Todo pinta a que en los próximos años se iniciará una guerra contra los dulces. Que la tasa de obesidad aumente a un ritmo considerado no ayuda. Que los niños españoles estén entre los más obesos de Europa tampoco es un buen síntoma. De ahí, que los Gobiernos preparen medidas. Pero, como todo lo no recomendado, como todo lo que nos dicen que no es bueno para la salud, seguiremos disfrutando del chocolate, la bollería y las golosinas varias, porque no hay nada como un poco de azúcar para alegrarnos la vida. Y el Real Murcia es el ejemplo perfecto de ello. Andaban los granas en una crisis de resultados que había puesto en la picota al entrenador y en la diana a los futbolistas. Seis semanas sin ganar para un equipo que está construido para ser primero es un periodo demasiado largo. Si a eso se une que la plantilla continúa sin cobrar -ya se suman cuatro meses- y que el juego va de mal en peor, la palabra crisis pasa de la noticia al titular, y del titular a las portadas. En esas estábamos el 2 de diciembre tras el empate frente al Jumilla. Ahí seguíamos el día 3, el 4, el 5, el 6... Y de esa forma llegó el Real Murcia al estadio Juegos del Mediterráneo. Pero como en esos días que el cuerpo te pide algo dulce para reaccionar, los granas se zamparon uno de esos algodones de azúcar que nos cubren casi toda la cara. Vale que el Almería B se adelantaba en el marcador, pero también vale que pronto aparecieron todas las debilidades de un equipo hundido en la clasificación y con unas estadísticas que le dejan como el más goleado de toda la Segunda B.

Con el primer caramelito en la boca, la sonrisa ya parecía distinta. No había cambiado el juego, no se había visto una intensidad especial, tampoco minutos de brillantez y dominio, pero cuando los resultados no llegan, lo importante es ganar. Qué más da quién sea el rival. Y para que la palabra crisis quede escondida, que no desaparecida, no hay mejor remedio que poner en tu boca otro caramelo. Si el Almería fue de un sabor un poco picante, el de ayer fue de fresa con nata, porque el colista hizo de colista para que el Real Murcia sumase su segundo triunfo consecutivo.

Sin embargo hay formas de ganar y de ganar. Cómo lo hagas también da pistas de cómo te encuentras. Y el Real Murcia ganó más por las debilidades del rival que por sus propias virtudes. Pese a que los de Sanlúcar están hundidos en la clasificación -ocho puntos en diecisiete jornadas con 10 goles a favor y 27 en contra-, los murcianistas apenas hicieron disfrutar a sus aficionados, que se conformaron con celebrar dos goles, y bastante, debieron pensar algunos, recordando los disgustos anteriores.

No aprovecharon los de Herrero el encuentro ante el último clasificado para despejar dudas. No solo no dominaron sino que durante muchos minutos perdieron en posesión y en intensidad. Como apagados, como fuera de sitio, como esos móviles que se quedan sin cobertura durante algunos instantes, apenas hubo creatividad. La electricidad de Julio Delgado, que ayer dejó entrever que en el banquillo hay más opciones de las que se pensaba, y los chispazos de Aquino eran lo único potable en un equipo grana que demostró que apenas aprende. Si hace una semana salieron durmiendo, ayer volvió a ocurrir, con la diferencia de que andó menos despistada y de que el Atlético Malagueño no encontró nunca el último pase.

Ganaban los visitantes todos los duelos, se llevaban todos los rechaces, pero la línea defensiva no sufría ningún daño. Allí estaban Armando y Hugo Álvarez para acabar con los tímidos intentos de los malagueños. Debía imaginar Herrero los golpes blandos cuando una semana antes hizo a Charlie Dean forzar una amarilla para descansar con vistas al duelo de Melilla.

Hubo que esperar al cuarto de hora para ver desperezarse al Real Murcia. El disparo de Julio Delgado acababa en el palo. Salió el balón rebotado y lo encontró Manel Martínez. Unos dirán que por error del delantero, otros que por acierto del portero, lo cierto es que el remate del '9' grana era repelido con calidad por Samu.

No cambiaron las cosas. Siguieron los murcianistas a lo suyo. A verlas venir. Son tan descarados a veces que te hacen dudar si es por desidia o porque realmente se creen tan superiores que solo necesitan tocar el botón en el momento exacto para hacer explotar la dinamita. Tiene pinta que es más por lo primero que por lo segundo, pero cuando enfrente tienes al colista, puedes jugar a disimular que conduces un Mercedes cuando realmente viajas en un 600.

El partido comenzó a terminarse en el minuto 38. No tuvo Nahuel que quitarse ni el pijama ni las zapatillas. Como si acabase de levantarse de la cama, el lateral centró desde casi su casa. El balón dibujó un vuelo perfecto. Fue curvándose poco a poco hasta encontrar a Manel Martínez en el segundo palo. Le dio tiempo al delantero a quitarse a su marca de en medio -demasiado fácil para el catalán- y empalar un balón que acabó en la red después de tocar a Samu y rozar el larguero.

El 1-0 abría un nuevo escenario, pero los jugadores ganas no tenían granas de cambiar de vestuario y aprenderse un nuevo guión. Ni tener atado al Atlético Malagueño ni la necesidad de agradar fueron suficientes ingredientes para que los de Herrero sacasen las armas y visualizasen una matanza. Hubo algunos chispazos en el segundo tiempo. Aquino, más preocupado en tirarse al suelo y simular, probó con varios disparos desde lejos; Julio Delgado se empeñó en autoconvocarse para el once de las próximas semanas y Miñano no desentonaba, pero los elogios acaban cuando analizas quién está al otro lado. No es lo mismo tragarse una guindilla picante sin ni siquiera hacer un gesto con la cara que relamerse con un dulce caramelito de fresa.

Si lo tenía fácil el Murcia, todavía se puso mejor la mañana cuando Deco, que desde el minuto 1 jugaba con más fuerza que con cabeza, cayó en la trampa diseñada por Dani Aquino. Vio una segunda amarilla y se marchó a la calle en el minuto 67. A la vez que los de Sanlúcar bajaban los brazos, si es que no los habían bajado ya hacía mucho tiempo, Herrero movió el banquillo. Y, por una vez, sin consecuencias. El único que sufrió con su cambio fue Jesús Alfaro. Se marchó sin comparecer y la grada se lo hizo saber con algunos pitos.

Nadie confiaba en que ocurriese nada más. Como el pasota que acude a clase para que no le pongan falta, los granas andaban así sobre el césped. Esperando si la fruta caía de madura. Y en esas, cuando el partido ya moría, se encontró el 2-0. De nuevo Julio Delgado era el que reactivaba a los suyos, el que apretaba el botón del Wifi para que el equipo se conectase. El gallego cedió a Aquino y el murciano abrió a la izquierda para aprovechar la carrera de Miñano. Otro de los no habituales no fallaba ante Samu, disfrutando de los últimos restos de azúcar con sabor a fresa.