La natación es uno de esos deportes que exigen dedicación máxima. Detrás, entre bambalinas y alejados de los focos, sus deportistas tienen que hacer grandes sacrificios, con jornadas maratonianas de entrenamientos, desde que amanece hasta que anochece. En el CAR de Barcelona, donde tiene su laboratorio la Federación Española y se gestó la leyenda de Mireia Belmonte, la mejor nadadora española de todos los tiempos, trabaja también a diario un joven de la Región, el cartagenero Alberto Martínez Murcia (27 de junio de 1998), de la barriada de Urbincasa, quien acaba de confirmar que es una de las grandes realidades de este deporte en aguas abiertas del país.

Las renuncias que ha tenido que realizar desde que el pasado verano se puso en manos del técnico francés Fred Vergnoux, abandonando esa zona de confort que tenía en su domicilio familiar, tuvo su recompensa en Glasgow, donde logró el décimo puesto en el Europeo, siendo el segundo más joven de la clasificación final en la prueba de 10 kilómetros, y el undécimo en 25, donde realizó su estreno internacional.

Alberto Martínez comenzó a nadar en la piscina del Arsenal de Cartagena, donde acompañaba a su hermano mayor. A los 4 años ya se lanzó al agua y dos después estaba compitiendo pese a que aún no tenía la edad mínima. «Uno de los entrenadores se fijó en mí, vio que era super nervioso y dijo ´vaya elemento, hay que aputarlo al equipo´», recuerda el nadador del club Marina Cartagena, a quien le preguntaron la edad, «pero me equivoqué al decirles el año de nacimiento; pensaban que tenía uno más y me apuntaron a la Travesía a Nado del Puerto de Cartagena, que para mi categoría era de 600 metros. Me dieron el premio al más joven», afirma.

Con David Victoria aprendió a dar sus primeras brazadas y a sentir el cosquilleo que produce la competición, para poco después llegar a las manos de Margarita Cabezas, considerada una de las mejores entrenadoras del país, madre de la campeona de Europa Margarita Domínguez, también criada en un club de natación que durante años ni siquiera tuvo una sede fija para realizar los entrenamientos.

Alberto Martínez fue creciendo, destacando en Campeonatos de España y ganando pruebas de aguas abiertas, como la Copa de España júnior así como varios títulos nacionales en esta modalidad olímpica. Pero hace justo un año, su vida dio un giro. «El seleccionador, Ricardo Barrera, me dijo que había una oportunidad de ser becado, aunque la Federación Española no contemplaba en esos momentos las aguas abiertas. Pero al final sí que sacaron ayudas y tras hablar con Margarita, decidimos que lo mejor era irme al CAR de Sant Cugat», explica.

Ahora tiene diariamente como una compañera más a Mireia Belmonte -«al principio impresionaba verme al lado de ella, pero ahora es algo ya normal», dice-, y no oculta que le costó adaptarse a su nueva vida: «Lo más difícil fue el hecho de no estar con mi familia. No era lo mismo. Me lo tomé como si fuera una concentración más de las que estaba acostumbrado a realizar, pero era muy larga y no acababa nunca. Me tuve que acostumbrar a entrenar casi ocho horas diarias, un ritmo muy duro, cuando en Cartagena, como mucho, podía hacer seis horas», comenta.

En cualquier caso, los inicios fueron más llevaderos, ya que «me sentía con mucha motivación interior. Pensaba que iba a nadar con los mejores y a entrenar con ellos, y que tenía que dar resutlados porque el margen de mejora era enorme al estar rodeado de gente de mucha calidad», explica.

Las intensas jornadas de entrenamiento han provocado también que haya tenido que ´sacrificar´ los estudios: «Estoy haciendo el segundo curso del grado superior del TAFAD y voy sacando las asignaturas que puedo. Hay veces en las que por los entrenamientos solo he podido ir tres horas a la semana a clase, pero solo cuando todo cuadraba a la perfección. Los compañeros y los profesores me mandan algunos documentos, pero además hay otro inconveniente, que tengo que estudiarlo todo en catalán y la verdad es que aún no lo entiendo mucho. Los éxamenes sí que los puedo hacer en español, pero las preguntas también las formulan en catalán», comenta.

Después de confirmar en los Europeos esa teórica progresión, ahora llegan nuevos retos, aún mayores: «Soy muy abicioso», afirma rotundamente, «y en el Europeo logré el mejor resultado de la temporada en el mejor momento. Cuando tocaba hacerlo, logré el objetivo, que era quedar en el ´top 10´, y ahora ya estoy mirando al año que viene, donde tengo el Campeonato del Mundo, aunque primero hay que clasificarse», dice.

Y en el horizonte, a solo dos años vista ya, están los Juegos Olímpicos de Tokyo, donde Alberto Martínez tiene fundadas esperanzas de estar entre los elegidos: «Para estar en el Mundial solo tengo que luchar por la plaza con los nadadores españoles, pero los Juegos son palabras mayores. Solo veinticinco de todo el mundo lo consiguen y tenemos dos oportunidades, pero la primera pasa por acabar entre los diez primeros el Mundial de Corea. Si no lo consigo, tendré que esperar al preolímpico, que se disputa también en el año 2020. Lo ideal es conseguirlo en la primera oportunidad para no tener que realizar otra preparación específica», explica.

«Es difícil, pero es mi sueño y voy a pelearlo con todo», dice este joven que también en su infancia jugó al fútbol sala una temporada, pero «nada, eso no me llenaba». La dureza de la natación, en cambio, sí que caló hondo en Alberto Martínez.