No fue el final soñado, pero terminar una competición con un triunfo siempre deja mucho mejor sabor de boca. El triunfo en el partido de consolación, al menos, hará que el regreso hoy desde Atenas a Murcia del centenar de aficionados que acompañaron al equipo en la Final Four de la Champions League, sea con una media sonrisa dibujada en el rostro y con la satisfacción de haberse ganado el respeto de la enfervorizada afición del AEK Atenas, el equipo que terminó proclamándose campeón al vencer al AS Mónaco. Y es que si los jugadores lo dieron todo en la pista, no se quedaron atrás los aventureros que hace un mes decidieron rascarse el bolsillo para vivir el momento histórico del club de toda su vida. Solo sus palmas y sus gargantas necesitaron para demostrar a todos que el baloncesto es un deporte que une. Y es que el incidente con un ultra vivido el viernes fue un hecho aislado. De hecho, las aficiones del UCAM, Riesen y AEK se intercambiaron camisetas, se fotografiaron e incluso hicieron juntas un ritual que siempre llevan a cabo los seguidores atenienses y que pone la piel de gallina.

Al final del encuentro, cuando el equipo murciano había recibido sus medallas, muy merecidas por el esfuerzo realizado durante el curso, todos los jugadores y el cuerpo técnico se dirigieron hacia el fondo donde estaban los aficionados llegados desde la Región. Tres de ellos decidieron que la ocasión merecía saltarse el protocolo, que querían sentir más el calor de los suyos. El primero fue Sadiel Rojas, quien en un momento que nadie esperaba y que se puede ver en un vídeo en la web de LA OPINIÓN, saltó la valla, subió el largo camino de escalones que separaba la pista de la localización de los aficionados murcianos, y se fundió en un abrazo con ellos. Allí estaban también sus padres, como dos murcianos más, que llegaron desde Estados Unidos para estar en ese momento tan especial para su hijo. Pero no solo el alero dominicano decidió que quería festejar el triunfo más allá de la intimidad del vestuario. También lo hizo Kevin Tumba, que fue chocando las manos de los hinchas una a una. El belga, que se ha ganado el respeto de todos con su compromiso y entrega, estuvo pendiente todo el fin de semana de su mujer, que está a punto de dar a luz. Y otro que se sumó a esta improvisada fiesta fue Álex Urtasun, el escolta que llegó el pasado mes de septiembre, cuando la pretemporada ya estaba empezada y ningún equipo de la ACB había reclamado sus servicios. El navarro, quien se ha mostrado siempre muy identificado con la ciudad a través de las redes sociales, también se dio un baño de masas en un momento en el que se poblaban las gradas del OAKA Arena de seguidores locales que llegaban para asistir a la lucha por el título de su equipo.

Después, en la final, se vivió un ambiente tremendo, ensordecedor. Entre los asistentes al choque entre el AEK y el Mócano se encontraban el Príncipe Alberto de Mónaco y el presidente de Grecia, Prokopis Pavlópulos, dos presencias ilustres que contrastaron con las ausencias de políticos murcianos, comentadas por todos los aficionados en Atenas, que también entonaron «Coello dimisión».