Azúcar, flores y muchos colores. Esos son los ingredientes que utilizó el Profesor Utonium para realizar un experimento que dio como resultado a tres niñas con superpoderes. Si todavía no saben quiénes son, solo tienen que preguntar a sus hijos y les hablarán de Pétalo, Burbuja y Cactus, las pequeñas encargadas de salvar del mal a la ficticia ciudad de Townsville.

No es tan alto como el científico de dibujos animados, ni tan moreno, y prefiere el chándal a la bata blanca, pero ayer Pedro Munitis desarrolló su propia fórmula mágica para destrozar en apenas media hora al Real Murcia. No faltaron las cosas bonitas -solo hay que disfrutar de la primera media hora del UCAM- en la receta del santanderino, aunque el entrenador universitario añadió una serie de componentes más propios de la inyección letal. Una mezcla de tiopental sódico, midazolam e hidromorfona, que provocaron la perdida de conciencia del conjunto grana; un poco de pancuronio y vecuronio, para asfixiar a los murcianistas en menos de veinte minutos, y, sobre todo, la dosis exacta de cloruro de potasio, un ingrediente que solo tiene una función, la de paralizar cualquier corazón, incluido el de un equipo que deportiva y extradeportivamente, pese a que las victorias no lleguen y los ascensos se resistan, puede presumir de ser inmortal.

Como Mojo Jojo, enemigo número uno de las Supernenas, el Real Murcia seguirá trabajando para asentarse en un play off que cada vez tiene más lejos, sin embargo ayer, como una semana antes, recibió una dura paliza, y lo hizo sin prácticamente competir, porque a los veinte minutos, el UCAM había ejecutado el plan mortal perfecto, había ocultado el cadáver y había limpiado la escena del crimen. Todo antes de que Manolo Herrero se diese cuenta de lo que estaba sucediendo.

Queda marcado una vez más el técnico grana. Pero no es el único. Isi Ros y Titi disfrutaron haciendo trocitos a Forniés; Britos pintó el centro del campo de azul y dorado en la misma cara de Juanma y Maestre; las pérdidas de balón de Corredera daban alas a los universitarios y Jesús Alfaro y Chumbi se apuntaban ya para la segunda parte. Hasta Hugo Álvarez y Charlie Dean, esa pareja perfecta que protagonizaría cualquier libro de Federico Moccia, se mostraron más nerviosos que nunca.

Si la primera parte ante el FC Cartagena marcaba el camino a seguir, ayer nada de eso se vio por parte de los granas en La Condomina. Era tal el desconcierto en el bando visitante nada más empezar que Titi e Isi Ros disfrutaban como niños en un parque de atracciones. Forniés, por contra, sufría como esos padres que no son capaces de sujetar la mano de sus hijos en medio de una gran cantidad de gente. Una combinación entre los murcianos fue el primer aviso al lateral grana, pero Camacho, la sorpresa en el once de Munitis, no pudo batir a Mackay. Era el minuto 7 y todos habían quedado marcados, como se vio solo unos segundos después.

Isi Ros es de esos jugadores que no necesita una pareja para convertirse en el rey de la pista. Nunca elegiría el extremo universitario la famosa canción de Bailar Pegados para mostrar sus virtudes. El de las Torres de Cotillas no solo sabe moverse solo sino que es capaz de sacar de quicio a cualquiera que le haga competencia. Durante la primera hora del derbi, nadie en el bando murcianista pudo frenarle. Como el Profesor Utonium, su mezcla favorita es una combinación de azúcar, flores y colores. Y si a su lado están futbolistas como Titi o Britos, que ayer cogió la batuta y no la soltó, los tres puntos pocas veces se escaparán de las manos.

Era un monólogo. Las perdidas murcianistas y el descontrol que se ha instalado en el bando grana favorecían el protagonismo del UCAM. También ayudó que en la segunda aproximación clara, los de azul y dorado ya cantaban gol. Isi Ros aprovechaba un córner para sorprender a todos y batir a Mackay. La primera inyección preparada por Munitis ya corría por la sangre del Real Murcia. Y el sedante apenas tardó en hacer efecto. Tampoco era muy complicado. Los de Manolo Herrero ya llegaban demasiado relajados de casa. Incluso la defensa se permitía cometer fallos pocas veces vistos anteriormente. Solo aguantaron unos pocos minutos más porque Titi no fue capaz de matar.

