La Carta a los Reyes Magos describe los gustos de la persona que la escribe. Sus deseos están relacionados con la personalidad. Los más presumidos apostarán por ropa y perfumes; los más tecnológicos intentarán conseguir el smartphone más completo y los más gammers incluirán entre sus peticiones las últimas novedades en videojuegos. Lo que posiblemente será difícil de ver en nuestra cartas son esos regalos tan previsibles que cuando los encontramos al pie del árbol no sabemos qué cara poner. No hace falta que les recuerde cuáles son ni tampoco que les saque los colores a Gaspar, Melchor y Baltasar por seguir incluyéndolos en sus mágicos paquetes, pero, por si alguien se despista, solo les hablaré de pijamas, zapatillas de estar por casa o corbatas.

Solo hay alguien más previsible que esos familiares y amigos que enero tras enero se empeñan en cumplir con su regalo sin innovar ni arriesgar, y ese es el Real Murcia de Manolo Herrero. Si los jugadores granas fueran sus Majestades de Oriente, todos los niños españoles hubieran vivido el peor día de Reyes de su vida, porque los regalos más deseados hubieran sido sustituidos por jerseys, calcetines, pijamas o ropa de dormir. ¿Y hay algo más aburrido para un niño que abrir con toda la ilusión del mundo su paquete y encontrar algo que ya tienen en el día a día?

Ayer los aficionados del Real Murcia comprobaron esa monotonía en sus propias carnes. Y es que desperdiciaron 90 minutos de tu vida, 90 minutos de un día festivo, 90 minutos en los que podrían estar disfrutando de todo lo que les habían traído los Reyes, para ver a un Real Murcia previsible, lento y sin criterio, un Real Murcia que en su vuelta a la competición tras la fiestas navideñas volvió a las andadas, un Real Murcia que consideró que con pisar un poco el acelerador durante quince minutos, en los que no llegó el gol, ya era más que suficiente para ganarse el aplauso y decir que, después de tres victorias consecutivas, un empate es más que positivo.

Iniciaban los granas el 2019 en casa. Se reencontraban los de Herrero con su afición en busca de una cuarta victoria consecutiva. Se enfrentaban los murcianistas a un Sevilla Atlético en zona de descenso, lo que suponía una oportunidad ideal para apuntar al play off y olvidar definitivamente la palabra crisis, sin embargo, con tantas cosas por ganar, los murcianos prefirieron perder. No cedieron los tres puntos, no encajaron goles, pero volvieron a las andadas para dejar claro que cuando se gana es más por demérito del rival que por mérito propio, y es que pocas veces dan la sensación los de Nueva Condomina de dominar y mandar sobre el terreno de juego.

El regreso al estadio murciano no fue diferente. Con el consejo de administración más preocupado en desestabilizar al vestuario que en tener una plantilla competitiva -que no cara- que luche por un objetivo -el ascenso- que debe ser imprescindible para un equipo con más de cien años de historia y con solera en el fútbol profesional, el Real Murcia da la sensación de ser un club dejado de la mano de Dios y ya no solo en los despachos sino también en el césped. Los jugadores destacan más por sus declaraciones fuera de tono que por su rendimiento deportivo; las quinielas están más por quién saldrá en el mercado de invierno -o por si alguien se salvará- que por ver quién es el jugador más destacado de un partido, y Manolo Herrero parece buscar más los elogios que los resultados, o eso se entiende después de ver que su primera decisión, con 0-0 en el marcador, agotados 68 minutos y sin dar señales de vida en ataque, fue dejar calentando en la banda a Curto y Chumbi para alinear al canterano Domi -otro centrocampista más por si ya no teníamos suficientes, aunque éste, apunten, con el 'sello Joaquín Vigueras', representante del técnico y de la cuerda de Pedro Cordero-.

Nada es normal en el Real Murcia. Nadie es capaz de encender la luz. Y, si en alguna ocasión se consigue -la suerte también cuenta-, o se acierta a la primera o se bajan inmediatamente los brazos. En un partido soporífero, en el que el Sevilla Atlético aguantó gracias a su orden defensivo y pudo llevarse la victoria cuando asomó la patita en la segunda parte, hubo quince minutos en el que los granas tomaron el control. No fue Corredera el encargado de impulsar a los suyos. El catalán es un freno, es el amigo que nunca te dejará disfrutar de una buena fiesta, es el centrocampista que solo sabe desatascar jugando con los defensas y el que siempre desbarata una buena oportunidad haciendo un regate de más o perdiendo ese segundo que era fundamental.

Con una pieza menos sobre el tablero, con el Real Murcia sin ideas ni recursos, Josema volvió a ser el faro que intentaba tirar de sus compañeros, invitándoles a sumarse al ataque. Durante unos minutos contó con el apoyo de Miñano, que dejó buenos detalles y que volvió a señalar a un Herrero que durante muchas semanas se ha olvidado de que una plantilla cuenta con 22 futbolistas. También se sumó Julio Delgado. Fue mediada la primera parte y el Murcia disfrutó de sus mejores minutos. Se sintió cómodo sobre el césped, cuidó el balón, buscó el hueco y pisó área. La felicidad llegaba hasta Manel Martínez, que, por una vez, no se sentía como una isla alejado de sus compañeros. Pero del delantero catalán no estuvo acertado en las dos que tuvo, como tampoco Delgado, que cruzaba demasiado en el minuto 30.

Fue un visto y no visto. El Murcia desapareció antes que las golosinas de la piñata en una fiesta de cumpleaños. El pastel de Herrero se volvió a venir abajo al sacarlo del horno, y ni con una segunda parte por delante fue capaz de engancharse otra vez al partido.

La comodidad del Sevilla Atlético, satisfecho con el 0-0, era contagiosa y no tardó en afectar a los granas, posiblemente más preocupados en qué camiseta vestirán la próxima semana que en los tres puntos en juego. Quitando otro disparo de Delgado, poco más se vio en el ataque grana, donde Aquino, en estado de gracia, no estaba por sanción. Tampoco miró mucho Herrero a esa zona, y eso que tenía a Curto y Chumbi en el banquillo. Pero antes que ellos salió el canterano Chumbi, otro centrocampista más en un equipo empachado de centrocampistas.

Mientras los aficionados celebraban cada córner y cada falta lateral como si de una clara ocasión de gol se tratase, los murcianistas demostraban que en su lista de tareas diarias no están las acciones a balón parado. Y cuando parecía que el marcador no se movería, el Sevilla Atlético intentó sacar beneficio de la falta de ideas y del nerviosismo que parecía afectar a los locales. Pudieron matar los sevillistas con dos claras ocasiones en un minuto (86 y 87). En la primera, un centro de Javi Pérez fue cabeceado con 'malintención' por Curro, pero apareció Mackay con una estirada fabulosa para poner cordura. A continuación, tras un córner al segundo palo, Genaro enviaba el balón al lateral de la red cuando lo tenía todo a favor. No había tiempo para más, y visto lo visto muchos pensaron que a veces es mejor que te regalen un pijama o una corbata, que levantarte un 6 de enero y no tener ningún paquete debajo del árbol.