Una de esas frases que forma parte de la historia del deporte la pronunció Muhammad Ali. El mejor boxeador de todos los tiempos tenía claro cuál era el gran secreto de su éxito. Haciendo referencia a su juego de pies y a la potencia de sus golpes, el estadounidense no pudo describirse mejor: «Vuelo como una mariposa y pico como una abeja». Nada más salir de su boca, lo dicho por el estadounidense, que refleja la importancia de la sincronización, quedó grabado para siempre. Hace unos meses, cuando Ali murió, la mayoría de los perfiles recordaban sus palabras, palabras que en este final de liga deberían ocupar un lugar privilegiado del vestuario de un Real Murcia, un equipo que puede presumir de contar con un Biel Ribas que, pese a su corpulencia, vuela como una mariposa, pero que carece de un futbolista de ataque que pique como una abeja.

O esa sensación es la que volvió a quedar clara ayer en Marbella, donde los murcianistas desperdiciaron otra ocasión ideal para mandar un mensaje en el grupo de WhatsApp de los equipo del Grupo IV. Y eso que los de Salmerón no desentonaron. Durante la primera parte y en los minutos iniciales de la segunda, dominaron en la zona tranquila del campo, llevaron la iniciativa y elevaron la presión sobre un Marbella tan sereno que su mente no parecía estar en el marcador sino en no descomponerse, posiblemente sabedor de que la puntuación le respaldaba y de que cualquiera de sus golpes siempre sería más mortales que los de los visitantes.

Con el centro del campo asegurado, el Murcia intentaba conducir con la poca tranquilidad que dejaba un césped empapado por las lluvias caídas unas horas antes. Protegido por un primer dique con unos cimientos que volvían a contar con tres pilares -David Sánchez reaparecía para acompañar a Armando y Juanma-, Salmerón quiso que la tormenta que estaba escampando en el cielo quedase reflejada por los suyos en el césped, y ahí estaban Santi Jara para poner la velocidad, Pedro Martín para dar guerra y Chrisantus para seguir conquistando corazones, pero si hay un papel que nunca podría representar el Real Murcia, es el de superviviente.

Sobreviviría el primer día del naufragio, posiblemente el segundo e incluso el tercero, pero al cuarto, cuando el agua y los víveres se agotaran, comenzaría el inicio del final. Solo hay que analizar la falta de creatividad de los murcianistas, incapaces de descubrir nuevos caminos, encabezonados en conducir demasiado, preocupados por no tener en su bando a ese jugador capaz de hacer fuego cuando en el cajón de la cocina ya no quedan cerillas.

Si observando con atención la plantilla grana ya es difícil dar con ese futbolista ideal; encontrarlo dentro del once es una misión imposible. Juanma, uno de los mejores del partido, lo intentó sin suerte, mientras que David Sánchez apenas salió de la trinchera.

A falta de un mago, solo quedaba optar por la velocidad y el vértigo. Se desfondaba Pedro Martín en la banda para sacar petróleo, esperaba Chrisantus en el centro la inspiración de sus compañeros y conducía en exceso Santi Jara. La capacidad de sorpresa era representada por Forniés, hasta que a los trece minutos el lateral fue multado con tarjeta amarilla y a los 22 le retiró el carné Corpas.

Parecía que la banda izquierda iba a ser clave. El Murcia se decantaba por ese lado para intentar sin éxito enseñar la patita a Wilfred, y el Marbella, muy observador, pronto se dio cuenta del vacío que dejaban las subidas de Forniés. Y pasado el cuarto de hora llegó el primer aviso. Juanfran entendió antes que nadie lo que iba a hacer Corpas. Le vio entrar por la derecha se imaginó su centro, se adelantó a David Mateos y remató con peligro haciendo aparecer en escena a Biel Ribas. Cuatro minutos después, el meta balear volvió a verse vendido. En esta ocasión todo ocurrió después de un robo de balón de los locales en el centro del campo, Añón dio una lección a los granas de cómo se hace fuego, de cómo se enciende la mecha. Su pase filtrado llegó a las botas de Corpas que ganó por velocidad a Forniés y cruzó a la perfección ante la mirada impotente de Ribas.

Pese a ser un equipo depresivo, un conjunto al que le pasa demasiado factura los tropiezos, el Real Murcia respiró hondo y mantuvo el plan. El centro del campo seguía siendo suyo y las peleas siempre caían de su bando. El trabajo de Pedro Martín se hacía fundamental y Juanma crecía a pasos acelerados. Solo falta al canterano murciano tener tranquilidad cuando los árboles inundan el bosque.

A la media hora llegó el primer aviso. Chrisantus, a falta de velocidad, tuvo calma para esperar la llegada de Pedro Martín. Pero el malagueño volvió a ser incapaz de superar su pesadilla a la hora de afrontar el uno contra el uno. Esta vez Wilfred supo tapar a la perfección su palo.

El ejército grana dio un pase al frente en la batalla. Si sus hombres de ataque se empeñaban en ondear la bandera de la paz, ellos intentarían nivelar la batalla para luego acabar con el líder. Charlie Dean envió por encima del larguero un balón centrado por Orfila y Forniés probaba desde largo. El Marbella no solo sabía protegerse de los golpes sino que a la más mínima oportunidad iba directo a la aorta. Tras una gran jugada de Otin y Corpas, Biel Ribas se convertía otra vez en el ángel de la guarda de los granas al frenar un disparo de Añón (35').

Las sensaciones eran totalmente opuestas. Mientras el Murcia intentaba tener el control, el Marbella enseñaba los dientes y metía el miedo en el cuerpo a los murcianistas. Lo que posiblemente no esperaban los locales es que uno de los suyos se convirtiese en el mejor pasador de los granas. Todo ocurrió en el minuto 45. Las miradas estaban tan puestas en el vestuario que Armando quiso acabar por la vía rápida. Nadie esperaba que el disparo tímido del murciano, que se dirigía mansamente a las manos de Wilfred, se convertiría en el gol del empate. Sorprendentemente, el meta local no solo no controló el balón sino que su despeje se fue directo a un Chrisantus que de cabeza no falló.

Quedaba la segunda parte y la salida en tromba del Real Murcia hizo ilusionarse a la afición. En apenas unos minutos Juanma y Santi Jara ya habían intentado provocar un nuevo error de Wilfred, pero todo fue un espejismo.

A falta de media hora las fuerzas estaban completamente igualadas. Salmerón intentó mover el banquillo. Fue valiente, buscó alternativas para ganar el partido, pero el almeriense pronto se dio cuenta que los suplentes nunca le responden como espera. Elady, ayer en el banquillo, ni apareció en la media hora que estuvo en el terreno de juego. Carlos Martínez, con problemas físicos, tampoco fue importante. La mezcla de todo desembocó en un partido en el que parecía que ambos equipos firmaban el empate. Solo Biel Ribas sabía que nada es lo que parece. Lo demostró en una jugada aislada. Un remate de cabeza de Caneta que se fue envenenando camino del gol. Si no entró fue porque los granas tienen el mejor antídoto, un portero que, como diría Muhammad Ali, vuela como una mariposa.