¿Cómo fueron sus inicios deportivos?

En mi caso fue por influencia familiar. Mi padre se hizo socio del Tiro de Pichón, que ahora es el Club de Campo, cuando dejó de pertenecer a unos cazadores, que eran los dueños. Entonces, para atraer a la gente, construyeron dos pistas de tenis, una piscina y un club social y lo abrieron a todo el que quisiera hacerse socio.

¿Y por qué empezó a darle a la raqueta?

Porque mi padre se aficionó al tenis y los fines de semana me subía con él. Empecé a jugar en el frontón, pero uno de los socios, Juan Gálvez, nos cogió a los niños y nos daba clases un sábado de cada mes. Cuando cumplí diez años, Manolo López Piqueras creó la escuela y a partir de ahí empecé a entrenar y jugar.

¿Se le dio bien desde los inicios?

Sí, fui un alumno aventajado porque a los dos años de comenzar gané el campeonato regional que se hacía entre Murcia, Albacete y Alicante.

Pero llegó a destacar mucho en categorías de base.

Cuando pasé a categoría infantil me quedé otra vez campeón regional y me fui al Nacional, conocido como Manuel Alonso, donde el primer año me enfrenté a Sergi Bruguera en cuartos de final y perdí después de tener dos bolas de set en tierra batida. Ese mismo año también fui subcampeón en pista rápida, en el Sport Goofy.

¿En aquella época era tan difícil ser tenista como ahora o incluso más?

Sí porque los recursos eran limitados, las federaciones no tenían sus grupos de competición y alto rendimiento como ahora, por lo que cada uno tenía que pagarse los entrenamientos; era muy complicado, porque también te tenías que costear las salidas a torneos. La única fórmula era irse a Barcelona, de donde salían todos los tenistas. Por mucho que destacaras en tu provincia, al final no tenías más remedio que irte allí, que era donde estaba el ambiente profesional.

Pero no llegó a irse a Barcelona.

Así es. Con 15 años me quedé semifinalista del Campeonato de España cadete siendo de primer año, que fue un gran resultado. Tuve una proyección rápida y buena hasta los 16 años, pero a partir de ese momento, por no tener recursos económicos, me estanqué, ya que tendría que haber cambiado de aires. En aquellos años, Luis Bruguera, el padre de Sergi, tenía una academia y me vio jugar en el Nacional, al que yo había viajado con mi entrenador, pero en el hotel estaba solo. Eso le llamó la atención y se me acercó después de un partido para saber de dónde había salido yo. Me pidió el teléfono y poco después llamaron a mis padres para ofrecerles que me fuera allí a entrenar. Me pidieron 80.000 pesetas al mes y les dijimos que no podíamos pagar eso, pero a los dos días volvieron a llamar diciendo que iban a hacer una excepción y que lo dejaban en 40.000 pesetas porque era muy buen jugador y querían que me fuera para allá, pero de todas formas mis padres no podían hacer frente a eso porque éramos más hermanos y me quedé.

¿Se frenó su progresión por eso?

Claro, me tuve que quedar aquí y no había más. Mi evolución se estancó después de estar el 42 de España, que estaba muy bien porque Sergi Bruguera, que es de mi generación y ganó después tres Roland Garros, era más del doscientos.

¿Nunca se ha planteado qué podría haber sido de su carrera de haberse ido a Barcelona?

Claro que te lo planteas. Estoy completamente seguro de que algo más hubiera hecho. Si mis padres hubieran podido ayudarme más, por la calidad que decían que tenía, habría estado más arriba, pero no pude meterme en ese ambiente.

¿Se dedicó a la docencia para matar el gusanillo?

Fue como un paso natural. Antes de retirarme ya me había sacado los títulos de monitor y árbitro nacional, que los tenía ya con 17 años. Me sentía bien y a gusto en este mundo, está bien pagado y considerado y es una salida que te da el tenis.

¿Siente envidia de los recursos que tiene hoy en día, por ejemplo, su hijo Carlos?

Envidia no, pero es que ahora también es muy difícil y costoso ser jugador, porque el tenis sigue siendo muy caro para llegar a ser profesional. Pero lo que sí es cierto es que los buenos jugadores tienen todos los recursos para entrenar desde hace unos quince años. A los chicos y chicas más sobresalientes de las categorías alevín, infantil y cadete no les cuesta un euro en la actualidad. Además, tenemos muy buenos técnicos aquí, pero en mi época todo eso era imposible y al final lo tenías que dejar, aunque los que aguantábamos más tiempo era porque el tenis lo llevábamos en las venas.

Y luego los recursos que dan los patrocinadores.

Hoy en día, si eres un tenista que destaca un poco, enseguida te dan de todo, como raquetas, ropa, material, cordajes... Y si sobresales más, recibes ofertas de técnicos y clubes que te pagan los entrenamientos.

¿Y sufre más como padre que como tenista?

Sin lugar a dudas como padre, porque cuando eres jugador no te enteras de nada. Se lleva mucho peor.

Pero usted sabe aislarse.

Cuando también has sido jugador y técnico, ves todo desde las tres vertientes en las que puedes analizar las cosas. Yo intento verlo con un enfoque más técnico, que todo es parte de una evolución, aislando la vertiente pasional de padre, que ahí sí se sufre a lo bestia. Me lo llevo todo al lado técnico, para así padecer menos.

¿En su casa solo se habla de tenis?

No, todo lo contrario, no se habla de tenis. Bueno, se habla pero no concretamente de Carlos, de él no hablo de tenis en casa. Sí que comentamos cosas a nivel genérico, pero sin meternos a temas técnicos.

¿Y sus hijos juegan por su influencia?

Es que en casa siempre han vivido este ambiente, porque de pequeños se venían conmigo al club a pasar las tardes. Con los dos mayores fue así y los dos pequeños hacen tanto tenis como fútbol. Lo que es cierto es que el macuto, las raquetas y todo lo han visto desde que nacieron en casa porque siempre está en la puerta.