O sálvese quien pueda. Decíamos que Florentino Pérez ficharía despavorido, y así ha sido; Wenger tampoco quiso.

Tan evidente es que el Real Madrid ha salvado un abismo como que la selección se ha dado un tiro en el pie. No podrá el seleccionador aducir falta de objetividad si alguien le achaca favoritismo con los jugadores merengues que alinee, pero tampoco tiene por qué ser así; los resultados, más que nunca, darán o quitarán razones. En todo caso, lo que está fuera de duda es que se ha ladeado del fiel de la balanza entre clubes que todo seleccionador nacional debe tener. Rubiales debuta con muy mal pie. Que le birlen al técnico al que acababa de renovar es sinónimo de flojera institucional, por mucho que pese el Real Madrid en el planeta fútbol. Y, por otro lado, aunque Pérez haya vadeado en el último instante el hoyo, ¿no podrían haber esperado al final del Mundial para anunciarlo? ¿En qué queda ese principio futbolero de que nada debe enturbiar los días previos a cualquier partido importante?; el Campeonato del Mundo de selecciones nacionales es mucho más que ninguna final de clubes. El mandamás merengue sale ganador, el seleccionador como oportunista y puro extemporáneo -ni primero ni segundo plato ni postre ni café ni copa- y el presidente de la RFEF de cornudo. Y para no ser consentido, si tuviera carácter con arrestos, cesaría de inmediato a Lopetegui. Tampoco se iba a hundir el mundo. En el cuadro técnico de ayudantes del vasco hay gente con la capacidad necesaria para sustituirlo sin aparente merma. Y los jugadores son los mismos.

Y cuidado, que esto no minusvalora la preparación del seleccionador para dirigir al Real Madrid ni que lo haya hecho mal como seleccionador. Solo que anunciarlo ahora es tan inoportuno como innecesario. Es difícil mantener algo así en secreto, pero los riesgos para la selección sí eran fácilmente previsibles. De ahí que la aquiescencia de Lopetegui a anunciarlo sea más deslealtad que sinceridad. El Real Madrid ha ido a lo suyo, cosa lógica, el técnico tal vez pintara poco porque seguramente no podía soñar meta mejor, pero lo de la Federación Española y su presidente es vergonzoso. Cornudos, consentidos y seguramente apaleados. Una pena. Y con ella, las esperanzas de la afición española en general.

Ojalá nuestros internacionales sean capaces de aislarse de tamaña inquietud y suene la flauta, tendrían mucho mérito añadido, es lo que todos deseamos, pero temo que con este inoportuno anuncio el Mundial de Rusia pueda ser la muerte definitiva del fútbol que una vez soñó Luis Aragonés, y lo llevó a la práctica, y el apagón póstumo del excelente relevo de Del Bosque, que aun siendo madridista supo mantenerse siempre en el fiel de la balanza que su cargo exigía. Lopetegui, sin ganar nada aún, ha ido a su avío sin ningún reparo. Y seguramente, también, con la poca vergüenza que muchos le achacarán, cargados de demasiadas y evidentes razones.

La película podría titularse Desde Rusia con desamor, y ya veremos si a partir de agosto, con la nueva temporada del Real, titulemos Y con él -Lopetegui- llegó el escándalo. Tienen los del Bernabéu demasiados frentes abiertos para abrir también el de un fichaje muy polémico en las alturas. Si ocurre como con Roma y los asesinos de Viriato, igual el fútbol patrio tampoco paga a los traidores. Mal pájaro se le ha puesto al Real Madrid en su bardiza. Y repetimos, no por la figura estricta de Lopetegui como técnico, sino por lo que representa.

¡Qué diferente hubiera sido si anuncian el fichaje a mitad de julio, en el mejor de los casos para España, o cuando nuestra selección hubiese acabado su participación! Entonces hablaríamos de otras cosas, pero ahora, con diecisiete internacionales de veintitrés que serán rivales extremos de su seleccionador y técnico momentáneo a partir de agosto, solo podemos lamentar las consecuencias.

Si riñe a un veterano lo podrá mandar a hacer puñetas. A uno joven, le entrará por un oído y le saldrá por el otro; no será el siguiente seleccionador. Y se llevará mucho ojo con sus futuros pupilos, que pueden esperarlo en el vestuario blanco con la escopeta cargada. ¡Menudo panorama! Y no digamos nada si se lesiona algún futuro rival por exceso de celo del técnico.

En resumen, esta decisión desbocada traerá, como en las malas ferias taurinas, pitos, división de opiniones, bronca y gran bronca. Al tiempo.