¿Cuál fue su cometido en el Mapfre?

El Mapfre, como cualquier barco profesional de competición, tiene una persona encargada de analizar todos los datos de los sensores a bordo. Cada segundo se graban unas 70 variables, y una vez terminada la regata y celebrada la reunión de los tripulantes, me mandaban el archivo con todo lo que había pasado. Mi cometido es analizar los datos y, en torno a uno día o dos días, generar unos informes para que los tripulantes pudieran ver cómo se podía mejorar o qué fue lo que ha pudo fallar en un determinado momento. Estos barcos llevan muchos parámetros que pueden ir cambiando para ir más rápido, y hay unos quince que tienen un impacto muy grande en la velocidad final y en el rendimiento.

Es decir, es como la telemetría en la Fórmula 1.

Sí, es muy parecido. Los ingenieros en la Fórmula 1 están viendo en los boxes todos los datos de la telemetría, como el consumo de los motores, y en la vela sería algo así. Aunque también podríamos hacerlo en tiempo real, nosotros lo procesamos después. En los coches encuentran qué tipos de ruedas son más adecuadas para cada situación, y nosotros lo hacemos con las velas, la quilla, el ángulo del timón... Todo pequeño parámetro está estudiado. Antes, la gente salía a navergar y si era buena iba más rápida. Aunque eso se sigue dando, se comprueba con números si todo funciona realmente bien.

Pero la vela es más compleja porque el viento cambia y en un circuito de coches es todo constante.

Como no me dedico a la Fórmula 1, no lo puedo comparar, pero aquí lo bonito e importante es que te mueves con el viento y el agua, que son dos medios que cambian de forma constante. En el agua siempre hay olas y el viento, para una misma velocidad, no es igual el que sopla en una zona ecuatorial que en la Antártida. Como la temperatura cambia, la densidad también varía, porque el viento pesa más, por así decirlo, cuando está frío que cuando la temperatura es cálida. La complejidad es alta.

¿Y cómo llegó un joven de Murcia que reside en Cartagena hasta ese puesto?

En la empresa donde trabajo hay diferentes disciplinas, y una de ellas es la ingeniería naval, con asesoramiento a la hora de estudios en yates y veleros. Tenemos asesores desde la parte de diseño, con cálculo computacional de fluidos, hasta el cálculo de velocidades, y yo me encargo de lo que llamamos VPP.

¿Pero usted ha navegado alguna vez?

En realidad me dedico a esto porque lo que me gusta es navegar. Mi hermano compró un barco hace unos años, cuando era un crío, y me aficioné . He hecho regatas y en 2013 crucé el Atlántico en una prueba de cruceros. Cada vez que puedo me escapo al agua. Y en este trabajo también tengo la suerte de que a veces me mandan a navegar, ya que el asesoramiento no es solo en tierra, también se hace sobre el barco. La parte de análisis también conlleva la calibración de todos los sensores para que los números tengan sentido. En definitiva, los ingenieros navales somos una parte más de los equipos de vela.

¿Hay muchas diferencias entre los barcos que participan en la Vuelta al Mundo?

Los barcos participantes son prácticamente idéntidos y, por eso, cualquier ventaja que se pueda sacar en cualquier parte del barco ayuda muchísimo. El Mapfre, junto al ganador, el ´Dongfeng´, fue el que más entrenó antes de la regata, buscando esos puntos clave que tiene el barco para ser más rápido. En la primera etapa, de hecho, se notó mucho esa cantidad de información acumulada. La curiosidad es que el otro barco lo llevaba uno de mis jefes. El Mapfre acabó segundo, el mejor resultado de un barco español en la historia de la Vuelta al Mundo, pero los dos primeros estaban asesorados por nuestra empresa.

Entonces habría pique entre ustedes.

Sí, pero al final nos llevamos todos muy bien. Había cachondeo y humor en todo esto. Lo bonito de este trabajo es que se mezcla la afición con el trabajo. A veces hasta tenemos la oportunidad de navegar en barcos que son muy profesionales.

¿Desde cuándo hay ingenieros navales en la vela de alta competición?

Nosotros tenemos un trabajo multidisciplinar y cualquier persona que tenga suficientes conocimientos técnicos, puede desempeñarlo. Pero si además tiene experiencia en navegación, eso supone un plus. En mi caso yo he llegado hasta aquí por casualidad, porque estaba trabajando en Inglaterra en el prediseño de barcos, pero me salió la oportunidad volver a casa y la aproveché. En realidad, no hay constancia de quién fue el primer ingeniero naval que se dedicó al análisis de datos, pero lo que nosotros hacemos no hay muchos que lo hagan en el mundo. Antes lo hacía una persona de a bordo, pero ha llegado un momento de profesionalización, que cada navegante tiene sus cometidos y nos contratan a nosotros.

¿Si un día le proponen navegar profesionalmente se atrevería a dar el paso?

Si me surgiera una oportunidad, ¿por qué no? Es difícil porque una cosa es que te apetezca, pero luego hay que estar ahí, en el Océano Sur con 45 nudos de viento. Los que navegamos sabemos que se viven situaciones muy difíciles y otras increíbles. Como aficionado me encantaría, no podría decir que no, porque una parte de mí lo desea. La vida del navegante profesional de regatas es muy emocionante, pero al final no paras. Está bien, muy interesante durante unos años, pero muy duro para hacerlo durante toda la vida e inestable familiarmente.

¿Y cómo es la gente que se dedica a esto?

Desde fuera la gente tiene asociada a una clase super alta a los regatistas, pero navegar no es tan bonito como lo pintan, sobre todo en las regatas de larga distancia, que son muy duras. La gente es muy humilde y mí me sorprendió mucho conocer a Xabi Fernández, el patrón de Mapfre, o a Joan Vila, un navegante reconocido en el mundo, que son gente muy humilde, que se juega la vida cada vez que sale a la mar. Ellos tienen la humildad que a lo mejor no tiene la gente que viaja en una yate a Ibiza.