El FC Cartagena ha duplicado su propuesta en solo tres años. Desde la temporada 2015-2016 hasta la 2018-2019, la entidad dirigida por Paco Belmonte ha subido de forma exponencial sus pretensiones, para buscar un objetivo casi perseguido desde la segunda temporada que ejercía como mandatario.

El presupuesto y, por tanto, el dinero destinado a pagar las fichas de los jugadores se ha multiplicado por dos, por lo que la calidad de este grupo también ha ido ascendiendo de forma gradual en este tiempo. Pero para cambiar de unas cuentas que se sostenían con un presupuesto de 800.000 euros a otras que escalan al 1,7 millones de euros, la entidad ha logrado, por otro lado, multiplicar sus ingresos. El dinero recibido por los patrocinadores ha pasado de los 248.000 euros de 2015 a los 550.000 euros actuales.

En nada se parece este club al del verano de 2015, en el que las deudas y los acreedores surgían como setas en periodo otoñal. La calculadora no dejaba bien parado a nadie que hubiera pasado antes por las oficinas de la entidad, por lo que desde el comienzo esta directiva se propuso un exhaustivo y minucioso control de sus cuentas.

No ha dejado de recordar el presidente a lo largo de este tiempo que cuando aterrizan en el FC Cartagena observan que la entidad, o más bien los que la dirigían antes de su llegada, habían generado alrededor de 48.000 euros en publicidad en una campaña. Con esa premisa iba a ser imposible llegar a ningún lado, puesto que sin otros ingresos que no fueran el dinero de los abonados y de los patrocinadores, cualquier club de Segunda División B está condenado a malvivir en la categoría o a desaparecer ahogado por las deudas.

Había que imponer un sistema racional de ingresos y gastos y ponerse a trabajar para que los primeros engordaran la magnitud de su proyecto.

Por otro lado, decidieron colocar unos límites salariales en su plantilla, con sueldos que no superaran los 35.000 euros en el mejor de los casos. Y es que el club estaba en pleno proceso negociador con sus acreedores, a los que pedía una importante quita para que aceptaran el concurso de acreedores.

Toda restricción era poca, pero cuando de un club de fútbol se trata, no se puede ofrecer al potencial cliente -es decir al aficionado-, la imagen de que eran tiempos difíciles y los objetivos deberían esperar.

El discurso siempre ha sido el mismo. El deporte no depende únicamente del presupuesto que se tenga, sino de la capacidad de sus gestores para hacerlo exitoso con imaginación, profesionalidad y suerte.

La prudencia en sus actos ayudó a captar más y más empresas que han ido robustecido el capítulo de ingresos. Los rectores vencieron la imagen de proyecto a medio plazo, sin palabras altisonantes, aspiraciones imposibles o propósitos irrealizables. La moderación se convertía en un dogma infranqueable y la modestia y la paciencia en sus principales valedores.

El FC Cartagena tiene en estos momentos a un total de 43 empresas privadas o instituciones públicas que aportan dinero esta temporada y alrededor de 50.000 euros es lo que han conseguido crecer de un año a otro en este aspecto.

El incremento porcentual desde la temporada 2015-2016 hasta la 2018-2019 es de casi un 120%, pasando de los 248.000 euros recibidos el primer año por ayudas y patrocinios a los antes citados 550.000 euros. Las ayudas municipales y autonómicas han ido escalando de forma importante hasta llegar a día de hoy a los 155.000 euros en subvenciones.

Tras rozar casi el ascenso la campaña pasada y después de la desafortunada imagen del gol anotado en propia puerta ante el Rayo Majadahonda, todo parecía venirse abajo. Si la viabilidad del club era un hecho más que palpable, el mazazo anímico que sufrieron los aficionados podía hacer tambalear el proyecto de esta temporada.

La reacción del club fue rápida. Decidieron hacer borrón y cuenta nueva. Vender un proyecto tan distinto en la forma como parecido en el fondo. Adquirieron una envoltura más bonita y se la ofrecieron a sus seguidores.

Plantilla renovada -hasta 17 caras nuevas- y cuerpo técnico diferente. Los sueldos no se parecen en nada a los del primer año (de 560.000 euros en 2015 a 1,1 millones de euros en salarios en 2018); la plantilla se lleva un mordisco del 64% del presupuesto de la temporada.

El resultado de esta pequeña revolución es que esta campaña el club ha crecido hasta los 7.400 abonados, 600 más que el año pasado y hasta 2.000 más que su primera temporada. La masa social de la entidad se incrementa, lo que favorece la consistencia del proyecto deportivo y del económico.

La entidad ha creado sus bases, con un colectivo que reúne a 34 equipos y 500 niños. Ha logrado convertirse en el equipo de referencia para todos los clubes de fútbol base y la sinergia favorece la posibilidad de llegada de más y más futbolistas de la ciudad al primer equipo.

El Cartagena se ha convertido en un club saneado y bien considerado por empresarios, políticos y aficionados. El pastel está en el horno, con unos ingredientes de primera, solo hay que sacarlo a tiempo para no comérselo crudo o demasiado tostado.