¿Cómo entró el deporte en su vida?

Desde pequeñita siempre he sido muy inquieta. Mis padres son de Blanca y cuando nos trasladamos a Molina me apuntaron a un gimnasio a hacer kickboxing. Tenía 10 diez años y con 11ya participé en mi primer Campeonato de España. Fue a los 14 cuando me enganché al balonmano y llevé los dos deportes a alto nivel hasta los 22.

¿Toda su vida ha jugado en la misma posición?

De origen soy extremo izquierda, pero con esta edad ya soy parche. Donde hay un problema, ahí me coloca el entrenador, por lo que ya sé jugar de todo. Esta temporada también he hecho de pivote y de extremo derecho.

¿Qué le lleva a seguir en activo?

Supongo que tener claro cuál es el beneficio. El balonmano es para mí a estas alturas de carrera deportiva como un hospital psiquiátrico, porque es un lujo decidir si quiero o no hacerlo. Mi cuerpo aún me permite elegir estar en la rutina de cuatro entrenamientos a la semana, ir dos veces por las mañanas al gimnasio... También está el factor grupal, el sentimiento de pertenencia a una familia, porque esta es mi casa, ya que llevo aquí toda la vida.

Pero se tiene que 'pelear' con chicas muy jóvenes.

Alguna podría ser mi hija. Es bonito disfrutar del intercambio generacional. Hay otra compañera, Sandra, que ahora está de baja, con la que comparto la veteranía. Y luego, cuando estás en la pista, la edad no existe.

¿Es cierto que intentó dejarlo?

Un montón de veces, pero quizás por creencia de que ya tocaba parar, porque el cuerpo me pedía más y todavía se lo podía permitir. Pero al final mi alma es más grande que mi cabeza y aquí sigo.

¿Pero eso de que se llegó a comprar una batería para intentar dejar el balonmano es falso, no?

Es totalmente cierto, tengo la batería en casa y la sigo tocando. Me apunté a un curso en un intento de dejarme el balonmano porque también las parejas se resienten de tener todos los fines de semana ocupados. Tenía que gestionar un poco el tiempo, pero finalmente la balanza se volvió a decantar para el balonmano. Aprendí a tocar la batería y sigo jugando, tengo las dos cosas.

¿Y no le cuesta dinero jugar?

No me cuesta porque este año la UCAM me ha becado una tesis que me quedaba pendiente en el Master, y el club nos paga los viajes, aunque a veces tenemos que pagar nosotras alguna dieta. Pero yo creo que hasta ahorro, porque de lo contrario estaría por ahí de cenas.

¿Pero no le supone un gran sacrificio?

Cuando haces algo es porque no te cuesta mucho trabajo. Forma parte de mi vida el ritmo que llevo los fines de semana, aunque cuando llega uno libre, lo disfruto al máximo. Todo tiene la cara A y la B, porque seguramente si no estuviera jugando, algún fin de semana me aburriría.

¿Se ha planteado cuándo lo dejará?

Pues como tantas veces he intentado dejármelo, ya he dejado de pelearme conmigo. Este año estoy aquí, pero el que viene no sé qué pasará. Quizás sacaré el dedo por la ventana y según sople el viento decidiré. Lo importante es que con 39 años aún puedo elegir qué quiero hacer.

Pero es que usted juega a un deporte minoritario y que en Murcia no ha tenido grandes equipos.

Así es, minoritario y, encima, femenino. Pero la situación está cambiando y la mujer está decidiendo. Cuando tú le preguntas a la gente que no entiende por el balonmano, piensan más en las Guerreras que en los Hispanos. Poco a poco vamos ocupando nuestro espacio en la sociedad en cada una de las partes, tanto a nivel de deporte como de política y empresarial.

Estamos avanzando, pero el proceso es lento.

Para mí gusto sí, pero mientras que haya un poco de movimiento, estamos en movimiento. Estamos empujando un muro que pesa mucho, que es el patriarcal, toda esa forma de hacer las cosas que vamos arrastrando socialmente.

¿De niña no le miraban extraño por hacer kickboxing?

Mis padres estaban encantados con el kickboxing porque así decían que me podía defender. Al final, ese machismo me invitó a hacer deporte.

¿Le choca ahora, desde su madurez, las reacciones de las chicas jóvenes que hacen deporte?

En el deporte hay una disciplina que sigue generación tras generación. Creo que es bueno que las veteranas nos mantengamos para llevar a cabo esa parte que es educativa. Las nuevas generaciones vienen sobreprotegidas, con muchos derechos y pocas obligaciones, y el deporte reeduca. Las jovencitas que llegan a nuestro equipo, a los dos o tres años ya están en la línea y ellas mismas disfrutan más. Al final la respuesta empírica es la que da la respuesta real. El trabajo de Sandra y mío esta temporada es estar al margen, disfrutar y ser más juveniles que las juveniles cuando toca, pero cuando toca ponerse serias, lo hacemos y encima tenemos a unas chicas encantadoras.

Su club es un superviviente. ¿Pensaron que se había acabado cuando renunciaron a categoría nacional?

No, no se pensó así. En el deporte el campeón no es el que gana, sino el que se levanta, y eso nos pasó. Nos hemos caído mil veces, pero nos hemos levantado. La vida es flexible y unas veces estás arriba y otras abajo, pero lo importante es estar y que el club no desaparece. Marisol Izquierdo y Trini Abellán hacen un trabajo muy perseverante, no se cansan y nosotras se lo agradecemos. Cuando yo era cadete ellas ya estaban ahí y sigue dándonos a todas la oportunidad de tener una casa elegida.

Bueno, ¿cuando deje el balonmano volverá a la batería?

Nunca he dejado la batería, la toco en casa. Me gusta el rock y tengo alma de Janis Joplin.