«Yo sigo aquí y voy a seguir aquí. Cuanto más difícil sea la situación, más fuerte me hago». Ciento veinticuatro días después de que Víctor Gálvez compareciese en rueda de prensa para confirmar sus intenciones de mantenerse al frente del consejo de administración del Real Murcia contra viento y marea, la situación ha dado un giro de 180 grados, hasta el punto de que el oriolano y su equipo de trabajo están más en el alambre que nunca.

Los impagos a jugadores y a trabajadores se siguen acumulando, pese a los importantes ingresos del club este verano, y la deuda no deja de crecer, lo que ha llevado a gran parte de la afición a perder la confianza que habían puesto en el empresario alicantino. Pero las dudas no solo aparecen en el exterior de Nueva Condomina.

Desde inicios de septiembre, el presidente murcianista tiene claro que su etapa en la entidad está prácticamente acabada. Así lo ha expresado a gente de su confianza, incluso su hijo, vicepresidente y director general del club, ha hablado con personas cercanas del desánimo de su padre al no ver valorado el esfuerzo que ha hecho dentro de la entidad. La casi confirmación la ponía sobre la mesa Toni Hernández, que la pasada semana se atrevía a hablar de una fecha de salida cuando indicó que si la ampliación de capital no llega a buen puerto, el consejo dimitirá en bloque.

Unas palabras que también se ven reforzadas por los movimientos del oriolano, que, a diferencia de cuando llegó, apenas se deja ver y que desde principios de agosto no hace declaraciones públicas. Incluso, coincidiendo con su bajón emocional, según indican varias fuentes, no acudió al palco durante el partido contra el Recreativo de Huelva, y en las últimas semanas no ha acompañado al equipo a los desplazamientos a domicilio. Tampoco ha dado explicaciones de los nubarrones instalados desde hace ya más de un mes alrededor de su gestión y de su nula capacidad económica. «Víctor considera que nadie le reconoce lo que ha hecho y que al final todos apoyan a Mauricio García, y eso le está afectando», indicaban desde las oficinas del estadio a esta redacción incluso antes de que aparecieran las primeras noticias sobre los impagos de las nóminas.

Golpeado por la resolución del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) y por la decisión del Consejo Superior de Deportes de autorizar la inscripción de las acciones de Mauricio García de la Vega, el oriolano fue perdiendo protagonismo en el mes de agosto, hasta el punto de que nada más iniciar septiembre había llegado a la conclusión de que, sin recursos económicos, lo mejor era hacer las maletas y abandonar Nueva Condomina. De hecho, pese a su apuesta por la ampliación de capital, pocos en el consejo de administración creen ya en esa fórmula para encontrar inversores.

Si esa salida todavía no se ha producido es por la insistencia de su hijo, Víctor Valentino Gálvez, por agotar todas las vías antes de tirar la toalla. Como vicepresidente del club y director general, puesto que asumió en el mes de julio tras desplazar a Toni Hernández, el joven, sin experiencia ni trayectoria profesional, se siente cómodo mandando en la entidad. De hecho, cada vez tiene más poder e incluso su progénitor explicaba antes de que comenzasen a acumularse los problemas que su idea era de marcharse y dejar al frente a su vástago, al que en verano no dudó en alabar por su gran trabajo en la confección de la plantilla y en las negociaciones con representantes.

No es la primera vez que el padre se deja llevar por la opinión del hijo. Ya ocurrió el pasado mes de marzo. Si Víctor Gálvez asumió la gestión de Nueva Condomina fue por el paso dado por el joven, que, como apoderado de Gálvez Brothers, decidió llegar a un acuerdo con Raúl Moro, ignorando que el 84,4% de las acciones del Real Murcia ya habían sido adquiridas previamente por Mauricio García de la Vega, tal y como confirmó el TAS.

Con una situación cada vez más crítica, sin dinero en caja pese a los grandes ingresos realizados este verano y con jugadores y empleados en pie de guerra, el consejo de administración está más en el alambre que nunca. Tanto los futbolistas como los trabajadores no entienden los continuos incumplimientos cuando apenas acaba de empezar el curso y la decisión de no pagar hasta que el club no genere sus propios ingresos. Incluso en una de las reuniones casi se llegó a las manos al no aceptar uno de los integrantes de la plantilla las formas utilizadas por Víctor Valentino.