No se ha pasado el Real Murcia a los deportes de dos ruedas. Tampoco patrocinará el próximo año un monoplaza de la Fórmula 1. Sin embargo, los granas se han acostumbrado a beneficiarse de esa técnica de la que casi siempre nos hablan en una carrera de motos o de coches, aunque también se utiliza en el ciclismo o incluso en la natación. Necesitaríamos a un físico para que nos explicara con detalle en qué consiste el rebufo, ese fenómeno que permite ganar velocidad y adelantar al rival que circula por delante, pero, así a lo bruto, que me perdonen los expertos, podríamos definirlo como lo que todos conocemos por 'chupar rueda'. Cuando un piloto se pega a la moto que tiene por delante, consigue protegerse del aire, aprovechándose a su vez de una especie de vacío que le permite tener mayor facilidad para ganar velocidad y adelantar a su rival.

La diferencia en este caso, es que el perseguido y el perseguidor visten la misma camiseta. Y es que los goles de Dani Aquino en las últimas jornadas se han convertido en el rebufo para un Real Murcia que hace solo tres semanas estaba sumido en una auténtica crisis de resultados y de juego. No han sabido los granas encontrar el fútbol que les haga convencer a sus aficionados, sin embargo con goles todo lo demás se perdona, y ahí está Aquino para impulsar a los suyos y permitirles mirar a una zona en la que deberían estar más que afianzados, porque no hay que olvidar, por mucho que Manolo Herrero agote su saliva en lamentaciones, que este equipo está confeccionado para luchar por el ascenso de categoría y cualquier otra cosa será un fracaso, venga quien venga y esté quien esté.

Resucitó Dani Aquino ante el Almería B. Un conjunto hundido en la clasificación permitió al murciano devolver su nombre a los titulares. Había sido el delantero el fichaje estrella del verano, pero el paso de las jornadas le había dejado completamente en un segundo plano. No fue un espejismo su actuación frente al Almería B (2 goles). Una semana antes ya le había marcado al Jumilla. Y frente al Malagueño dejó detalles. Visitaba el Real Murcia el campo del líder Melilla, un estadio en el que nadie había ganado esta temporada y en el que los granas año tras año se atragantan. Esa era la oportunidad para ver si las victorias ante dos equipos en zona de descenso era una casualidad o una realidad. Y de momento se acercan los granas más a lo segundo. Sin dominar el partido, con muchas dudas en la zona de creación, con problemas para defender por banda, los murcianistas supieron maquillar sus defectos para recuperar su seguridad defensiva -Hugo Álvarez y Charlie Dean apenas dieron oportunidades a Yacine- y para disfrutar de eficacia, porque, para satisfacción de Herrero, el Murcia aprovechó las dos ocasiones que tuvo para conquistar un territorio hasta ayer prohibido.

No fue un gran partido. El Melilla siempre acababa a los pies de Hugo Álvarez y Charlie Dean. Pese a que Nahuel no tuvo el día perfecto, viéndose superado una y otra vez, y José Ruiz también sufría en alguna ocasión con la insistencia del líder de entrar por bada, cada centro acaba sacado con seguridad por los centrales murcianistas. Era como una repetición constante, porque ni Maestre ni Miñano eran capaces de imponer sus fuerzas en el medio. Josema y Julio Delgado, ayudando a tapar huecos, tampoco destacaban en posiciones de ataque.

Así estaba el partido hasta que se encendió una chispa de la que Dani Aquino hizo una hoguera. Todo empezaba con un balón largo de Miñano. El esférico se dio un paseo por la hierba mojada hasta encontrar al delantero murciano. La primera parte del trabajo estaba hecha, pero quedaban dos capítulos más. El segundo y el tercero se sucedieron prácticamente de forma seguida. A la vez que el Torito ganaba en velocidad a Chakla, en su mente se mezclaban las imágenes del disparo y de la celebración, y así ocurrió. Batió por alto a Barrio para despertar la locura en un equipo que necesita goles y moral.

El tanto no cambió nada. El balón y la iniciativa eran del Melilla. Lo siguió siendo a la vuelta del descanso, aunque los esfuerzos del líder no tenían recompensa en el área. Ni Dean ni Hugo Álvarez se dejaban despistar. Pero, como casi siempre suele ocurrir, los norteafricanos disfrutaron de su oportunidad. Ocurría en el minuto 50. Fue en el único error de la defensa grana. Dejaron el hueco y por ahí se coló Igor Martínez para plantarse en el área. Cuando ya había empezado el giro para caracolear a Mackay y poner el empate, el meta grana le derribaba. No dudaba el colegiado en señalar penalti, enseñando amarilla al guardameta murcianista.

Como si el Real Murcia fuera una creación de la marca Mr Wonderful, esa firma que se empeña en hacernos ver el mundo de forma positiva, el partido demostró que los de Herrero se habían levantado con el pie derecho. Y es que Yacine, el goleador de los melillenses con 9 tantos en lo que va de curso, no tomó la mejor decisión. Optó por un disparo raso y casi al centro. A la vez que miraba a su izquierda y golpeaba el balón, Mackay elegía la misma dirección para rechazar el tiro y meter otro chute de oxígeno en las venas del equipo murciano.

No estaba nada resuelto, pero con Herrero el Murcia es demasiado conformista. Por ello nunca miró arriba. Siempre guardó la ropa. Los cambios lo ratificaron. Anulaba el técnico las bandas para reforzar el centro del campo -Julio Delgado y Josema abandonaban el césped para dejar su sitio a Corredera y Armando-. Los granas no tardaron en recibir su castigo. Uno de los múltiples centros laterales de los locales acabó rechazado por un defensa grana con la mala suerte de que el balón fue a Óscar García que solo tuvo que empujar bajo la línea.

El escarmiento era merecido, pero apenas provocó dolor en el bando murcianista, porque allí estaba Aquino para volver a liderar a los suyos, invitándoles a aprovecharse del rebufo si se mantenían a su estela. El murciano no dejó a los melillenses ni celebrar su gol. Nada más sacar del centro, abrió el recetario, guisó el plato y se lo comió. Con un disparo cruzado desde fuera del área, el Torito firmaba su doblete y cerraba la conquista de un estadio en el que el Murcia nunca había ganado en su centenaria historia.

Quedaban diez minutos y tocó sufrir. Mackay y sus defensas aumentaron las medidas de seguridad para frenar cualquier intento del Melilla. Ya nadie adelantaría a un Murcia que todavía tiene que seguir dando pasos para entrar en el play off y afianzarse en esa zona de privilegio de la que nunca debería haber salido.