Trabajo en equipo con esfuerzo y pasión. Así dice que entiende el fútbol el nuevo presidente de la Federación Española, Luis Manuel Rubiales, el exjugador y luego responsable del sindicato de futbolistas que piensa cambiar las cosas para que la organización de un salto de calidad.

Con siete años de experiencia al frente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) y acostumbrado a capitanear grupos como hizo sobre el campo, Rubiales ha marcado su propio estilo, con fuerza y carácter, para convertirse en el relevo de Ángel María Villar después de los 29 años que éste estuvo en la presidencia.

Siempre dijo que iba a ganar y lo ha hecho, igual que cuando se presentó como candidato a presidir la AFE en 2010. Lo decía como suele hablar, mirando de frente, a los ojos y con fuerza, la misma fuerza que la Asamblea le ha dado (80 votos frente a 56 para Juan Luis Larrea) y que convive con la ternura con la que suele hablar de su familia.

Y ha ganado después de meses haciendo miles de kilómetros para explicar sus ideas, ofrecer una federación nueva con profesionalización, transparencia, respeto, ilusión y conciliación.

Trabajar por el fútbol base, el aficionado, el femenino y el fútbol playa, son parte de las ideas para su presidencia en la que quiere llevar a cabo un plan estratégico empresarial para generar más recursos. Una gestión moderna y eficaz que aumente un 25% los ingresos en los dos próximos años es otra de sus prioridades.

Luis Manuel Rubiales Béjar (Las Palmas, 1977) llega a la presidencia de la RFEF después de haber conocido muy bien el fútbol en el césped como jugador del filial del Mallorca y de clubes como Lleida, Xerez y Levante, cuya plantilla capitaneó en la huelga de 2008 por impagos, antes de cerrar su carrera en el Alicante y el Hamilton escocés.

En menos de dos años llegó a la presidencia de la AFE en un proceso electoral que ganó sin votación por la retirada de Gerardo González Movilla y su voz resonó fuerte contra los impagos.

El momento en el que en agosto de 2012, flanqueado por Iker Casillas y Carles Puyol, entre otros, anunció la convocatoria de una huelga para el comienzo de la Liga de ese año fue una imagen inolvidable del fútbol español y un desafío a la patronal de clubes con la que debe empezar a recortar distancia.

Aquella Liga no empezó cuando debía. Lo hizo con retraso, después de siete reuniones entre las partes y con un acuerdo para abonar los 50 millones de euros de deuda que afectaba a unos 200 jugadores.

Su distancia con Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, y su cercanía con Ángel Villar le colocaron el cartel de "delfín" de éste, aunque no tuvo dudas en dejar la presidencia de la AFE para optar a la de la RFEF en cuanto se cumplió el plazo para presentar la moción de censura en noviembre.

Entonces formalizó ante un notario de Valencia 88 avales de la Asamblea sin imaginar que la destitución posterior de Villar, cuando ya había fecha para votar la moción, hiciera que decayera y que las elecciones se demoraran hasta el final de la Liga.

Durante estos meses ha visto rechazadas sus peticiones para la votación de este jueves y se ha convertido en el mayor crítico del "stablishment" federativo, pero siempre con la convicción de una victoria que los votos le han otorgado.