Habría que consultar a un experto matemático cuáles son las probabilidades exactas que tiene un equipo de Segunda B de remontar un partido. Sin embargo, la lógica nos lleva a pensar que dar la vuelta a un marcador adverso no es algo que se pueda hacer todos los días. Para ejemplo un botón, o simplemente un encuentro frente al Betis Deportivo. Llegaba el Real Murcia crecido después de una remontada y una victoria en Badajoz gracias a cinco minutos de lucidez, por no llamarlo suerte. Cualquiera comprendería que las probabilidades de seguir sumando milagros en el camino hacia el play off estaban más que agotadas, cualquiera, menos los jugadores del Real Murcia, que en uno de los encuentros más importantes de la temporada, que en un choque en el que no se podía fallar, volvieron a jugar a verlas venir, con la diferencia que ayer no hubo maquillaje suficiente para tapar los poros y las arrugas que aparecen en los rostros de los de Salmerón durante más minutos de la cuenta.

No se jugó peor que ante el Extremadura o el Badajoz. Tampoco se jugó mejor. Las sensaciones fueron las mismas. Las de un equipo al que, pese a alinear a tres centrocampistas, le entra el vértigo cada vez que tiene que mirar arriba. Ver un pase filtrado entre los que visten de granas es prácticamente un imposible, de ahí que la única alternativa del Real Murcia sea centrar balones, y cuando Forniés no está inspirado, ya puede sacar una y otra vez la escuadra y el cartabón, que la curva nunca será lo perfecta que se desea. Si a eso le añadimos la intensidad con la que jugaron Pozo y Nacho, los dos centrales béticos, la realidad no podía ser otra que el cero que nunca se movió del marcador murcianista.

Se obcecaron tanto los granas en sacar petróleo a las bandas, que se olvidaron de descubrir nuevos caminos, y eso que Santi Jara fue uno de los futbolistas más activos en un partido en el que la velocidad del centro del campo a la hora de mover el balón es tan lenta, que de ser un coche de Fórmula 1 acabarían un gran premio después de ser doblados por los monoplazas más rápidos. Y esa mala estrategia, esa incapacidad para buscar alternativas, fue el mejor regalo de un Betis B que llegó a Nueva Condomina, marcó un gol en el minuto 20, reforzó su caparazón con dos centrales que parecían triplicarse en cada jugada y estuvo atento para aprovechar cualquier contra.

Mantuvo José María Salmerón el mismo once que se impuso en el campo del Badajoz. Solo el lesionado Molo se quedaba en la grada. Para cubrir la baja del central, el técnico murcianista retrasó a David Mateos y devolvió al equipo inicial a David Sánchez. Con el andaluz, el centro del campo empachó más que cualquier comida opulenta, y nadie fue capaz de encontrar la tónica que permitiese aliviar un ardor que se alargó durante noventa minutos, una indigestión que se hizo más dolorosa cuando Pozo cabeceaba a la red una falta botada por Abreu en el minuto 20.

Fue la acción que marcó un partido negro para el Real Murcia y feo en general. Del intercambio de golpes iniciales se pasó a un tramo en el que el Betis dominó ante un conjunto grana noqueado. Solo en los últimos cinco minutos de la primera parte pudieron cambiar los murcianistas el devenir del choque, sin embargo la suerte de otras ocasiones no apareció. Se comprobó en el minuto 41, cuando los aficionados se taparon los ojos al ver una doble ocasión tan clara que cualquier otro día habría acabado en gol. El larguero evitaba el remate de Elady, y Luque, el disparo posterior de David Sánchez. Fue la más clara y posiblemente la única que podría haber nivelado el partido a favor de los de Salmerón.

No cambiaron las cosas en la segunda parte. En esta ocasión, aunque Carlos Martínez volvió a ser el primero en saltar al terreno de juego para intentar cambiar la cara del encuentro, no hubo reacción posible. Ningún intento de Salmerón dio resultado. Primero rompió su trivote y posteriormente sacó del terreno de juego a Charlie Dean, dejando a Armando a medio camino entre el centro del campo y la defensa.

Se ganó balón con Fran Carnicer y Carlos Martínez sobre el césped, pero el Real Murcia seguía siendo incapaz de imponer un ritmo que acabase con un rival que estaba descendido. Ni la necesidad de ganar para seguir soñando con el liderato, ni el aliento de trece mil personas en las gradas fueron suficientes para unos jugadores que salieron con una idea fija, la de llegar al área a base de centros, y a los que nadie -ni Salmerón- fue capaz de sacarles de ahí.

Cada vez que se llegaba a la zona de peligro, los que se agigantaban no eran ni Elady ni Chrisantus, los más adelantados, los que en cada acción crecían unos cuantos centímetros eran Pozo y Nacho, que viendo su actuación pocos creían las facilidades defensivas que este equipo ha ido dando a lo largo del campeonato liguero.

No solo se atacaba sin creer sino que se producían muchas pérdidas que daban opciones a un fililal que tuvo ocasiones para sentenciar el partido después de que Salmerón rompiese la defensa al sacar del terreno de juego a Charlie Dean. Aitor intentaba, primero, sorprender a Biel Ribas con una vaselina y, después, tras un jugadón en el que se fue quitando futbolistas granas como en un entrenamiento se esquivan conos, no supo encontrar la yugular murcianista.

Con los béticos perdiendo el tiempo y los ánimos más caldeados, el Real Murcia vio como en un rato dejaba escapar la posibilidad de seguir soñando con el liderato aunque solo fuera siete días más. El gozo que venían engordando los aficionados granas en las últimas semanas se quedó en el gol de Pozo.