Mirar al cielo y ver las estrellas es prácticamente imposible en las grandes ciudades. La razón, la contaminación lumínica. Así, para un madrileño o un barcelonés es muchísimo más complicado disfrutar de las estrellas que para cualquier vecino de un pueblo murciano. Algo parecido le ocurre al Real Murcia. Mientras que en equipos con poca presión, los futbolistas siempre rinden por encima de sus posibilidades, en el club murcianista, los jugadores llamados a marcar diferencias pocas veces salen por la puerta grande al final de una temporada.

Esta campaña los granas tienen a varios hombres con ese cartel. El principal atractivo de la plantilla es Dani Aquino, aunque el fichaje de Jesús Alfaro también revolucionó a la afición. Sin embargo, ayer, cuando más necesitaba Manolo Herrero que sus chicos franquicia tiraran del carro, el cielo del Real Murcia se quedó completamente vacío. Ni una estrella brilló en el firmamento murcianista. Tanto que para salvar un punto hubo que tirar de las paradas de Mackay y la seguridad de la línea defensiva. Porque en el Nuevo Vivero, solo hubo un equipo que mereció ganar, y ese fue el Badajoz. De estar un poco más acertados, los pacenses podrían haber hecho mucho daño a un Real Murcia que se vino abajo a las primeras de cambio y que con la expulsión de Maestre en el minuto 40 pareció mostrar el pañuelo blanco para que el colegiado parase la batalla cuanto antes. Un empate parecía más que suficiente.

Fue la roja a Maestre la acción que pareció cambiar el partido, pero el encuentro ya estaba en ese minuto 40 en manos de los de Patxi Salinas. Después de quitarse la presión de los minutos iniciales, el Badajoz apostó, por un lado, por la paciencia que nunca tuvieron los granas y, por otro, por la intensidad que les permitía ganar cualquier batalla y llevarse cualquier balón dividido.

No funcionaba el centro del campo, mientras que Dani Aquino deambulaba por el terreno de juego sin ton ni son. Manel Martínez, por su parte, intentaba disputar la guerra por su cuenta, aunque nunca recibió un balón en condiciones. Tampoco Jesús Alfaro era capaz de desatascar a los murcianistas, que veían como sus laterales estaban demasiado ocupados en defensa como para ayudar en ataque.

No fue el partido del Real Murcia. El Badajoz le robó el balón, y los de Herrero nunca supieron qué hacer para cambiar la dinámica. Cuando el descanso se veía como la única solución a un partido que se iba de las manos, Sergio Maestre entró con la puntera por delante y el colegiado consideró que la acción merecía roja directa. Fue el fin de los murcianistas, aunque minutos antes ya se había visto que ayer tocaría sufrir y mucho. Sin una ocasión peligrosa en toda la primera parte por parte del Murcia, el Badajoz vio como Charlie Dean les quitaba un gol en la misma línea y como el travesaño salvaba un fuerte disparo de Guzmán. En el otro área, Royo vivía más que tranquilo. Apenas un par de córner y una falta, aunque eso es igual a nada en el bando grana, que parece no dar ninguna importancia a esas acciones tan importantes en una categoría como Segunda B.

Tocado al descanso y muy hundido en el inicio de la segunda parte. Pese a la salida de Armando, el Real Murcia temblaba como un flan, y Lamarca tuvo ocasiones para hacer un traje a los visitantes. Solo las intervenciones de Mackay y la falta de puntería de los pacenses evitaron que el marcador empezase a decantarse a favor de los locales.

Un tímido remate de Alfaro en el 59 fue el primer acercamiento claro de los murcianistas, que no eran capaces de encontrarse cómodos ni jugando a la contra. Las pérdidas de balón eran constantes y desde el banquillo Manolo Herrero parecía no saber qué tecla tocar. El no tener delanteros de garantías -Curto y Chumbi volvieron a quedarse fuera de la convocatoria por lesión- no ayuda en nada al técnico murcianista.

Con la libreta de Herrero sin ideas, Salinas echó más leña al fuego. La entrada al campo de Higón fue un acierto para el Badajoz y una pesadilla para el Murcia, que sufría en cada intervención del atacante.

Solo quedaba a los granas rezar para que el cansancio pasara factura a los pacenses. Y eso fue ocurriendo poco a poco. A la vez que bajaban la intensidad los locales, la defensa grana se afianzaba para salvar un punto que parece no ser suficiente después del pinchazo casero ante el Villanovense.