¿Cómo fueron sus inicios deportivos?

Hacía taekwondo porque me gustaban los deportes individuales, como el atletismo, y tenía el voleibol, donde no destacaba mucho, en segundo plano. Pero me fui a estudiar a Granada y allí me enganché al voleibol por el profesor Toño Santos. Pronto me di cuenta de que no tenía futuro como deportista, me hice entrenador y acabé siendo doctor en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte con una tesis sobre voleibol.

¿Ha entrenado a muchos equipos?

Estuve en el Amigos del Voleibol de Murcia, que llegó a Superliga, y después pasé por el Voley Murcia. Estuve trabajando aquí hasta que por la crisis nos fuimos todos para abajo. En el voleibol hemos vivido todos mucho de la ayuda pública y ese dinero no se utilizó para hacer cantera y afición, solo para fichar gente y estar un puesto más arriba en la clasificación. El proceso ha sido demasiado resultadista y hemos pagado el error que cometimos porque yo también me dejé arrastrar.

Da clases en la Universidad de Almería. ¿Está trabajando para algún club en la actualidad?

Colaboro en el Molina Voley, un proyecto muy interesante que ha cogido una persona que viene de la gestión deportiva con ideas nuevas que necesitamos en un deporte donde hay mucha gente que lleva 40 años. Sería interesante que se abriera la puerta.

¿Y cómo un entrenador de Lorca llega hasta el cuerpo técnico de la selección de Islandia?

Tampoco son muchos pasos los que he dado. A veces se llega a los sitios de forma muy rápida. He publicado muchos trabajos e hice un curso de entrenadores internacionales en Lorca donde conocí a una pareja que entrenaba a un equipo en Islandia. Al cabo de un tiempo los llamaron desde el equipo nacional y como les había gustado mi perfil, me invitaron a participar en el cuerpo técnico. Me incorporé las pasadas navidades a un equipo compuesto por personas muy distintas, todo lo contrario que ocurre en muchos sitios, donde el primer entrenador se rodea de gente afín para que no le diga nada.

Pues menudo cambio, de Murcia a Islandia.

Un cambio radical. Al margen de que el clima es muy distinto y vi cinco días el sol en los veinte que estuve allí, es un cambio total, con una selección muy joven a la que no puedes pedir que rinda de inmediato.

¿Hay un gran choque cultural?

Hay cosas que contrastan, pero es gente muy abierta y me sentí muy respetado desde el primer momento. Nadie ponía en duda lo que yo decía, no como los latinos, que somos muy desconfiados. Me sorprendió el respeto y el voluntariado que había de todo el mundo apoyando al equipo nacional. Por ejemplo, los padres de las jugadoras van los días de partido a poner pancartas y limpiar las gradas, barren, friegan y hacen lo que haga falta. Las hermanas pequeñas de las jugadoras hacen de mopa y las seleccionadas pagan por ir al equipo nacional. No son profesionales, organizan actividades como bingos para recaudar dinero y costearse los viajes por Europa, y lo hacen con todo el gusto del mundo.

Entonces allí los profesionales son los técnicos.

Así es, se preocupan de que los entrenadores estemos bien. Hay un sentimiento muy patriótico que contrasta con el que vivimos en España, donde actualmente no sabemos cuál es nuestra bandera. Una jugadora se lesionó el 5 de enero del codo y el 9 se estaba operando pese a que sabía que se iba a perder la temporada con su club, pero ella quería estar en mayo con la selección aunque su club le paga y del equipo nacional no recibe nada. Es totalmente opuesto a España, donde los jugadores dejan la selección y se centran en sus clubes.

Entonces, hoy en día hay más futuro para los entrenadores fuera de España que aquí.

Hoy en día sí, de hecho, es obligatorio irte fuera de España para vivir del voleibol. Aquí son muy pocos clubes los que permiten ser profesionales, solo dos o tres. La única alternativa es hacerlo de forma amateur.

¿Cómo puede desarrollar hoy en día el voleibol la ciencia, hay todavía mucho donde avanzar?

A pesar de que hay mucho conocimiento, sigo pensando que todo el trabajo realizado a principios de la década del 2000 ha sentado las bases de las investigaciones. El ámbito de la preparación física es donde más dudas hay, donde menos se sabe qué estamos haciendo en recuperaciones de lesiones y preparación física, donde vamos caminando hacia esa big-data para encontrar la tendencia del rival o de tu propio equipo. Ahora ya sabemos que el deportista no está solo para ganar, sino que la salud es lo primero.

¿España volverá a tener una liga profesional?

Sí se podría, pero con un cambio de mentalidad, más que económico. Estamos aún en el error de esperar el dinero público, que en el pasado se utilizó para hacer fichajes, no para sacar más niños ni comprar balones. Veo más difícil el cambio de mentalidad que el económico. Ahora hay un choque muy grande generacional entre los entrenadores que llevan 40 años y los que llegamos ahora con una preparación más científica. Lo ideal sería una convivencia entre ambas generaciones.

Dice que esperan un cambio. ¿A qué se refiere?

Para volver a tener una liga competitiva hace falta formar gente de aquí. No enseñamos a los jóvenes a jugar, los enseñamos a ganar. Estamos trabajando para algo que no controlamos, como es el resultado, mientras que sí podemos hacerlo en la formación. Si el Barça y el Madrid pierden teniendo todos los medios, ¿cómo tú no vas a perder con un equipo infantil? Hay que saber por qué ganas y por qué pierdes.

¿Aceptaría, si se lo plantean, irse a Islandia a vivir?

Sí. Me ha gustado el país. Cuando salimos fuera de España, siempre lo hacemos pensando que todo va a ser bueno porque aquí todo es malo, pero al final te das cuenta de que no es así. En cualquier caso, sí me que lo plantearía como una experiencia a dos o tres años. Es un sitio interesante, que está atrayendo mucho turismo, aunque con un nivel de vida muy alto. Cuando estuve allí ni salí a comer fuera porque una cerveza cuesta 12 euros y un café 5.