Algo significativo está cambiando en nuestro fútbol. Y también en el europeo. El cambio generacional en marcha es una realidad imparable, ingrávida y desgarradora, pero el fútbol se ha reinventado siempre.

Quienes han dominado este cada menos juego y más negocio se resisten a dejar sus tronos. Jugadores, clubes y hasta selecciones que han dominado el panorama están viendo asomar las orejas de sus sucesores. Pertenecer a la historia tiene ese lado oscuro. La hora de pasar de los periódicos a los museos. El momento de dejar las entrevistas glamurosas a quienes aprietan desde abajo con más descaro y osadía que bagaje. El día de hacer recuentos y maletas.

Los grandes jugadores sufren antes el sarampión de los banquillos, de los contratos cortos o a la baja, de las lesiones crónicas larvadas por infiltraciones o remedios de urgencia. Las soberbias desmochadas y el futuro sin titulares ostentosos. Un adolescente futbolero ocupa ahora su sitio y escasean los aplausos. Y las viejas glorias se resisten a serlo, mirando con desdén al barbilampiño que ahora adorna las carpetas, camisetas y bufandas de sus antiguos admiradores.

Los clubes también pasan la cuarentena obligada: reinventar plantillas ganadoras lleva su tiempo y sus crisis. Y los aficionados padecen calentones y calenturas porque los coloreados triunfos de ayer se tornan sepias. El hoy no augura el futuro glorioso que ansían, con el pasado ilustre como referencia. La historia no se repite salvo en comedia o sainete, que es peor. Ha llegado el momento de reinventarse. Es el caso actual del Real Madrid y el próximo del Barça, como sucede con la Selección Nacional desde hace años.

La revolución de Florentino, con la acertada apuesta por jóvenes, más forzada que voluntaria, me temo; encuentra en el argumento de la necesaria renovación la imposibilidad previsible de sustituir a Cristiano, el regalo que le hizo Calderón para su segundo mandato. La soberbia del capo di tutti solo es comparable a la inconsciencia de los forofos merengues cuando se alegraban este verano de la marcha del ínclito Ronaldo. ¿Cuánto hubiera durado Pérez sin el luso multigoleador? Poco. Seguramente bastante menos de los casi seis años de su primera vez. ¿Y cuántas Champions hubieran ganado sin él en los últimos años? Apenas alguna, por decir algo. ¿De verdad pensaban los madridistas que tan lamentable pérdida no iba a pasar factura? La mayoría aplaudió ese desatino presidencial confiando en los Asensio, Isco, Bale, Benzema y compañía. ¿Es ignorancia futbolística, despecho, o los tenía engañados la esperanza de que la chistera de su imperial 'inventagalácticos' iba a sacar un conejo goleador? De todo un poco. Pero no deberían tirarse de los pelos. Es una constante en la historia y deberían explicarlo sus dirigentes. Recuerden la marcha de Di Stéfano, como hemos reiterado. Hay que atravesar un desierto revitalizador. Todo lo demás son cuentos para engañabobos y cuentas con agujeros.

Y está bien la decisión de huir de los fichajes multimillonarios si es estratégica. Es decir, si es una previsión de por dónde irá el mercado futbolístico. Vinicius, por ejemplo, floreció ayer en el Bernabéu en la inopinada derrota blanca, aunque también influyeran la nefasta actuación del árbitro con los dos penaltis escamoteados al Madrid -el del jovencísimo brasileño fue de libro- y la escasa fortuna.

El Barça, aunque tendrá recorrido mientras perviva Messi y este año pueda reverdecer laureles ganándolo todo, también anda buscando sustitutos a los añorados Iniesta y Xavi, pero Coutinho y Arthur lo tienen complicado para oscurecerlos. Démbelé, sin embargo, sí puede acercarse a Neymar a poco que serene vida y juego. De todos modos, a los blaugranas les llegará su gripe cuando el argentino inicie su declive. Entonces deberá reinventarse y se equivocarán si continúan dándole la espalda a su formidable cantera. La Masía fue la clave de su mejor etapa histórica, todavía caliente en el recuerdo. Y lo primero sería buscar los técnicos adecuados, tanto abajo como al frente del primer equipo. Otro Guardiola con Cruyff de asesor de cabecera no hallarán. Tendrán que imaginarlos e ir a por ellos. Y darles confianza. Esa puede ser su clave de bóveda.

La paciencia, la perseverancia y la valentía son virtudes aconsejables en estos casos. Atlético de Madrid, Betis, Sevilla, Málaga, Coruña y Villarreal saben un rato de reinventarse.

El otro día aconsejé al presidente del Murcia que no olvidaran lo deportivo a pesar de su agonía económica. Sin goles no hay fútbol ni aficionados. Ni clubes. Ni futuro. Ni nada, ojo.