Todos aquellos que hemos competido en deportes minoritarios o hemos seguido los mismos, continuamos observando entonces y ahora, que si un deportista atleta, nadador, gimnasta, etc., obtiene un resultado muy destacado a nivel internacional, a veces no es noticia, ni siquiera lo es para una breve reseña en su diario regional. Ahora, eso sí, si el deportista en cuestión es detenido, sancionado o simplemente le confieren la nueva categoría de 'investigado' por dopaje, le llegó de repente la fama que ya le gustaría haber tenido por sus hazañas y logros deportivos y que ahora, desgraciadamente para él, ni el polígrafo de un Deluxe o el mejor de los quitamanchas, va a poder limpiar, enmendar o tan siquiera disimular, esta recién adquirida 'suciedad' que para siempre cubrirá mezquinamente su hasta entonces impoluto expediente deportivo, ejemplar en la mayoría de los casos para muchos compañeros de oficio, admiradores y público en general. ¿Y por qué empiezo el artículo por la noticia? Muy sencillo, pues es lo que en definitiva busca, de uno u otro modo, aquel deportista que se dopa: una notoriedad pública o supuesta fama y reconocimiento que pueda conllevar incluso aumento de sus ingresos económicos, producto de la mejora de sus resultados ante otros o si mismo (aunque para ello se ayude de cualquier producto o método).

El ser humano, desde siempre, ha buscado en la naturaleza plantas y remedios que produjeran beneficios para su cuerpo, y frente a aquello ya conocido ha continuado indagando y experimentando con todo aquello que funcionase de manera más rápida o eficaz a la hora de proporcionar los efectos buscados (disminución de la fatiga, concentración, alerta, fuerza, resistencia, soportar el dolor, placer, etc.), todo ello ha ido derivando con los siglos y los avances en el conocimiento del funcionamiento de nuestro cuerpo, en el desarrollo de mezclas sofisticadas con las que abordar numerosas carencias endógenas de nuestra raza. En el caso del deporte de alto nivel, la extraordinaria necesidad tanto física, psíquica o fisiológica que se requiere, hace a sus practicantes vulnerables, enfrentándoles a situaciones de pronta respuesta, adaptación y recuperación para que la sobrecarga necesaria de los duros entrenamientos compense los antes posible el trabajo realizado y se produzca la mejora de sus cualidades de partida.

Como decía un amigo mío y reputado fisioterapeuta, «el cuerpo es sabio, y si le ponemos los medios adecuados, por si solo puede responder y llegar a recuperarse». Esta frase quizás será adecuada en lo que a la recuperación de lesiones se refiere, pero el cuerpo, a pesar de poder ser sabio, lo gobierna una mente, a veces no tan sabia, y que rodeada de unas malas amistades propias de nuestra condición, como ambición, codicia, ansiedad, egoísmo, orgullo, poder o placer, entre otras, pueden pasar por encima de cualquier ética o razón, inclusive cuando la misma pueda llegar a afectar a su propio cuerpo, deteriorando su futuro y poniéndolo incluso en peligro en un presente no muy lejano. Y si nos olvidamos de la ética y aplicamos otra esdrújula llamada química y nos recuperamos antes, corremos más y más rápido, somos más fuertes y resistentes, y llegan las ansiadas victorias. Quizás entonces pase a un segundo plano 'nublado' de nuestro razonamiento que esta mejora proporcionada por nuestro 'nuevo amigo Doping' haya sido a través de un producto o procedimiento que ha potenciado artificialmente nuestro metabolismo y regeneración, a pesar de que la ayuda prestada por esta engañosa amistad sea cualquier tipo de sustancia o método prohibido para tal fin, obviando además los numerosos efectos secundarios y adversos contra la salud que nos pueda acarrear.

Muchos de los lectores no podrán negar que jamás se han tomado un café para despejarse, pues estaban cansados o no habían dormido muy bien la noche anterior, y en algunos casos dos o más, porque no les era suficiente, y otros tantos lectores se acordarán del famoso y adictivo Katovit, que fue retirado a principios de los 2000 por la masiva y mala utilización del mismo, o del más reciente Sumial, que de igual manera que el anterior se ha venido utilizando para concentrarse en los atracones estudiantiles y contrarrestar unas inexistentes pautas constantes de estudio. Y estos son los 'suaves', porque otros más atrevidos, en la búsqueda de su individual y particular panacea utilizaban directamente Centramina, Simpatina o Rubifen, altamente dependientes y con peligrosos efectos secundarios. Igualmente hay muchas personas que con problemas para dormir utilizan desde una simple e inofensiva valeriana hasta una agresiva benzodiacepina. Hay otras tantas personas que ingieren protectores de estómago para poder comer o beber más; otras tantas que se quitan un simple dolor de cabeza a base de 'inocuos caramelitos' de ibuprofeno o paracetamol, y que no les duela más, que se pasan al lado más oscuro de la química requerida de una receta no existente.

