El Real Murcia de Manolo Herrero no conoce la derrota después de siete jornadas de Liga consumidas, se trata de un equipo que en líneas generales ha propuesto una idea atractiva que le ha gustado a los aficionados y, por si fuera poco, el conjunto actual ha firmado el mejor arranque de los últimos años. Eso sí, la crispación que existe ahora mismo en el vestuario, con los jugadores reclamando las dos primeras mensualidades, provocó que tras el empate a un tanto contra el San Fernando, muchos abonados se fueran a casa con el runrún de si lo de ayer fue un resbalón inesperado o un aviso en toda regla por parte de unos jugadores que han perdido la fe en sus dirigentes en apenas dos meses de competición, los mismos que llevan los futbolistas sin cobrar y que ayer dieron como resultado el encuentro más pobre desde que el entrenador de Jaén tomó las riendas del banquillo de Nueva Condomina.

El ambiente dentro del vestuario está tan crispado que va a terminar por contagiar a la grada, ya que el hecho de que no haya liquidez en las cuentas recién cerrada la campaña de abonos ha generado una ola de desconcierto y desilusión que corre el peligro de provocar que todo estalle por los aires con consecuencias que pueden ser fatales para una entidad que se encuentra terriblemente débil.

El vestuario grana ya se ha encargado de todas formas de jugar sus cartas para reclamar lo que les pertenece y los dirigentes son los primeros que saben que hay preparado un comunicado que la plantilla ha tenido intención de hacerlo público un par de veces, aunque por ahora sigue guardado en algún cajón, entre otras cosas, porque no todos los jugadores están del todo convencidos que la mejor opción ahora mismo sea abrir la caja de Pandora. Otros quieren abrir el cajón de la ropa sucia desde hace ya varios días, pero nadie dentro de la caseta quiere dar ningún paso en falso en una situación desconcertante para todo el murcianismo. Los empleados de la centenaria entidad también son en cierto modo la víctima silenciosa de este proceso, ya que hay trabajadores con hasta cinco meses de cobro pendientes, lo que convierte casi en un milagro que semana tras semanas el equipo salga a competir y que encima lo haga bien la mayoría de las veces.

Por si fuera poco, ayer se dejó ver por el estadio el extremeño Raúl Moro, el verdadero culpable del lío institucional por el que atraviesa la entidad, ya que el expresidente cerró primero la venta del club con el mexicano Mauricio García de La Vega para después venderlo, presuntamente de nuevo, por 300.000 euros a la familia Gálvez. La maniobra de Moro sigue generando consecuencias nefastas para una entidad que está presidida por Víctor Gálvez, pero que según el Tribunal de Arbitraje Deportivo y el Consejo Superior de Deportes, De la Vega es el máximo accionista del club.

Incluso con la disputa de la propiedad como uno de los grandes temas que preocupa ahora mismo al murcianismo, la realidad es que el hecho de que los impagos hayan aparecido mucho más rápido de lo previsto y lo esperado le están quitando mucha credibilidad a un Víctor Gálvez que aterrizó en Nueva Condomina haciendo gala de poderío económico y que ahora está en el punto de mira de una afición que ya no sabe a quién tiene que creerse.

Los jugadores, comparados con los empleados, tienen más colchón por muchos motivos, pero el primordial es que los futbolistas, en el peor de los casos, saben que sus salarios están garantizados, aunque no sea en tiempo y forma. Los trabajadores del club son los que no tienen nada garantizado, solo que les toca aguantar el chaparrón con la preocupación constante de que el Murcia actual tiene abierta una herida que sangra de forma abundante y alguien tendrá que sofocar la hemorragia para que la trayectoria deportiva no se vea salpicada más veces por unos gestores que cada día que pasa tienen más miedo de quedar en evidencia delante de los aficionados.

En esta novela negra que se ha convertido el Murcia, los seguidores comentan desde sus butacas matices y aspectos que en otro momento pasarían desapercibidos, pero que ahora adquieren mucha más relevancia. Desde que se rompió la pizarra electrónica ante el Recreativo de Huelva a mediados de septiembre, los cambios y el tiempo añadido en los choques ante el Ibiza y el San Fernando se han realizado con un cartelón que no es propio de un club con cien años de historia.