¿Cuándo empezó a hacer deporte?

Fue con la danza, por mi madre, que es bailarina y a los tres años me apuntó a ballet. Estuve 17 años bailando, pero mi padre practicaba ciclismo y carreras y yo siempre le echaba el ojo a todo lo que hacía él. Cuando cumplí 15 años le dije que quería correr y me llevaba desde mi casa, en Santo Ángel, hasta La Alberca, unos 5 kilómetros. Entonces me animé a hacer carreras populares y la primera fue un 10K en El Palmar. Después pasé al ciclismo y con 18 años hice mi primer triatlón.

¿Cuál fue su evolución hasta las ultramaratones?

La danza me dio una base muy buena, como la flexibilidad y la disciplina, que en las etapas que hice en Costa Rica me dieron un plus. Al final me dejé la danza y practiqué baloncesto, voleibol y estuve federada dos años waterpolo, pero los deportes de equipo no me gustaban mucho, mi rollo es más individual. Jugué un año al fútbol, pero no me gustaba pegarle a la pelota, lo que me llamaba la atención era correr. Y en la Universidad, gracias a mi profesor de ciclismo, Andrés Martínez, me apunté al Triatlón de Madrid, donde me quedé tercera pese a ir con una bicicleta mala. A partir de ahí estuve tres años con el Tragamillas y como era sub-23 y había pocas chicas, lo ganaba todo, porque encima a mí me gustaban las distancias largas, con más dificultad. Con 24 años hice el Medio Ironman de Castellón y me salió muy bien, fui segunda, una pasada.

¿Y con el Ironman no se ha atrevido?

Aún no, pero llegará. He hecho mucha montaña, porque en verano he ido a los Pirineos, Picos de Europa y Mont Blanc. El problema es que empezó a no gustarme la competición de triatlón y me atraía mucho la montaña. Un día me apunté a Botamargues, mi primera ultra, y ese mismo año también hice la Ruta de las Fortalezas, que no me costaron nada porque estaba preparada.

Entonces nada de maratones de asfalto.

Sí, he hecho Madrid, Barcelona y Sevilla, pero no me atraía porque yo nunca he estado pendiente de un reloj, sino de disfrutar. Empecé a hacer maratones de montaña y fui tan feliz que abandoné el asfalto. Y lo que me encantó fue un cuatriatlón que hice en Extremadura, que era con piragua y bicicleta de montaña.

Veo que es una aventurera empedernida.

Me encanta la superación y la aventura. De la montaña, lo que me echen.

¿Y su familia no le dice 'dónde vas, Eugenia'?

En mi familia no saben qué hacer conmigo. Mi madre ya lo ha asumido y me quiere como soy, pero cuando le digo que me voy al Mont Blanc, la selva o Costa Rica, imagínate. A mi padre también le da miedo pero me anima. Mi madre preferiría que siguiera en la danza y que estuviera en casa, pero ya no puede hacer nada.Encima, se buscó el sitio más lejano de Murcia para aprobar la oposición.

Esa fue otra. Estuve trabajando de entrenadora personal en Murcia, llevando grupos en gimnasio, y como la oposición de Secundaria no salía, al final opté por Canarias. Al principio me arrepentí porque vi que estaba a 3.000 kilómetros, pero ahora estoy encantada y me ha dado la oportunidad de correr pruebas como Transgrancanaria, Transvulcania, Reventón o Blue Trail.

¿Cuántas ultramaratones lleva?

No llevo la cuenta, pero estoy ya en 50 o 60 porque hay años que he hecho cinco o seis, un poco locura.¿Le pone ganar carreras o no es un objetivo?

Nunca ha sido mi objetivo, pero siempre es bonito porque, además, también hay veces que tienes premios económicos, alguna subvención o patrocinio, y al final te incita a ello, pero nunca me ha importado, siempre que he ganado una carrera ha sido sin querer.¿Qué táctica emplea en las ultramaratones?

En las ultras lo importante es ser fuerte física y mentalmente. El cuerpo tiene que aguantar muchas horas y muchas adversidades, tienes que estar siempre al pie del cañón. Hay veces que estamos corriendo ocho horas.En Costa Rica tuvieron una etapa de esas.

