A ningún guardameta del mundo le gusta ser protagonista cuando se equivoca haciendo su trabajo, pero ayer le tocó cubrirse de focos y luces al portero del Murcia, Ian Mackay, un jugador que todavía no había despertado ni elogios ni críticas, pero que ayer se movió en esa delgada línea que separa un despiste normal y humano de lo que algunos consideran un error grosero.

En el minuto sesenta y uno de partido, sin jugadores del Recreativo estorbando por las inmediaciones del área grana, el defensa Charlie Dean le devuelve un balón a su portero que podría calificarse de manso, pero que el cancerbero gallego, viéndolo tan suave, puso el pie para detenerlo con tanta confianza sin esperar lo que ocurrió, que el balón pasó por debajo de su bota derecha hasta que el esférico cruzó la línea de gol y el colegiado, tal y como reflejó en el acta, le dio el tanto en propia puerta al defensa británico, porque el meta grana no llega ni a tocar el balón que le devolvió su compañero de vestuario.

Mackay tiene una amplia carrera en el fútbol de Segunda B, pero en Nueva Condomina nadie recuerda en estos últimos años un error tan grave protagonizado por un portero, más todavía cuando el 'regalo' de ayer sirvió para que el Recreativo rescucitara hasta el punto de revolverse como un perro herido en busca de haber conseguido algo más que un punto. Aunque el jugador de La Coruña se llevó las manos a la cara en señal de desesperación tras verse protagonista de unas imágenes que van a tener mucho recorrido, debe pensar el excancerbero del Racing de Ferrol que al menos tuvo la suerte de no convertirse en el centro de la ira de los aficionados, ya que la situación que vive la entidad es tan extraña que la propia afición entendió ayer que no era el día de 'enterrar' a su portero titular a pesar del despropósito, lo que le valió para llevarse los aplausos de una grada que, aunque le dolía perder dos puntos, tampoco quería 'cargarse' a uno de los suyos a las primeras de cambio.

Los dos entrenadores del encuentro de ayer, tanto Manolo Herrero como José María Salmerón, calificaron de «desgracia» la acción puntual que se convirtió en la comidilla de después del encuentro, aunque al meta gallego solo le queda lamerse las heridas arropado por los suyos y sus compañeros hasta que en el próximo partido sea capaz de dejar el segundo gol encajado ante el Recreativo en una anécdota que pase lo más rápido posible.

Ayer los aficionados tampoco pudieron conocer la cifra oficial de espectadores porque, según fuentes del club, los tornos de acceso a Nueva Condomina se estropearon y fue imposible contabilizar la asistencia exacta de público. De hecho, las mismas fuentes también aclararon que, dentro de la promoción de tener que haber acudido como mínimo al ochenta por ciento de los partidos para tener un hipotético descuento en caso de ascenso, el choque ante el Recreativo no se contará debido a estos problemas ajenos a los socios.

Entre la 'cantada' de Mackay y los tornos rotos, al margen de lo que pasó sobre el césped en 90 minutos, la otra imagen del día estuvo en el palco de autoridades, ya que ayer fue el primer partido en Nueva Condomina en el que Víctor Gálvez, el actual presidente, no acudió a la primera fila de la zona VIP, un hueco que ocupó su hijo y vicepresidente, Víctor Valentino, quien estuvo acompañado de sus colaboradores para seguir sin ver al equipo ganar en Nueva Condomina en las dos jornadas disputadas al calor de su público, tras un empate sin goles ante el Villanovense y el de ayer contra el Recreativo de Huelva.

Después de la victoria en la primera jornada liguera en casa del Sanluqueño, el Murcia de Manolo Herrero acumula cuatro empates consecutivos, contando la igualada también en la Copa ante el Ebro zaragozano, unos resultados que no son los peores, pero que tampoco son los que pensaba tener a estas alturas una directiva que ha tirado de talonario en la contratación de jugadores para estar en lo más alto desde el primer día, aunque para subir peldaños en la clasificación los empates no son una gran ayuda.