A estas alturas del verano, en Cartagena deberían estar de vacaciones, disfrutando del regusto de una temporada histórica y recargando las pilas antes de afrontar un curso ilusionante en la división de plata. Pero al final no hubo ni celebraciones, ni champán ni nada de nada. Solo quedó la desilusión, porque el club se estrelló dos veces contra la misma piedra, y murió antes de llegar a la orilla. En Majadahonda se cayeron parte de las ilusiones, algunas de las que quedaban se fueron al limbo en Almendralejo, y la mínima esperanza de remontada en casa se quedó solo en el intento. A partir de ahí, en apenas cinco días, el club ha visto cómo se escapaban sus opciones de subir a Segunda y cómo sus rivales han denunciado un intento de amaño que ha teñido de marrón el verano en la ciudad portuaria. Y en el futuro, una sola palabra: incertidumbre.

Los ánimos siguen muy caldeados en el asunto del intento de amaño. Según el diario El Mundo, Juan Sabas implicó ayer a Felipe Moreno, el propietario del Leganés y amigo íntimo del Francisco Belmonte, en su declaración ante la Policía en Madrid, y aseguró que se reunió con él la semana pasada en un centro comercial de la capital. Tal y como figura en la denuncia presentada por el Extremadura, presuntamente Moreno le ofreció dirigir al Cartagena la próxima temporada a cambio de dejarse perder en la eliminatoria por el ascenso.

Los goles de Rubén Cruz y Aketxe, la recuperación anímica del equipo tras caer en Majadahonda, la propuesta futbolística de Alberto Monteagudo, la regularidad de pelear por el ascenso dos temporadas seguidas y ganar la liga este último curso... Todo eso ya es historia. En Cartagena ha dejado de hablarse de fútbol y las conversaciones tratan sobre temas bastante más oscuros: las acusaciones de Juan Sabas, del presidente del Extremadura y del entrenador del Rayo Majadahonda; las relaciones de Francisco Belmonte con Felipe Moreno; la implicación de Juan Carlos Ceballos en el caso; la inminente salida de Alberto Monteagudo y la llegada de un nuevo técnico; la reestructuración de una plantilla con demasiados partidos a sus espaldas; y, sobre todo, la creación de un nuevo proyecto que enganche una vez más a una afición cansada de pelear por el ascenso a Segunda y quedarse a las puertas del éxito en el último momento.

La directiva albinegra tiene que afrontar todos estos retos al mismo tiempo que trata de demostrar ante la Federación, ante la Policía y ante los organismos judiciales su honestidad. Además, el tiempo apremia, porque la temporada ha acabado un mes más tarde lo previsto. El resto de equipos de la categoría llevan tiempo preparando la pretemporada y avanzando en el mercado de fichajes.

El club debe plantearse si sigue por el mismo camino o iniciar un proyecto de cero y renunciar al año de contrato que le queda a Alberto Monteagudo. Todo apunta hacia esa última dirección, una vez que la etapa del manchego parece estar agotada, y esta semana ya han sonado los nombres de sus posibles sustitutos: José María Salmerón o Pablo Alfaro.

El que coja el relevo del manchego sabe que empieza una temporada en un club que estuvo a veinte segundos de subir a Segunda División, con un vestuario que no olvidará ese golpe, y con el listón alto porque el Cartagena ha sido campeón del grupo IV este curso y lo lideró durante gran parte de la 2016-17. Solo ascendiendo a Segunda División superaría el legado de Alberto Monteagudo. Al mismo tiempo, otro escollo del club será iniciar una nueva campaña de abonados. Entonces se comprobará si la ilusión de la gente de Cartagena se puede recuperar de una temporada a otra o se necesita más tiempo y más resultados para que el club y su gente vuelvan a pelear por lo mismo.