Qué desagradecido es el fútbol con sus verdaderas aficiones. El azar quiso que dos clubes de solera y muchos años de historia como son Real Murcia y Elche se vieran las caras a las primeras de cambio en este play off de ascenso a Segunda División. Y tal y como había ocurrido en las tres campañas anteriores, el color grana volvió a tomar crueles tintes haciendo honor a los precedentes: el Real Murcia, por cuarta temporada consecutiva, seguirá un año más vagando por el infierno de la Segunda B. Y solo su afición conoce verdaderamente las sensaciones que desprende este cuarto varapalo seguido.

Cada gol materializado por el Elche en esta eliminatoria se convirtió en un puñal directo al corazón del murcianista. Pero ni con esas volvió a decaer la masa grana. Una vez consumada la eliminación, más de tres mil gargantas volvieron a poner la primera piedra de la resurrección de un club que, por mucho que en los despachos no encuentre el norte, recorre el camino hacia el cielo gracias a cada uno de sus enfervorizados fieles.

La que se ha convertido en una de las temporadas más duras de la historia del Real Murcia concluyó ayer sobre el césped del Martínez Valero. Murió el equipo murcianista con las botas puestas, con orgullo, pero teniendo únicamente detrás a los miles de aficionados a los que representan. Sin un proyecto estable, que otorgue seguridad y tranquilidad a todos los estamentos del club, el equipo grana volvió a buscar su salvación por la vía rápida luchando por un ascenso que no llegará esta campaña. Pese a la decepción, los jugadores y el técnico, José María Salmerón, no aguantaron ningún chaparrón, sino todo lo contrario: cánticos por un escudo centenario que, otro año más, deberá volver a levantarse en busca de su paz soñada. No formaron parte de ese momento dos pilares del vestuario como el guardameta Biel Ribas y el atacante Chrisantus, quienes partieron hacia el vestuario sin recibir el veredicto de sus aficionados.

Sí compareció en pleno césped Toni Hernández, director general murcianista, el último en llegar y el primero en intentar levantar los ánimos del respetable grana. Una vez más, el futuro se tiñó muy negro. Hoy, como ocurre siempre, el futuro empieza a tomar claros tintes granas.