Cuando Raúl Moro salía del club en noviembre de 2017 pocos imaginaban que la situación del Real Murcia iba a empeorar hasta el punto de tocar fondo. Sin embargo, los últimos seis meses se han convertido posiblemente en los más tristes de una entidad en la que lo deportivo ha quedado en un segundo plano.

Todo comenzó el pasado mes de marzo. Después de que Mauricio García de la Vega comprase las acciones de Raúl Moro. Miguel Martínez y Deseado Flores, presidente y consejero de la entidad, sabedores de que tenían sus horas contadas dentro de Nueva Condomina, decidieron dar un golpe de estado y secuestrar el club.

Primero expulsaron al mexicano de las oficinas y después abrieron las puertas a Gálvez Brothers, cosiendo un traje a medida para que los oriolanos, a los que Raúl Moro decía haber vendido el club, tomasen el control del consejo de administración en la junta del once de abril. Mientras que Gabriel Torregrosa y Juan Merino se desmarcaban, alegando que el consejo estaba actuando de forma ilegal y con irresponsabilidad, Miguel Martínez y Deseado se aliaron con Raúl Moro para desequilibrar la balanza, quitarse de encima a De la Vega e iniciar un conflicto que parece no tener fin.