Ruina en latín, por decirlo suave. El Madrid jugó bien una hora contra el Atleti en la Supercopa europea, pero una cosa es contar peces y otra pesar pescado. Y es que, arriba faltaba padre y atrás sobraron madres. Decíamos que los goles hacen bueno el juego mediocre; el oscilante Madrid de Zidane, por ejemplo; y su ausencia hace malo el bueno: el que dibuja Lopetegui. Si entornamos los ojos, ¿qué hubiera sido del fútbol asombroso de la selección que diseñó Luis y eclosionó con Del Bosque en Sudáfrica sin la espada de Villa? ¿O de la excelencia del Barça de Guardiola sin el punch de Eto'o y Villa primero, o sin los tropecientos goles de Messi después, desatado de la banda derecha por el clarividente técnico?

Benzema y Bale parecen renacidos tras la marcha del astro que los ensombrecía, aunque no vayan a optar al Pichichi. Isco luce galones y Asensio, si insiste con él Lopetegui y no es flor de un día, como ocurrió al inicio de la temporada pasada; o si no fichan otro punta, marcará una veintena de goles. Pero sumados a los que marquen el galés y el francés, si continúan finos, no harán la pirámide de Cristiano, ancha en sus goleadas a equipos medianos y puntiaguda en la docena que hacía a los grandes en momentos cumbre. ¡Ahí está la madre de este cordero! Cuando pintaba peor aparecía el zamarrazo del tan ególatra como histórico y decisivo Cristiano y al bote.

Me gustó el Madrid por su presión arriba, la rapidez en las triangulaciones, los continuos cambios de juego y por no descomponerse tras el sorprendente gol tempranero de Costa. Y debe ser ilusionante para los merengues aun con la derrota. Sin embargo, aunque el Atleti es mal rival para ensayos, no me gustó la blandenguería atrás en los goles, y sobre todo sin Casemiro. Finalmente, esos detalles que marcan las finales tuvieron nombre propio: Marcelo. Buen partido en líneas generales, pero evitó el triunfo de los blancos al disputar un absurdo fuera de banda, preludio del empate colchonero, y fallando un espectacular remate en el último segundo antes de la prórroga. Cosas del fútbol.

Ahora dirán que es pronto, que todavía están a tiempo o que precisan fichajes, pero ese tiempo es lo que necesitan de verdad. Y si no se arman de paciencia llegarán las prisas con los movimientos deslavazados que preceden a la locura del desastre. Una travesía desértica que debería ser también esperanzadora. El fútbol vislumbrado en Tallin y la calidad y juventud de sus próximas estrellas lo merecen. Florentino debe perseverar en su loable cambio de estilo, aunque lo dudo. La ambición a corto ciega a los más preparados. Y la soberbia más. Y hasta el miedo a los pañuelos que anticipamos hace cuarenta días.

Y al Atlético no debe cegarle tampoco el éxito -perdió el Madrid-, aunque puede ser su año. Simeone tiene plantilla para soñar, pero es listo y sabe que de diez partidos que juegue así, contra equipos grandes perdería ocho; solo lució a ratos y en la prórroga, con un Costa espectacular y un excelente Lemar, al que cambió enseguida de banda para frenar a Carvajal y Bale. Es un gran táctico y ahí estuvo la clave que impidió al Real liquidar el partido, que bien pudo. Y en el cambio del mediocentro Thomas para ubicarlo en la media punta y contrarrestar el buen inicio blanco en la prolongación. ¡Extraordinario Simeone!

La calor murciana

Es tan insoportable como las preguntas sin respuesta ante la esperpéntica situación grana. ¿Qué hacen dos personas peleándose por una ruina? ¿Otorgó Moro una opción de compra sin contraprestaciones? ¿Cuánto y cómo cobraron él u otros, antes y después? ¿Qué se ha hecho con el reciente efectivo pagado por miles de abonados, y por lo tanto, no fiscalizable? ¿Alcanzará hasta noviembre? ¿Quién le ha pedido dinero a quién, cuánto y por qué, para retirarse de la pugna? ¿Cuánto han puesto de verdad unos y otros? ¿Tienen proyecto y solvencia económica?

Tal vez lo único claro sea lo que afirma el buen exfutbolista y técnico murciano Sergio: la grandeza del Real Murcia, aun ruinoso.

Y que desgraciadamente hemos perdido una entrañable institución murcianista. Antonio Ruiz Abellán, vecino que admiré desde jovenzuelo, exfutbolista de época y exdirectivo, desde ese cielo donde asegura acertadamente su hermano Pepe que está, se preguntará lo mismo.

¡Qué lamentables aquellas dudas y qué penosas estas certezas!