Son los americanos unos expertos en la inyección letal. Si los primeros componentes sirven para adormecer el cuerpo y la conciencia; el pancuronio y el vecuronio van directos a las vías respiratorias. El resultado, parálisis y asfixia. Y ese pinchazo lo ejecutó Cristian Britos. El solito hizo saltar por los aires el trivote elegido esta semana por Manolo Herrero y en el que Juanma había sido el seleccionado para acompañar a Maestre y Corredera. Quedó tan señalada la elección del técnico grana que no le quedó otra que autocorregirse en el descanso, dejando señalado, pese a no ser culpable de nada, al murciano.

Tenía el UCAM al Murcia donde quería. Tenía Munitis a Herrero donde posiblemente no esperaba, sobre todo porque solo habían pasado veinte minutos. Pero tal era la superioridad que los universitarios no retrasaron el pinchazo definitivo. El componente clave de la inyección letal es el cloruro de potasio. Su función no es otra que paralizar el corazón, y el ejecutor fue Adán Gurdiel. De nuevo aprovechaba el boquete abierto por la banda de Forniés para perforar las venas de los murcianistas. El centro era tan perfecto que ni Hugo Álvarez fue capaz de quitarle mérito. Lo podía haber empujado a la red por Kilian Grant, pero fue el propio central murcianista el que dibujó el estado depresivo que sufren de los granas.

Sin oxígeno, con el cuerpo paralizado y el corazón sin latido, los más pesimistas ya escribían un guión de miedo en el que los murcianistas no quedaban en buen lugar. Titi quiso protagonizarlo, pero el palo se cruzaba en su camino en el minuto 43. No pasaba nada, pensaban los universitarios, todavía queda una segunda parte para seguir disfrutando del parque de atracciones instalado en La Condomina.

Pero, como se estaba viendo venir, Isi Ros decidió cambiar el papel que le había tocado. El de Las Torres de Cotillas ya había dado síntomas poco esperanzadores en la primera parte. Su cabeza le hace un flaco favor a su calidad. A los 22 minutos, con el 2-0 en el marcador y el UCAM disfrutando de lo lindo sobre el césped, empezó a convertirse en el mejor aliado del Real Murcia. Tras frenar el lanzamiento de una falta que iba a ejecutar Jesús Alfaro, veía la primera amarilla. A partir de ahí, trabajó para irse a la ducha cuanto antes. Se metió en todos los fregaos, desquició a su propio entrenador, que solo falló ayer en una cosa, no quitar al extremo del campo en el descanso; fue de piscinazo en piscinazo e hizo una entrada innecesaria para cualquiera menos para él, visto que lo que quería era ser expulsado.

Era el minuto 48, y a la misma vez que Isi Ros se marchaba al vestuario discutiendo consigo mismo, el UCAM se venía abajo como un barco que pierde a su capitán. Ya nada fue lo mismo. Tanto que, un equipo que estaba más que muerto, en este caso el Real Murcia, se permitió dar unos pequeños coletazos que nunca le dejaron cerca de la victoria pero que fueron suficientes para un entrenador y una plantilla que, pese a que todo se está derrumbando a su alrededor, se ha instalado en la autocomplacencia.

La defensa empieza a dar síntomas de agotamiento; el centro del campo hace tiempo que no funciona; la creación es nula; la chispa inexistente; Dani Aquino, ayer fuera de la convocatoria por lesión, no cumple con las expectativas ni con el sueldo; y los delanteros pasan más tiempo en la enfermería que en el césped. Además, Manolo Herrero, superado por las circunstancias, parece tocar donde no debe.

Con el UCAM tocado, con los fantasmas de La Condomina, un campo que siempre tendrá su corazoncito grana, persiguiéndole, con las lesiones siempre presentes, con el miedo en los ojos cada vez que se tiraban al suelo para perder el tiempo, al Real Murcia, para convencer a los menos críticos, no le quedó otra que dar un pequeño paso al frente. Apareció Corredera, se jugó con dos delanteros -Manel y Chumbi-, y se llegó al área. Germán Parreño se lució en varias intervenciones para dejar claro que el UCAM también tiene portero, Jesús Alfaro estrelló un balón en el larguero (65) y Manel Martínez acortó distancias (82), pero era tarde. Demasiado tarde. El Murcia ya se había encargado de certificar su propia muerte muchos minutos antes.