En fin, si seguimos enumerando actuaciones consideradas como normales por la sociedad, tales como dietas y productos adelgazantes milagrosos, medicamentos para mejorar relaciones sexuales o pérdidas de cabello, un poquito de alcohol para relacionarse mejor, etc., nos encontraríamos con hábitos admitidos o no penalizados en demasía por la sociedad. Además esto no es doping, ¿no?, porque no compito o no pretendo ganar a nadie o a nada, sea fama o reconocimiento, ¿no? Pues estas acciones, de las muchas que se consideran cotidianas y de cierta normalidad, a otras no tan normales de las que todos tenemos conocimiento de su existencia (diuréticos para bajar peso, anabolizantes para ponerse 'cachas' rápido, operaciones estéticas para modificar nuestras carencias, defectos o excesos cometidos, uso de drogas blandas para relajarse u otras duras para estimularse, etc.), al igual que el doping, entran también en conflicto, y a veces más gravemente, contra los procesos naturales del cuerpo, alterando su estado actual o normal funcionamiento en nuestro beneficio pensado, sea o no saludable o recomendado por los profesionales de cada caso, y todo esto, ¿no es parecido a doparse?

No es parecido, es peor que parecido, cada cual se justificará de la mejor manera que le interese, según el caso, asesorado o no por quien le debiera corresponder, según se trate. Personalmente he podido hablar con profesionales de la medicina, que considerando la actividad de alto rendimiento como algo anormal y agresivo que conlleva muchas exigencias para nuestro cuerpo, recomiendan utilizar todo el arsenal y cuidados existentes para acelerar la regeneración y recuperación en pos de la salud del deportista y del éxito deportivo perseguido, pero a diferencia con las acciones cotidianas normales y no tan normales citadas, existe la gran diferencia de una ética profesional y personal, que si son transgredidas, tienen un mecanismo disuasorio llamado Control Antidopaje, que intentará poner el límite a todas las acciones posibles y productos que adulteren nuestra normal respuesta, frenando a más de uno en su intento.

Si tomáramos una muestra aleatoria significativa de personas no deportistas y se les hiciera un control antidóping, ¿qué sustancias hallaríamos? Seguramente habría alguna que otra sorpresa, y eso que en el listado de sustancias prohibidas no constan numerosos medicamentos de tremendos efectos secundarios y habituales de la automedicación (con y sin receta), y 'ojo', que el control no se haga en fin de semana, que posiblemente aparecería alguna que otra sustancia curiosa.

¿Y si esta muestra se tomase en deportistas denominados amateurs o aficionados, opositores con pruebas físicas a superar, deportistas veteranos, practicantes de fitness o musculación de los gimnasios, participantes en retos físicos de resistencia o fuerza (atletismo, triatlón, corredores de montaña, competiciones de crossfit, etc.)? ¿Qué nos encontraríamos?, pues dependiendo del gremio o modalidad deportiva en concreto, posiblemente con una sorpresa no muy grata de innumerables prácticas de riesgo e ingesta incontrolada de productos tanto permitidos como prohibidos sin apenas control o criterio médico alguno, poniendo algunos su salud en mucho más riesgo que muchos deportistas dopados de alto nivel.

A finales de los 90 se hizo en Estados Unidos una encuesta entre población no deportista con una única pregunta: ¿si te proporcionamos unos productos dopantes que te hacen ser campeón olímpico, pero que debido a sus efectos secundarios falleces a los pocos años, te los tomarías? Sorprendentemente, más del 40% de la muestra contestó que sí. Desconozco más detalles del entorno social de la muestra, ni se puede juzgar de manera general la idiosincrasia norteamericana, porque además esa pregunta no me atrevo a saber en qué porcentaje afirmativo se respondería en otros países, pero al menos denota, de ser veraz y hecha con un mínimo de rigor, la pobreza de miras de muchas personas, que buscan una supuesta felicidad en el éxito a cualquier precio y no se conforman con mejorar o ser mejores personas en las diferentes facetas de la vida con lo que la naturaleza les ha dado y la grata recompensa que proviene de crecer personalmente a través del propio esfuerzo.