Juan Rubio Niñirola (Murcia, 17 de noviembre de 1995) y Marcos Molina Cañavate (Cartagena, 18 de abril de 1990) no dudaron en hacer las maletas el pasado verano para jugar al baloncesto en Melilla. El primero, alero de 1,98 metros criado en la cantera del UCAM Murcia, ha desembarcado en el equipo más antiguo de la LEB Oro, el Baloncesto Melilla, donde trata de hacerse con un nombre en la categoría; el segundo, ala pívot ya experimentado, busca con el Enrique Soler, club de una cooperativa colegial, su segundo ascenso consecutivo a LEB Plata.

Después de promediar el pasado curso 8,9 puntos en el Cambados, Rubio decidió el pasado verano que había llegado el momento de dar un paso más. Con 23 años quería demostrarse a sí mismo que está preparado para competir a más alto nivel: «Fue todo muy rápido, de un día para otro. Me pareció un proyecto atractivo porque es un club que siempre lucha por el ascenso y yo quería dar el salto a LEB Oro. Sabía que aquí, por la exigencia del equipo, iba a ser un poco difícil tener minutos (está disfrutando de 8,5 por encuentro en los que promedia 2 puntos), pero quería estar en un club grande como el Melilla». Hasta hace dos años, Rubio había desarrollado toda su carrera en la Región -Cehegín y Murcia- y necesitaba madurar: «Yo estaba muy bien en casa, muy cómodo, pero siempre es bueno salir de la zona de confort, de estar con los padres y la familia. A veces se echan de menos las comodidades que tenía en Murcia, pero también se está bien viviendo solo», dice. Además, ha llegado a la LEB Oro en un buen momento, «con varios equipos que han hecho obras en sus pabellones pensando en el ascenso y con plantillas muy completas. Sobre el papel no hay ningún equipo flojo», dice un alero que tiene una alta competencia en su equipo.

Marcos Molina, por su parte, emigró por otros motivos después de ser uno de los jugadores más importantes en el ascenso del Myrtia (ahora Real Murcia). «Básicamente me fui porque no salieron las cosas como tenía pensadas. En el Myrtia me dijeron que contaban conmigo, pero cuando iba a empezar la pretemporada, nos sentamos a hablar y de todo lo que habíamos hablado antes, la mitad. Ya no llevaba las escuelas, el sueldo me lo bajaban e iba a ser el quinto pívot. Tras dos años allí, siendo titular, noté que me querían fuera. Y no me lo pensé». Su agente le trasladó entonces el interés del Enrique Soler, que le ofrecía la posibilidad de jugar y de trabajar en el colegio. No se lo pensó. «Estoy encantado. Además de jugar, llevo las escuelas de Primaria y trabajo como monitor. Aquí hay unas instalaciones espectaculares e invierten mucho en el deporte», dice un jugador para quien lo único malo de la experiencia «es que no estoy en casa, donde tengo mi gimnasio. Monté el negocio pensando en que me iba a quedar, pero no fue así». A nivel personal está viviendo un momento dulce: «Noto que todavía me quedan algunos años de baloncesto. Esta temporada estoy haciendo mis mejores en Liga EBA (14 puntos y 6 rebotes», apunta Molina, quien también entrena regularmente con el Melilla de LEB Oro junto a su paisano y amigo Juan Rubio.