El 24 de mayo de 2016, Guillermo Martínez Abarca y sus consejeros cambiaban Nueva Condomina por el Edificio Moneo para presentar la ampliación de capital que estaba llamada a despertar al murcianismo.

Aplaudida por la Asociación de Accionistas Minoritarios, representada en el club por Enrique López y Stefan Settels, y por la Federación de Peñas, con Miguel Martínez a la cabeza, el proceso se ponía en marcha con un objetivo claro, que la Región se volcara para acercarse lo máximo posible a la cifra de cinco millones de euros que había sido aprobada en junta ordinaria. Martínez Abarca, presidente del club, fue el primero en tomar la palabra. «Ya hay acciones suscritas, y bastantes», anunciaba, para dejar claro que «con la ampliación de capital y el nuevo convenio de acreedores se conseguirá la viabilidad del Real Murcia». En la misma línea del mandatario se expresaron Miguel Martínez y los integrantes de la AAMRM, todos convencidos de que aficionados y empresas romperían la hucha para ayudar al conjunto grana.

Pero la esperanza se quedó para siempre en el Edificio Moneo, porque conforme pasaban las semanas, conforme se iban cumpliendo fases del proceso, las ilusiones del consejo de administración chocaron con la mismísima realidad. Solo un mes y medio después -1 de julio-, Abarca ya reconocía que «la ampliación va muy floja; peor de lo que esperábamos».

Y los síntomas no mejoraron en exceso. Los aficionados y las empresas miraron para otro lado y ni el intento de alargar el proceso sirvió de mucho. Hasta el 14 de noviembre, un día antes de que se echara la persiana a la ampliación, no se había llegado ni a los 200.000 euros. Un día después, Raúl Moro confirmaba la compra de acciones por valor de 400.000 euros, haciendo que se elevase la cifra definitiva a los 577.456 euros.

El dinero daba un pequeño respiro, pero al contrario de lo que vislumbraba el consejo presidido por Martínez Abarca en mayo de 2016, la sociedad y las empresas volvían a demostrar que sus preocupaciones no visten de grana. Solo quedaba agarrarse a la llegada del inversor extremeño, que, según los que le rodeaban, manejaba empresas que facturaban hasta cien millones de euros.

Dos años después, con la entidad más grave que nunca por la política de derroche practicada por Raúl Moro y Desado Flores, Víctor Gálvez se sentaba la pasada semana ante los accionistas para poner sobre la mesa un panorama que del gris ha pasado al negro. Según las cuentas presentadas por el oriolano, en las que se ha apostado por utilizar herramientas para reducir el activo y elevar al máximo la deuda, el club debe 53 millones de euros, por lo que la palabra liquidación vuelve a tomar fuerza.

La solución del actual presidente del Real Murcia se conoció en la misma junta de accionistas. En dos meses se convocará una nueva asamble para aprobar una ampliación de capital por valor de 18,8 millones de euros. Como si de un déjà vu se tratara, los presentes escucharon salir de la boca de Gálvez unas palabras casi idénticas a las que Abarca pronunciase en el Edificio Moneo. Si el abogado murciano dijo que «con la ampliación se logrará la viabilidad del Real Murcia»; el oriolano señalaba que «la salvación pasa por esa ampliación de capital», en la que además «se decidirá el dueño del club». El máximo mandatario grana incluso utilizó el miedo, considerando que «si no se cubren los 18 millones, el Murcia irá a la disolución».

La ilusión del presidente murcianista contrasta con los antecedentes. Martínez Abarca se quedó con la espina clavada de no despertar al murcianismo en una situación de máxima urgencia para el club grana. Pero no ha sido la única ampliación que se ha quedado lejos del objetivo. En verano de 2009, Jesús Samper lanzaba acciones por valor de dos millones de euros. El madrileño tuvo un poco más de éxito -convenció a 6.200 aficionados- al ingresar 714.208 euros, aunque esos títulos, como reconocen miembros de aquel consejo de administración, salían prácticamente gratis, porque a cambio de participar en la ampliación, los seguidores granas obtenían un 40% de descuento en la adquisición del carné de abonado de esa temporada (2009-2010) y de las dos siguientes (2010-2011 y 2011-2012).