Emulando al viejo estribillo de Concha Piquer de 'no me llames Dolores, llámame Lola', cualquier aficionado podría cantar lo anterior. Y también, no me llames calidad, llámame mentira. Ahora que la pasta impone su dictadura en el fútbol de élite y hasta en el modesto, nadie puede asegurar que se juega mejor que hace cuarenta años. Ni citar ningún equipo hecho a golpe de talonario que haya triunfado proporcionadamente a tal ventaja. Ni que Isco sea mejor que cualquiera de los tropecientos magos aparentes que han pasado por nuestro fútbol. A ciertos deslumbres puntuales, que los tiene, hay que contar también su modo cansino de bajar a recuperar la pelota o su posición tras cualquier pérdida. En esa semisuma tendremos un reflejo de su aporte al conjunto, como de la mayoría de engañosos fenómenos medias puntas que pululan por el fútbol.

El dinero como triunfo, a secas, es una solemne mentira aplicada al fútbol, igual que a tantas otras cosas de la vida. Es solo un medio, y consecuencia en el mejor de los casos, pero nunca causa de ningún éxito vital ni deportivo.

Quienes defienden tal explicación para montar su manual de éxito tienen la ignorancia como realidad propia o émula, que es la antítesis de toda ciencia, reflexión seria o personalidad. Puede ayudar a conseguir objetivos, pero no garantiza nada, salvo la libertad en la vida, que es su fin más noble junto a la solidaridad generosa. Y en el fútbol, aparte de la ausencia de valores, genera frustración por falta de resultados previstos, el desprestigio o la ruina.

Y cuando don dinero consigue algo nunca garantiza su continuidad; miren el Chelsea. O la Liga inglesa: la que más dinero recauda y donde más dinero invierten fortunas extranjeras, pero en los últimos veinte años solo han ganado tres clubes británicos la Champions y no han hecho nada a nivel de selecciones. O El Madrid ganador de cuatro Champions en los últimos cinco años, cuando menos dinero gastó, en contraste con el prepotente florentiniano de sus primeros seis años, cuando Pérez hubo de huir por la gatera por incapacidad de barajar su engendro y la orfandad de resultados. Y allende los Pirineos, el PSG cabalga un corcel millonario desbocado hace años y aún no ha conseguido nada en Europa.

A veces coinciden los jugadores extraordinarios con los clubes más poderosos, fichados o no a golpe de millonadas, pero eso solo explica éxitos esporádicos. Guardiola se encontró en el Barça al extraordinario canterano Messi sin explotar, aún no había ganado ningún balón de oro, y fue quien le dio rienda suelta para que fructificara en cuatro consecutivos a partir de 2009, imprescindiblemente ayudado, claro, por otros canteranos irrepetibles a los que dio el mando blaugrana.

La herencia que dejó el defenestrado Calderón con Ronaldo tiró del carro en el Madrid hasta encumbrarlo en Europa costando lo mismo que luego Bale, quien sigue siendo una incógnita. Kaká llegó al Bernabéu también por empeño personal de Pérez y otra millonada y nunca deslumbró. Ahora, Solari está esperanzando al Real Madrid con jugadores de segunda fila en lo cualitativo y económico, pero con hambre y canteranos, como Lucas Vázquez, Reguilón o Marcos Llorente; la última sorpresa. Buen principio para la tan necesaria como inevitable transición tras la pérdida de gol con la marcha de Cristiano. Ya lo hizo Miguel Muñoz con el Madrid yeyé tras la baja de Di Stéfano en 1964. Dinero y calidad, sí, pero hace falta mucho más: inteligencia en la dirección; imaginación, creatividad y valentía de los técnicos; paciencia, actitud, coraje sobre el césped y suerte. Mucha suerte.

¡Cate en brevias, nuestro Murcia!

Ahora que el grandísimo murcianismo da el do de pecho en todo, los resultados deportivos no acompañan. La cruzada de sus esforzados dirigentes se antoja muy complicada. Sortear las trabas societarias, federativas y económicas; renegociar contratos con determinados y hasta sufridos futbolistas; empitonar judicialmente a los ex dirigentes golfos de ayer y antes, que vaya bandas; mantener la moral de profesionales y aficionados, que no es baladí; cebar la bomba del murcianismo y rearmar la unión de sectores básicos, penosamente esturreados; aglutinar a los poderes sociales, políticos y económicos en torno a la grandeza del club y hacer un proyecto ilusionante. ¡Ahí es nada! Muchos, al aire de su extraordinaria afición, dudan entre la refundación y el heroísmo de esta gente. Mientras, el Jumilla bien, el Cartagena irregular y el UCAM a reengancharse. Ánimo.