Sí, como la tortilla. Así es la Europa futbolera desde hace dos decenios. Tanto en Champions y en la Europa League como en la Eurocopa nuestro fútbol acapara títulos desde el 1998, acelerados tras el 2008. Y vamos camino de iniciar otra década extraordinaria generando escuela, leyenda y envidias.

Si al principio fue el resurgimiento del Real Madrid a partir de la final de Amsterdan, por su séptimo entorchado europeo, con la selección de Luis y el Barça de Guardiola se pusieron los cimientos del fútbol moderno. Y este año se iniciará otro ciclo con Madrid, Barça y Atlético optando a laureles de campeón, y con los de Lopetegui apuntando a lo que sería el segundo Mundial de España.

En medio, nuestra selección ganó dos Eurocopas y un Mundial, el Barça sumó cinco Champions a la única que tenía, y otras tantas el Real, hasta sus doce actuales, que además colecciona tres de las últimas cuatro orejonas; las dos últimas consecutivas con Zidane al frente. Y en la Europa League el Sevilla con cinco títulos, líder del ranking, y el Atlético con dos y cerca de otra final, más dos veces finalista de la Champions; refrendan la hegemonía de nuestro fútbol en Europa.

El Real y el Barça están prácticamente en semifinales de la presente Champions. Los blancos se trajeron la eliminatoria de Turín, que era lo previsible por lo que ya comentamos hace quince días, con un partido más aparente que luminoso porque solo en la primera parte los de Zidane dieron su medida. En la segunda salieron dormidos, jugando al paso, y cuando peor lo tenían surgió el monumento de Cristiano a la plástica del fútbol para desinflar los ánimos de los de Allegri, hasta terminar en una pachanga jaleada con olés desde la grada por los aficionados merengues. Los culés de Valverde y Messi, dentro de su superioridad, no hicieron un buen partido, pero les sigue sonriendo la suerte que advertimos; los romanos se metieron dos goles seguidos en propia puerta, que ya es desgracia, aparte de fallar otras dos ocasiones de gol clamorosas. Si mantienen la fortuna de cara es posible que al final resulte la del campeón. ¡Lagarto, lagarto!, dirán los madridistas.

Al Sevilla le ocurrió lo que a la Roma. El complejo de equipo pequeño a estas alturas le llevó a fallar varios goles cantados y, por el contrario, dieron demasiadas facilidades atrás a un gran equipo como el Bayern, que contó encima con un rechace afortunado en el gol de Thiago que supuso su victoria en el Sánchez Pizjuán. El Manchester City de Guardiola cantó la gallina en Anfield porque su defensa, a pesar de los centenares de millones gastados, no está a la altura de las grandes de Europa. El repaso del Liverpool de Kloop, sin dominar el balón, fue tan descomunal en lo anímico como el tres a cero que les cascaron. Lo tienen muy negro De Bruyne y compañía, aunque en fútbol, dada su calidad y jugando en casa, no hay que descartar nada. Tenemos ejemplos muy recientes que abonan a la prudencia.

Lo más probable es que Real, Barça y Bayern estén en el bombo de semifinales. Y también que la final la protagonicen dos de ellos. A estos niveles son muy importantes los delanteros eficaces, pero también la suerte, los medios y defensas fiables y un portero seguro. Los tres equipos tienen de unos y otros y fortuna, pero aventuro que los españoles tendrían más posibilidades porque cuentan con el mejor jugador y el mayor goleador del mundo. Messi y Cristiano protagonizarán otro año, y llevan más de un decenio así, la cumbre del fútbol europeo. Y con ellos sus equipos; la importancia del mejor, que decíamos la semana pasada. Una final inédita Madrid-Barça sería un broche magnífico a veinte años prodigiosos.

Ojalá en otros temas pintáramos lo mismo en Europa; aún colea nuestra casposa leyenda negra, cultivada básicamente por los luteranos a cuenta de la ruinosa defensa a ultranza del catolicismo por nuestros monarcas. Hace cientos de años no nos perdonaron que domináramos política y militarmente el continente, y es de temer que pronto aparezcan fantasmas en el horizonte de nuestro fútbol. Pero mientras, sigamos disfrutando de la Europa española futbolera tanto como de nuestras tortillas de huevos con patatas y cebolla; al gusto.

Tanto como campar a nuestras anchas por la rancia Europa que trata de emularnos. ¡Qué gozada, queridos! Y qué suerte vivirlo, porque algún día sentiremos nostalgia.