¿Dónde están sus orígenes deportivos?

Con apenas cinco años mi padre me llevaba a ver los partidos de mi tío Jordi, que fue portero de fútbol sala y jugó en ElPozo y en el Mínguez&Sáez, entre otros equipos. Después sufrí una enfermedad y mis padres no me dejaron jugar al fútbol durante un tiempo. Pero fui valiente y el médico me dio permiso, incluso me dijo que sería bueno para lo que yo tenía, que era poliartritis, que hiciera deporte, y así empecé a jugar con 12 años.

¿En qué equipos jugó?

Empecé en el Cabezo de Torres por mi tío Jordi, que entrenaba a una chica de allí. En ese equipo aprendí a perder porque nos metían unas palizas increíbles. Después pasé al Galvemur, de la Universidad, y a Las Torres de Cotillas, donde jugaba al fútbol los sábados y los domingos al fútbol sala. También estuve en el Javalí y subí a Segunda División con el Zeneta hasta que me fichó el Alhama. Pasé dos temporadas en el equipo de categoría nacional, pero el verano pasado me lo tuve que dejar y bajar a Preferente para poder arbitrar porque no me dejaban compaginar ambas cosas.

¿Tuvo que elegir entre fútbol y fútbol sala?

Me quedé jugando al fútbol porque se fueron todas mis amigas, pero tenía una espinita clavada con el fútbol sala hasta que me apunté a un curso de árbitro. Fuimos cinco o seis chicas y me quedé yo sola.

¿De dónde le viene la vocación arbitral?

Algunas veces pitaba partidos de críos, pero lo cierto es que nunca me había llamado la atención. De hecho, siempre he sido muy quejica con los árbitros. Ahora me doy cuenta de lo protestona que era y de que es imposible ver todo lo que pasa en una pista, aunque se intenta.

¿Qué le ha gustado del arbitraje?

Me encantan los críos, aunque es verdad que al principio tuve un momento de dejarlo por culpa de los comentarios, porque psicológicamente hay que estar preparado. Mucha gente te dice cosas desde la grada, a veces barbaridades por desconocimiento del reglamento, y tú no puedes responder. Pero desde que superé ese proceso, lo que me dicen ya no me importa. Además, el ambiente que hay en el arbitraje del fútbol sala es espectacular.

¿No es muy maleducada la gente?

La verdad es que sí. Se escuchan muchas barbaridades en partidos de críos, aunque en el fútbol sala estamos mejor que en el fútbol. Se ha avanzado bastante, pero aún falta, hay que seguir.

Ser mujer y árbitro es un doble hándicap. ¿Tiene siempre que demostrar algo más por ello?

Yo creo que sí porque muchas veces, cuando sales a una pista, incluso escuchas comentarios de otras mujeres diciendo 'madre mía, nos ha tocado una mujer'. Si entre nosotras no nos echamos un cable€ Parece que tienes que demostrar más ante el público y si te ven débil, debes imponerte porque de lo contrario van a por ti.

¿Ha tenido alguna vez que salir corriendo?

No, pero sí que es verdad que en uno de mis primeros partidos viví una pelea de padres. Tuve que parar el juego y coger a los críos, que tenían seis o siete años y estaban llorando mientras que los padres estaban por ahí peleándose y las madres me ayudaban. Tuve que cancelar el partido porque ni yo misma podía seguir pitando. De esas cosas se aprende mucho más que de un partido normal.

¿En qué punto de su carrera arbitral está?

Pues hice las pruebas para ascender a Tercera y las pasé. También empecé a pitar en División de Honor juvenil, que se hace por parejas, pero hasta ese momento había pitado siempre sola.

¿Y por qué hay tan pocas mujeres?

Pues no lo sé, pero en el fútbol sí que es cierto que hay más. En el fútbol sala muchas empiezan pero no siguen. De hecho, solo somos tres o cuatro árbitras en la Región y la mayoría acaban de empezar. No entiendo por qué, pero yo siempre le digo a mis amigas que estaría bien que probaran.

¿Ha renunciado a muchas cosas por el deporte?

Es verdad que me pierdo muchos fines de semana, que no me voy a viajes, pero no dejo de salir, aunque a la una hay que estar en casa. Pero después tengo todo el verano para irme al viaje que quiera. Yo estoy deseando que lleguen los jueves para ver dónde pito ese fin de semana.

¿Hasta dónde quiere llegar?

Ahora es muy difícil avanzar, porque a partir de Segunda B la competencia es muy alta. Somos bastantes y llega un momento en el que te frenas.

Pero está en un buen momento para ascender.

Piden mujeres para potenciar que haya más. Es algo que tengo que aprovechar, aunque por ser mujer no voy a subir, porque si fuera así, ya lo habría conseguido.

Usted tiene que ser la mimada.

La verdad es que sí porque estoy rodeada de hombres. En Madrid, cuando hacemos las cenas y nos juntamos árbitros de toda España, estoy siempre muy protegida.

¿Y son corporativistas entre ustedes?

Sí, nos protegemos y estoy encantada de ello.

¿Y al fútbol de qué juega?

Ahora de extremo, pero antes era lateral.

Menudo año que han vivido en Alhama, con el ascenso del equipo a Primera B.

No te lo imaginas. Aunque no he estado en el equipo, lo hemos vivido todas. Ha sido muy bonito ver a mis compañeras logrando el ascenso.

¿No se arrepiente de haberlo dejado?

No, para nada, porque si no me llego a dejar el fútbol, no podría estar pitando en Tercera.

Sus fines de semana deben ser mortales.

Pues sí. Tuve la semana pasada una boda de una amiga, pero de las comuniones olvídate, hay que seleccionar.

Está opositando para Magisterio. ¿Estudió esa carrera por vocación?

Sí, mi madre es profesora y siempre me ha gustado, incluso mi hermana ha hecho Magisterio. Es de familia y la vocación me viene desde bien pequeña. En mi habitación tenía una pizarra y jugaba a enseñar a los peluches.