sucesor de Nadal en tierra.

Empezó el segundo set. Thiem debía cambiar algo porque cada punto era una batalla que algunas veces ganaba pero muchas perdía. Necesitaba picar piedra para sumar ante un Nadal con ocho años más, pero que llegaba a la final más fresco de piernas. Ambos parecieron darse una pequeña tregua, conservando cada uno sus servicios. A Nadal se le veía a gusto en la pista ante un rival que esperaba su momento. El de Manacor solventaba sus saques con una pasmosa facilidad (tres en blanco, el cuarto, el sexto y el décimo de este parcial). Pero en el duodécimo, dos pelotas que se fueron largas dieron el set a Thiem (7-5). Era la primera vez que le ganaba un set en Roland Garros en su cuarto partido aquí. Y el segundo parcial que cedía Nadal en todo el torneo.

La reacción de Nadal

Como herido en su orgullo, Nadal, que ha sumado su victoria 93 en el grande de tierra, por solo dos derrotas, empezó el tercer set como un auténtico ciclón. Tanto, que Thiem necesitó doce pelotas para sumar su primer punto. De poco le sirvió porque en un plis plas se puso 3-0. No estaba dispuesto a jugársela como en el segundo parcial. Y llegó el cuarto, también en blanco para el de Manacor, que estaba desatado en busca de la victoria. Acabó el set 6-1 en 24 minutos sin ceder Nadal un solo punto con su servicio. Maravilloso.

Thiem parecía definitivamente entregado. Debía escalar el Everest para llevarse la victoria, cada vez más lejos para el austriaco. Además, y a diferencia de los tres sets anteriores, se le veía desquiciado, protestando cada punto y dirigiéndose, diciéndole no se sabe qué, a su entrenador Nicolás Massú.

Nadal, que ha sumado su victoria 260 en un Grand Slam, ha tenido que superar una pelota de break en el primer y tercer juego del cuarto y definitivo set. Un susto remediado al juego siguiente al romper el servicio de su rival. Iba embalado hacia la victoria final. La forma cómo celebró el 5-1, al romper a su rival, era la mejor señal de que la victoria no se le escapaba. Como así fue.

Nadal, que se embolsa 2.300.000 euros por su nuevo triunfo en París, engrandece todavía más su leyenda. Ha ganado con 19, con 25 y con 33 años, en tres décadas diferentes. Una gesta solo al alcance de unos pocos elegidos. No se vislumbra el final de este gran campeón, al menos en tierra. Por calidad, por ambición, por ser más competitivo que nadie. Le gusta jugar. Le chifla ganar. La fórmula perfecta para alcanzar el éxito. Larga vida al campeón. Un campeón inigualable.

Dieciocho títulos de Grand Slam

Recién cumplidos los 33 años, Nadal totaliza 18 títulos de Grand Slam, dos menos que el suizo Roger Federer, el hombre que más ha logrado, y tres más que el serbio Novak Djokovic, tercero en la carrera de grandes.

Nadal alcanza de esta manera su decimoctavo título de 'Grand Slam', que le afianza en la segunda plaza histórica en la competición individual masculina que lidera el suizo Roger Federer con sus 20 'entorchados'.

De esta manera, el balear se queda a solo dos títulos de igualar al tenista helvético, que cuenta con 20 trofeos y otras 10 finales (18 y 8 del español). El podio histórico lo completa el serbio Novak Djokovic, con 15, y los tres superan al durante mucho tiempo referente en esa faceta, el estadounidense Pete Sampras (14).

El éxito también afianza al balear como rey de la tierra batida con 59 trofeos, por delante del argentino Guillermo Vilas (49). Se trata también de su segunda victoria final del año, tras imponerse en la final del Masters 1.000 de Roma, también sobre la arcilla roja, ante Djokovic (6-0, 4-6, 6-1).

Sin embargo, continúa cuarto en la clasificación histórica de títulos ATP (82), que comanda el estadounidense Jimmy Connors (109) por delante de Federer (101) y del checo Ivan Lendl (94).