Ese día yo empecé dosificándome. Iba la última porque llevaba mi ritmo, adaptando mi cuerpo al calor. Yo tengo mi propia estrategia, que va en función de cómo me encuentro y hasta dónde puedo llegar. Por eso pienso que si llegara a un punto de entrenar bien, sería buenísima, pero no lo hago porque hago todo tipo de deportes, soy un culo inquieto.

Menuda ha liado ganando la Volcano.

Sí, la he liado gorda y he visto que este tipo de carreras, muy estratégicas, se me dan muy bien.

¿Sufrió más física o mentalmente?

Mentalmente me ha ayudado toda la experiencia que tengo, porque yo no entrené específicamente para esta carrera, pero sí que he hecho mucha montaña. Por ejemplo, en el Campeonato de España de La Travesera, con 13.000 metros de desnivel positivo, sufrí mucho, pero cuando acabé esa prueba pensé 'ahora soy invencible'. Cuando estoy en carrera recurro al registro de mi mente, de todo lo que he vivido en otras pruebas. Por ejemplo, en el Mont Blanc se me congelaron las manos y sufrí bastante porque llegué a subir a 4.000 metros. También estuve siete días en el Tubqal en tienda de campaña y allí, entre piedras, celebré una Nochevieja.

¿Y ahora qué le queda por hacer?

Bueno, la verdad es que estoy alucinando un poco, pero me gustaría centrarme en este tipo de carreras de autosuficiencia. En junio haré Riaño, en León, junto Maigua Ojeda, que ha sido tercera en la Volcano, y la vamos a hacer por parejas. Y también me he propuesto la travesía a nado de Tabarca a Santa Pola, de 7 kilómetros. En proyecto también está hacer algún pico de los Alpes en verano y el Ironman de Barcelona del próximo año. Me gustan las cosas grandes. Siempre me preguntan cómo puedo hacerlo, pero es todo cabeza, no tengo el muro. Me ilusiono tanto y lo hago tan feliz, que me salen solas.

¿Sigue bailando?

Bueno, ahora hago yoga y pilates, para no perder la base del estiramiento, pero el baile ya no.

¿Qué recuerdos tiene de sus años de cheerleader del UCAM Murcia, en su época Polaris?

Fueron muy bonitos porque el baloncesto me encanta verlo. Era curioso porque veía a mis compañeras hablando de sus cosas o más calladas, mientras que yo estaba gritando 'falta'. Me ponía histérica y a veces me echaban la bronca. Era una cheerleader ultra, que no veía el espectáculo como quien va a comer pipas. Mientras mis compañeras no se enteraban mucho del baloncesto, yo sí.

¿Y cómo se financia sus carreras?

Mi sueldo siempre ha sido la mitad para vivir y la otra para hacer carreras, nunca para ahorrar, porque la ropa de alpinismo es carísima y necesitas llevar prendas muy buenas. Me he gastado mucho dinero. Mis padres me dijeron que me ayudaban con los estudios, pero que el deporte era cosa mía. Por eso he trabajado desde que tenía 15 años de lo que fuera para poder ir a las carreras. Los veranos era monitora de campamentos para pagarme todo. Y luego está que nunca me ha costado mucho levantarme a las cuatro o cinco de la mañana los fines de semana para irme a las pruebas. Mientras que la gente se gastaba 100 euros en una fiesta, yo los empleaba en el deporte. He llegado hasta aquí sin querer y no me he dado cuenta de lo que he logrado.

Es que su afición es un poco cara.

Un dorsal en algunas carreras te puede costar 400 o 500 euros. El de la Volcano llegaba a los 2.500 euros.¿No le han salido patrocinadores?

En eso estoy. En Costa Rica me preguntaban quién era, que de dónde había salido. Durante muchos años he hecho muchas cosas en el anonimato, pero ahora he puesto en marcha mi cuenta de Instagram (@eugeniagilb) para promocionarme un poco. En la Volcano me han regalado un dorsal gratis para el año que viene y quiero repetir porque va a ser el recorrido diferente.

¿Sorprendida de lo que se encontró al regresar de Costa Rica?

Una pasada. La familia y los amigos me hicieron un recibimiento y después celebraron una fiesta en mi casa. Estoy orgullosa de que por culpa mía se hayan juntado todos de nuevo.

Y ese unicornio que lleva, ¿por qué?

Es mi amuleto y siempre me acompaña. Cuando estoy feliz siempre voy diciendo 'wiii', 'wiii', imitando sus sonidos. Es un ser mitológico que me da fuerza.