España empató a lo grande con Alemania, otra grande, sí; pero también hubo sombras. Que solo colase un balón de gol al hueco, el del genial Iniesta al resolutivo Rodrigo, con Kroos de medio centro teutón ayudado por el renqueante Kedhira, lo demuestra. Y lo corrobora que lo más peligroso de ellos fue tirando desde el borde del área nuestra. Es decir, en la falta de auténticos medios centros en las dos selecciones estuvieron nuestras sombras y sus medias luces.

Es evidente que Piqué y Ramos son superiores a los centrales alemanes y que Iniesta o Silva juegan más que Özil, el media punta que debía filtrar balones a sus delanteros. Por eso, Werner, su rapidísimo delantero centro, hubo de orillarse a la banda izquierda para encontrar huecos rebasando a un desconocido Carvajal demasiadas veces, dada la penuria de balones que le llegaron por el centro. Y por eso también remarcamos lo extraño de que solo una vez pusieran nuestros habilidosos medias puntas a Rodrigo balones en franquía, quien por cierto fue de lo mejor de la noche con sus continuos desmarques y el juego de espaldas, huérfano también de balones potables en profundidad. Y es que, nos perdimos en superfluos ronditos en las bandas, por bonitos que fueran, alejados de la zona de los sustos; otra sombra. Lo que debe ser un recurso para salir tocando o congelar al contrario se convirtió en identidad de juego. Ellos, avisados, adivinaron que debían chutar de lejos porque los terrenos de dentro estaban vedados. Y ahí, desde el borde del área, a falta de un Busquets que les tapara; Saúl defraudó -más sombras-; originaron su gol y otro semi, que no fue a la red porque De Gea es otra de nuestras luces; un portero prodigioso con dos manos antológicas. Una arriba y otra abajo.

Thiago es un interior excelente, capaz de imaginar balones de gol, y de hacerlos, pero carece de mordiente para el medio centro; como Kroos en el Madrid o con Alemania.

Nadie duda que Isco sea un magnífico futbolista, pero el día que aprenda a jugar en vertical y con menos toques hallará la excelencia. Contra Alemania lució en lo que se empeña: control de seda, caño o regate corto, cabeza alta y conducción tan vistosa como pesada y con excesivas medias vueltas que contagian lentitudes improductivas. Debería fijarse más en Iniesta o Silva, que controlan, tocan de primeras o driblan si es necesario, miran y tienen siempre el pie dispuesto para el pase mortal o el tiro a puerta. Ahí está la clave de los verdaderos genios. El malagueño abusa, además, de su clásica jugada de amagar hacia dentro y moverse hacia fuera en el pico del área para encontrar el hueco preciso donde disparar con su exquisita rosca al palo contrario. Demasiado previsible ante jugadores mundialistas.

En resumen, la selección de Lopetegui rubricó en la primera mitad las ilusiones que genera, porque no hay que olvidar que empatamos en casa de la actual campeona del mundo y aspirante seria a revalidarlo, pero debe corregir la falta de tiro a gol desde fuera y las facilidades al contrario para que lo haga, aunque también es verdad que a Busquets es muy difícil sustituirlo y que carecemos de francotiradores. Por otra parte, habría que jugar más verticales, o en oblicuo hacia adelante, y espaciar la horizontalidad y el exceso de toques mansos en medio campo.

Y las luces fueron todo lo demás, destacando el juego mandón en casa de toda una Alemania con sus efectivos al completo. Es justo recordar al preclaro Luis Aragonés y su apuesta por nuestros jugones bajitos, reconociendo que aún mamamos de aquellas ubres. El madrileño fue el verdadero revolucionario de nuestro fútbol, con la clarividencia de superar por fin la engañosa furia, que nunca nos condujo a nada bueno, con la clase que atesora la generación de futbolistas que todavía disfrutamos. Y lo más esperanzador es que en el banquillo había un ramillete de talentosos que auguran más espectáculo del bueno. El de ganar incontestablemente generando emociones.

Llevamos un decenio sintiéndonos protagonistas del futbol mundial, tanto a nivel de selecciones como de clubes. Esto último no es nuevo, pero aquello es tan emocionante para los viejos futboleros que los nuevos no lo entienden. Antes, como los añejos atléticos, éramos los pupas, ahora descollamos entre los mejores. Brasil, Alemania o Italia, quienes tanto nos endiñaron y a los que tanto envidiábamos, nos copian.