¿Cómo se vinculó al mundo del fútbol?

Estoy desde que era un niño y me metí por primera vez en una directiva con 15 años, en la temporada 66-67.

¿Y qué ha hecho, de todo?

Como dices, de todo. Incluso cuando se creó el Playas de Mazarrón tras desaparecer el Bala Azul y el Mazarrón, en la temporada 97-98, fui tesorero del club.

¿Ha lavado la ropa de los jugadores en casa?

En mi casa no, pero en casa de mi madre sí. En el campo de fútbol había una lavadora chica que se rompía mucho, y mientras que la arreglaban o buscaban una nueva, tenía que lavar en casa de mi madre.

¿Nunca jugó al fútbol?

Jugué en la juventud, cuando era crío, en el colegio. Era lateral derecho, pero como no tenía tiempo para entrenar, tuve que dejarlo.

¿Se tuvo que ir muy joven a trabajar?

Sí, muy joven. Mi padre trabajaba en la mina y para ayudar a la familia ponía 4.000 o 5.000 matas de tomates. Mi hermano, que falleció, y yo íbamos a cavar y a hacer las labores propias del campo.

Acaba de cumplir 50 años en el fútbol...

Y ahí sigo. Dije un vez que cuando el Mazarrón subiera a Segunda B me retiraría, pero el club estuvo en esa categoría e hice de todo, de utillero, delegado, mantenimiento del césped e incluso viajaba con el equipo fuera.

Tuvieron jugadores destacados esa temporada.

Unos cuantos eran buenos, pero el que destacaba era Carrasco, de Orihuela, que en el centro del campo era una máquina. Se lesionó al final de la primera vuelta, cuando el Mazarrón era cuarto, estuvo casi toda la segunda sin jugar y se notó porque bajamos.

El Ayuntamiento le puso al campo de fútbol su nombre. ¿Le sorprendió ese homenaje?

Pues sí. Lo más bonito es que lo han hecho en vida, porque siempre digo que cuando estás con la cabeza en el ataúd, ya no te enteras. Todo el mundo en el pueblo me ha dado la enhorabuena porque saben que el campo de fútbol es mi segunda casa, siempre he estado allí. Recuerdo que cuando era de tierra, cogíamos esparto para hacer unas escobas y lo barría porque había mucho chinarro. Pero eso tenía que hacerlo cada quince días.

¿Ahora sigue colaborando con el club?

Sigo de utillero y de mantenimiento del campo, pero también vendo lotería para pagar gastos.

¿Los jugadores qué cobran ahora?

Pues vienen casi gratis, no es como antes. Se les paga la gasolina y se les da algo para que tengan una motivación, pero nada más.

¿Hasta cuándo va a estar en el fútbol?

Hasta que Dios quiera. ¿Qué voy a hacer, voy a estar en el bar? Estoy ahí pendiente del campo de fútbol, que es lo que he hecho toda mi vida.

Seguro que hasta alguna vez le han pedido que ponga usted algo de dinero.

No porque yo nunca he cobrado, siempre lo he hecho gratis, y la gente sabe que yo de dinero voy justo, pero a los directivos siempre les ha costado algo.

¿A algún nieto le ha dado por el fútbol?

Sí, uno está jugando de central en los infantiles y otro es portero en los benjamines.

Vamos, que se le cae la baba.

Hombre, pues sí. Tengo otro nieto que es más quisquilloso y que ha estado en el fútbol sala, pero aún tiene 8 o 9 años. Tengo también dos nietas y una, que tiene 11, la tengo de recogepelotas con el peto puesto. A la cría le gusta tanto que el otro día obligó a su padre, que casi nunca va al fútbol, a llevarla a Totana al partido.

Han estado muchos años sin equipo de Tercera allí.

Así es. Cuando tuvimos que retirar el equipo por las deudas que dejó la empresa San Antonio, entramos en Primera Regional con el nombre del Progreso de Murcia. Después cogimos una vacante y llegamos a Preferente, donde estuvimos cinco años. Y hace dos subimos a Tercera y ahí estamos, de equipo revelación.

¿Y se acuerda del ascenso a Segunda B?

Claro que me acuerdo porque aquí ganamos al Valle de Egüés por 6-1 aunque ellos empezaron marcando de penalti, y en Pamplona ganamos 1-4. Fue una locura porque se desplazó gente. Acabé en la ducha, pero yo iba preparado, me llevé unos pantalones y una camiseta, y cuando iba a terminar el partido, ya me había cambiado.

¿Su mujer no le ha dicho nunca que lo deje?

Pues cuarenta veces, pero como me gusta mucho, no hay nada que hacer.

¿A qué se dedicó en su vida profesional?

Pues estuve en la construcción, en el campo y en 1981 puse una tienda de deportes hasta que me he jubilado.

¿Y vendía mucho en esos tiempos en los que no tenían la competencia de las grandes superficies?

Pues la verdad es que sí, en aquellos años sí que se vendía. La gente me apreciaba, ponía buenos precios, tenía prendas de marca y venían a comprarme.

Pues ahora los niños quieren ir a la última.

Pues he tenido yo follones con los críos por eso. Los zagales llegaban diciendo que querían unas botas y los padres me pedían que se las trajera, pero tenía que advertirles que no costaban 20 euros, que eran caras.

¿Alguna vez ha visto que han intentado comprar a algún juego de su equipo?

Sí y te lo voy a contar. En un Mazarrón-Lorca en Preferente en los años donde la categoría sería como una Segunda B de hoy, intentaron comprar al portero, Pedro Muñoz, que es municipal en Mazarrón. Como no lo consiguieron, tocaron a Colinas, Jaro y Juan Sáez, y este último le contó a la directiva que había gente tocada. No dio los nombres en ese momento, pero se notó bastante en el partido porque un delantero bajó a defender e hizo un penalti cuando el balón se iba fuera.

Aunque lo nieguen, siempre ha existido.

Claro que ha existido, igual que las primas a terceros por ganar. Te podría contar muchas historias de esas, pero no se pueden publicar.