'Blitzkrieg' es una palabra alemana. Si consultamos un diccionario, su traducción al español sería algo así como 'guerra relámpago'. Su uso se extendió en la Segunda Guerra Mundial para definir una de las tácticas bélicas favoritas del ejército germano, una estrategia que era tan sencilla como eficaz, no dar ni un segundo de margen al adversario. Tirando de sorpresa, de anticipación y de velocidad, y combinando todo tipo de fuerzas, la Wehrmacht alemana asombraría al mundo poniendo a Europa a sus pies.

No hay estrategia bélica que no pueda adaptarse a lo que cada semana sucede en un terreno de juego. Y la 'blitzkrieg' no iba a ser la excepción. Lo hemos visto temporadas atrás en la Champions, cuando equipos alemanes arrollaron a los siempre favoritos FC Barcelona y Real Madrid, y lo vimos ayer sobre el césped de Nueva Condomina, donde el ataque relámpago del Real Murcia desnudó a un FC Cartagena que, aunque volvió a vestirse, no fue capaz de darle la vuelta a la batalla.

Decía Monteagudo en la previa del derbi que los granas juegan cómodos con el 0-0. Las palabras del albinegro hubieran sido firmadas por cualquiera, menos por José María Salmerón y sus chicos, que, como esos niños que sacan de quicio a sus padres haciéndoles la contra, ayer salieron a conquistar la pista de baile en la primera canción. No lo hicieron creyéndose el mejor bailarín, porque realmente no lo son, tampoco apostaron por aprenderse de memoria todos los pases de baile, el rival no lo permitiría, lo consiguieron con la intensidad que les faltó una semana antes y con esa inspiración que unas veces te acompaña y otras te esquiva.

Como a la mismísima Werhrmacht alemana cuando pisoteaba Europa sin encontrar oposición, al Real Murcia le salió todo redondo. Sabedor de las lagunas defensivas que el FC Cartagena suele cometer en los inicios de los partidos, conocedor de que los albinegros llevan una piedra en la mochila que suele pesar demasiado -no es lo mismo caminar de abajo a arriba que de arriba a abajo-, el Real Murcia elevó la presión, ganó la batalla en el centro del campo y asomó la cabeza por bandas. Se notaban más cómodos los murcianistas y al contrario de otras ocasiones, se ganaban el título de anfitriones, se permitían lucir pijama y pantuflas.

Ni Cordero ni un Chavero más retrasado de lo que tenía acostumbrado al público murciano eran capaces de salir vencedores cada vez que entraban en batalla con Armando y Juanma, y Óscar Ramírez las pasaba canutas para elegir entre defender a Santi Jara o poner sus ojos en un Forniés que ayer volvió a ser un tuneladora abriendo camino por la izquierda.

No había peligro, pero sí superioridad. De la cocina de autor del FC Cartagena nada se sabía, aunque tampoco le impidió eso ser el primero en golpear. Aprovechando una falta cometida por Orfila, Jesús Álvaro fue el encargado de poner a calentar los guantes de Biel Ribas. Fue un espejismo, como esos cuerpos que notan frío cuando abandonan la cama pero que solo tienen que abrir la persiana para notar el calorcito murciano, y los seguidores albinegros no tardaron en descubrirlo.

Más fácil de lo esperado, sin necesidad de pisar área, ni de probar las fuerzas de Zabaco y Josua, el Real Murcia se vio por delante en el marcador. Es lo que tiene 'una guerra relámpago'. Nunca sabes por dónde va a comenzar -aire, tierra, mar, o todo a la vez como gustaba a los alemanes-.

Como capitán grana, Armando fue el encargado de dar la orden. Con los tanques comandados por Charlie Dean y los aviones pilotados por Santi Jara, que pronto se quedaría sin gasolina, y Forniés, el murciano consideró en el minuto 19 que ya estaba bien de maniobras de despiste, que para ganar batallas hay que pasar a la acción. Y como si fuera el mismísimo Kin Jong-un, el murciano, con su pierna derecha, sacó brillo a un misil de última generación que apareció de la nada y que acabó perforando la red de la meta defendida por Marcos.

Del primer ataque grana al segundo apenas pasaron tres minutos. Y, lo peor para los albinegros, es que ambos acabaron de la misma forma, con un puñetazo en todo el estómago. El gol que el colegiado quitó a Pedro Martín por un fuera de juego que no existió lo trasladó al electrónico Orfila. Santi Jara metía un balón al centro del área y el defensa, posiblemente la torre más baja de todas las que había por allí, estableció un 2-0 que ni los que vestían de grana ni los que iban de albinegro se creían.

No se había llegado a los 25 minutos y como en esas noches de fiesta, mientras que el Real Murcia mantenía toda la cordura, el FC Cartagena ya había perdido toda la ropa. La 'blitzkrieg' murcianista les había dejado prácticamente tan aniquilados como esas gacelas que se cruzan en el camino de un león juguetón.

Lo único positivo para los de Monteagudo era que el 2-0 solo les dejaba una opción, lanzarse al ataque. Mientras que los locales se preguntaban si era mejor seguir atacando o si lo más idóneo era empezar a guardar la ropa, los albinegros solo podían poner el 'modo on' para quitarse de encima el sonrojo al que habían sido castigados en la primera parte.

Con paciencia, aprovechando esa incertidumbre que afectaba las cabezas de los murcianistas, el FC Cartagena intentaba reconocerse en el espejo, aunque las imprecisiones que iba acumulando en la zona tranquila le hacían demasiado daño. Los pases de Chavero, demasiado alejado del área, no eran tan peligrosos como se esperaban, y las buenas intenciones de Cristo no acababan de conectar con Aketxe y Rubén Cruz. Sin embargo, al borde del descanso, una falta lanzada por Hugo Rodríguez fue aprovechada por el segundo para acortar distancias y para creer que la remontada era posible.

Monteagudo puso toda la carne en el asador. Chavero y Diego Benito, dos jugones, en el doble pivote. Todo lo contrario que en el lado opuesto. Salmerón apostaba por Pallardó, cuya salida fue un regalo para los albinegros, y por David Mateos. La telaraña tejida por los granas no dio ni un respiro a un FC Cartagena que, pese a tener el control y el dominio, no fue capaz de poner en aprietos a Biel Ribas. La tuvo Aketxe para poner el 2-2, pero su disparo se marchó fuera, y el derbi se fue apagando bajo el humo que todavía se olía después de los estragos iniciales de la 'blitzkrieg' murcianista, que no solo permitió ganar un derbi del que el FC Cartagena sale tocado sino también soñar con que el liderato es posible.