España goleó a Eslovaquia por 5-1 en la cuarta jornada de la ronda de clasificación para la Eurocopa de 2019, gracias a la magia y al talento de Ceballos. El delantero sevillano del Real Madrid maravilló con sus regates y sus goles a una afición que le aplaudió a rabiar porque fue él quien acaparó todas las luces del combinado español. Una mala primera parte fue resuelta al inicio de la segunda parte con el madridista como maestro de operaciones. Anotó dos más, que se sumaron al que había hecho en el primer tiempo. Sus tres tantos, el de Córdoba y el de Mayoral fueron el acicate que el público del Cartagonova necesitaba para pasárselo en grande.

Con esta cuarta victoria consecutiva, el combinado español se sitúa líder de su grupo. Once goles a favor y tan sólo dos en contra colocan a los de Celades en el camino al objetivo. Si a eso le añades a jugadores de la clase del madridista, todo parece más fácil.

España apenas varió el esquema con el que jugó días atrás en Nueva Condomina. Con Rodrigo y Fabián en medio campo y Ceballos mandando por delante de ellos e incorporándose al ataque Oyarzabal por la izquierda y Carlos Soler por la derecha. Arriba Borja Mayoral se las tenía tiesas con los dos centrales eslovacos.

El combinado español tuvo algunas sombras en la primera parte. Los de Celades eran demasiado previsibles con el balón en los pies. Unai Simón se empeñó una y otra vez que el balón saliera controlado desde la defensa, lo que originó ciertos aprietos a Meré y Vallejo cuando el esférico les caía en los pies y tenían que resolver situaciones embarazosas con la presión del conjunto eslovaco pisándoles las botas.

Pero no era mejor España cuando saltaba esa primera valla en su propio campo. Dani Ceballos monopolizaba el balón. Si bien es cierto que es el futbolista de más quilates en este equipo, también su juego se hace a veces lento cuando España necesita una acción rápida, una combinación más vertical o un disparo desde el borde del área. En el primer tiempo exhibió sus defectos y en la segunda parte las enmendó con su virtuosismo con el cuero y su capacidad para hacer gol.

A los eslovacos, a los que ya ganaron hace un mes en su país por 1-4, se lo estaban poniendo fácil. Bien situados atrás, no tenían apenas dificultades para repeler el balón, presionar bien a un desasistido Mayoral y mandar lejos el esférico de la portería de Jakubech.

España necesitaba despertar de ese letargo con el que había contagiado a los aficionados que acudieron al Cartagonova y no hubo mejor manera para hacerlo que encajar un gol en propia puerta. Éste llegó en el minuto 23 de partido, con Eslovaquia acechando la portería de Unai Simón. Un saque de esquina desde la derecha era rematado para adentro, en propia puerta, por Fabián.

Era un baño de humildad para los jóvenes de Celades, que se habían adocenado a la espera de un chispazo que les solucionara el partido. El tanto en contra provocó cierta desazón entre los futbolistas, que tuvieron, ya sin más remedio, que meter una marcha más en sus acciones. Dar velocidad al balón era no solo necesario, sino vital si querían poner en apuros al rival.

Fabián protagonizó unos minutos como protagonista. Tocó o remató todo lo que le cayó a su alrededor, como un disparo alto desde el borde de área o un remate de cabeza flojo y a las manos del portero. Todo sucedió en los prolegómenos del empate. Los eslovacos reclamaron al árbitro sueco un posible penalti de Meré en el área española. El colegiado nada vio y la jugada siguió. España atacó rápido hasta que el balón llegó a Ceballos en el borde del área grande. El madridista dribló con su habitual característica de ligero toque al balón, velocidad y disparo. El chut salió perfectamente cruzado al otro palo y Jakubech nada pudo hacer por evitar el empate.

El partido estaba empatado de nuevo, pero ahora España sabía que se tenía que emplear a fondo para doblegar al oponente.

Celades dio entrada en el descanso a Córdoba, jugador del Athletic Club, por un Oyarzábal casi inédito en la primera parte. El carrilero no tardó mucho en entrar en acción y suyo fue el gol con el que España remontaba el partido.

El centrocampista encontró un balón que le caía en la bombilla y, con un disparo ajustado al palo derecho, abría la lata para España. A partir de ese momento empezó el recital de Ceballos. El bloque español ya tenía el partido donde quería. Lejos de que Celades hubiera hecho un cambio táctico sobre el terreno de juego, ese gol liberó a España de las tenazas donde Eslovaquia lo había tenido sujeto toda la primera parte.

El atacante madridista fue el que levantó al público de sus asientos con su fútbol de clase y en dos destellos anotó dos goles.

El primero se produjo en el minuto 54, dos más tarde del de Córdoba. El sevillano recogía en el pico del área, giraba sobre sí mismo y se desembarazaba del marcador. Apuntó con su bota derecha y clavó el balón allá donde había pensado colocarlo. Un gran gol de un futbolista preciosista.

Pero Ceballos tenía reservado algo más para el público, porque seis minutos más tarde volvía a enganchar el balón en el área grande para, de la misma forma, mandar el cuero al fondo de las mallas.

La afición se desmelenó. Gritos de ¡olé!, una ola recorrió las gradas y fiesta en el Cartagonova. Antes de irse nadie a casa, Mayoral anotó el quinto y la manita para una Eslovaquia que se desinfló ante el desenfreno español.