Hay dos palabras que siempre van ligadas al término huelga. Cada vez que los trabajadores se plantan, un grupo de ellos, por ley, están obligados a realizar sus funciones (pincha aquí para ver las imágenes del partido). Es lo que todos conocemos como 'servicios mínimos'. Cuando una empresa de limpieza protesta para pedir mejores condiciones laborales, los camiones de la basura seguirán pasando por las principales calles. No realizarán su trabajo al cien por cien, con la misma calidad que el resto de días, pero sí garantizarán los servicios esenciales. Algo parecido ocurrió ayer en Nueva Condomina.

La plantilla del Real Murcia decidió mostrar su malestar por la falta de pago por parte del consejo de administración -se le adeudan dos mensualidades a los jugadores y seis a los empleados de oficinas-. Aunque en las últimas semanas tanto los jugadores que han pasado por sala de prensa como el entrenador no han dudado en hablar de la situación delicada que están viviendo por culpa de Víctor Gálvez, en el día de ayer ocurrió lo nunca visto antes en Nueva Condomina. Sí habían utilizado el caché que da un estadio cuatro estrellas algunos equipos pequeños cuyos jugadores no cobraban, pero nunca los futbolistas del Real Murcia se habían plantado delante de todos los espectadores, en la misma cara de los gestores que no cumplen sus promesas pese a los golpes en el pecho que se dieron hace solo unos meses.

Nadie sabía realmente lo que estaba viendo cuando el colegiado señaló el comienzo del partido. Solo los 21 protagonistas del terreno de juego sabían qué hacían. Había sonado el silbato del árbitro, pero ningún jugador se movía. El balón reposaba debajo del pie de Gianni, meta visitante, el resto de piezas eran estatuas. Como en ese juego en el que, cuando alguien grita, nadie se puede mover, ni los integrantes del Murcia ni los de Talavera, solidarios con los granas, realizaban sus tareas. Pero esto no era un juego, sino una huelga en toda regla. Duró apenas unos segundos, los suficientes para que Víctor Gálvez saliese huyendo del palco y para que toda España conozca la verdadera situación del club grana, en donde solo dos meses después de ingresar más de un millón de euros por abonos, publicidad y otros conceptos, solo el consejo de administración sabe por qué no queda dinero en las arcas para pagar a los jugadores que ellos mismos ficharon y a los empleados que, en silencio, son los que más sufren.

Lo más normal hubiese sido bajar los brazos. Borrarse del trabajo. Pensar, si no me pagan, yo no realizo mis funciones. Pero el vestuario murcianista, no dudó en respetar los servicios mínimos. Y lo hizo llevándose el aplauso y el reconocimiento de todos los presentes. Porque lo que empezó con una protesta sobre el césped, acabó con tres puntos en el bolsillo y con una vuelta al campo para agradecer el apoyo de los aficionados, que ayer también mostraron su enfado y su hartazgo hacia el palco.

Aunque la situación extradeportiva se alarga ya muchas semanas, en esta ocasión no se habló de fútbol ni el domingo, ese día sagrado para que solo el balón sea protagonista. Hoy posiblemente nadie se acuerde del rival de los granas, ni de los cambios de Manolo Herrero, ni del juego espeso que se vio en Nueva Condomina; hoy todo el mundo hablará del bochorno por los impagos, de las malas formas y la mala educación de Víctor Gálvez, superado a las primeras de cambio por las críticas; sin embargo la plantilla disfrutará de dos días de descanso como premio al trabajo bien hecho. Porque, quitando los treinta segundos de protesta, los de Manolo Herrero se mantuvieron de pie sobre el campo. Sufrieron durante los instantes finales, respiraron tras los fallos del Talavera en dos claras ocasiones, pero desde el minuto 15, el partido estaba más que encarrilado, y todo gracias a un gol en un córner. Se desconoce si por suerte o porque por fin el cuerpo técnico ha sido capaz de incluir las jugadas de estrategia en su plan de trabajo, pero el tanto que dio la victoria a los murcianistas llegó en un saque de esquina. Lo puso Héber Pena al centro del área y allí fue Sergi Maestre el encargado de impulsar el balón a la red.

Solo en una acción podía decantarse el partido, porque el encuentro fue más que espeso. El gris es el único color que se sobresalía cuando los granas tenían el esférico en sus botas. Corredera suma su tercer partido sin aparecer; Héber Pena nunca desequilibró; y Dani Aquino bastante tuvo con ponerse en pie cada vez que recibía una falta. Con Gianni y Mackay tranquilos, el asedio fue para el delantero murciano, al que derribaban una y otra vez para su desesperación.

Y eso que comenzó el encuentro con dos acercamientos al área. Uno por cada equipo. Aquino no era capaz de aprovechar un error de la defensa del Talavera en el minuto 9, mientras que Mackay tenía que salir a tapar un disparo de Cristian tras un grave fallo de Charlie Dean, demasiado impreciso durante todo el encuentro.

A continuación llegó el gol de Sergio Maestre y, sabedor de que ya se habían cumplido los servicios mínimos, el Real Murcia se dedicó a sobrevivir. Un mal remate de Aquino a centro de Pena al borde del descanso fue lo único que se vio en el área de Gianni.

La solidaridad del Talavera en los segundos de protesta grana se fue alargando durante todo el partido, porque los de Fran Alcoy no fueron capaces de darse cuenta de que el Real Murcia no estaba para muchos trotes. Con un simple soplido hubieran podido los talaveranos derribar la casa grana, pero cuando intentaron hacerlo, sus pulmones tenía menos aire que los de un niño pequeño que intenta apagar sus velas de cumpleaños.

Juanra y Abel Molinero, dos exmurcianistas, se probaron en el inicio de la segunda parte. Sus remates apenas inquietaron. Sí hizo temblar el palo de la portería del fondo norte del estadio grana Dani Aquino. El murciano, muy activo, aunque unas veces perdido por las continuas faltas que recibía y otras sin la colaboración de sus compañeros, sacó el látigo desde lejos para romper un balón que antes de estrellarse en la madera fue desviado con los dedos por Gianni.

No estuvo el triunfo seguro para los de Herrero en ningún momento. Como ya ha ocurrido en varias ocasiones, en el último cuarto de hora, el Real Murcia se desconectó completamente, hasta el punto de que en la grada muchos pensaban que al final acabaría llegando el gol del empate. Lo tuvo el Talavera. En una falta lanzada por Oca, San José cabeceaba un balón que se marchó rozando el palo. No hubo tiempo para más. Los granas habían cumplido con los servicios mínimos.