El entrenador del FC Cartagena, Alberto Monteagudo, masculló durante la semana previa al primer partido de la fase de ascenso una decisión que podía generar cierta controversia alrededor del equipo, pero que a priori fue aceptada como válida por sus propios jugadores.

El tiempo, al menos en estos dos enfrentamientos, le ha dado la razón al preparador albaceteño, por lo que nadie es capaz ahora de rebatirle si el modelo que plantea sobre el césped es más o menos conservador, más o menos defensivo o más o menos vistoso. El equipo cartagenerista ha visto cómo el dibujo ha ido variando durante los 40 partidos que ha disputado ya a lo largo de la presente temporada. Un 4-4-2, un 4-2-3-1, un 4-3-3; de todo ha probado Monteagudo, principalmente en la segunda parte de la competición liguera, cuando sus futbolistas estaban en su peor momento y los resultados no llegaban.

Desde que el conjunto cartagenero ganó el pasado 9 de abril en Sanlúcar de Barrameda por 0-1 y se colocó líder a falta de cinco jornadas para el final, todo empezó a desmoronarse. Empate en casa ante el Extremadura a uno; goleada recibida en Villanueva por 3-0; un nuevo empate en casa esta vez ante el Jumilla por 2-2; derrota en la Línea de la Concepción por 2-0 y un pobre empate sin goles en el Cartagonova para despedir la temporada regular ante el Recreativo. En esos cinco partidos se vio que los pupilos de Monteagudo se encontraban en una grave crisis de identidad, con demasiadas dudas, nervios y ansiedad por meterse en la fase por el ascenso y salir cuanto antes de esta dura prueba a la que se habían visto sometidos, cuando ya no eran capaces de recuperar la primera posición para ser campeones de grupo. El Cartagena había ido languideciendo esta segunda vuelta con hasta seis derrotas en 19 jornadas, frente a las tres de la primera vuelta. El Cartagena había encajado 22 goles en este periodo, frente a los 13 recibidos en esa misma etapa pero en la primera vuelta de la competición y eso era, evidentemente, motivo de preocupación en el cuerpo técnico.

El entrenador había insistido a lo largo de la campaña una y otra vez que la solidez en defensa es el fundamento de cualquier victoria. Pero esas palabras no siempre estuvieron acompañadas con el juego apropiado para corresponderse con la realidad. Los ocho tantos recibidos en cuatro jornadas -desde la 34ª a la 37ª dejaron muy tocado el modelo y las dudas asaltaron a la grada, que tras el encuentro ante el Recreativo poco o nada confiaba en que este equipo llegara demasiado lejos en la fase por el ascenso.

Tras el sorteo y conocido que el Alcoyano iba a ser el oponente, Monteagudo decidió decantarse por esa opción que probablemente llevaba discurriendo algún tiempo, pero que no había sido capaz de plantear, quizá por prudencia, en la competición doméstica.

Ante el rival entrenado por Seligrat se daban los mejores condicionantes. Una eliminatoria a doble partido, con el valor doble de los goles fuera de casa es una situación tan incómoda en tu campo como positiva a domicilio. Así, el FC Cartagena saltó en el partido de ida con cinco jugadores en defensa, una línea de tres centrales -Zabaco, Moisés y Ceballos- y dos laterales -Óscar Ramírez y Álvaro-. Si obviamos los instantes iniciales en los que el equipo andaba algo descolocado, el resto del partido fue un remanso de paz para la defensa, bien colocada y con la seguridad y contundencia que no había tenido semanas anteriores.

El resultado -empate sin goles- no era del todo bueno, pero tampoco malo, si miramos esa necesidad imperiosa de no encajar en casa. Fortalecida esta fórmula, el preparador no movió ni un ápice en el siguiente encuentro, aunque en esta oportunidad fue Moisés, ya recuperado, el que se incrustó en el eje de centrales por Ceballos.

Con los cimientos tan sólidos, el FC Cartagena se mostró seguro y aguantó estoicamente los embistes de un Alcoyano que trituraba a cada uno de los rivales que pasaban por El Collao como si de una máquina bien engrasada se tratara. El bloque alicantino estaba en su momento y ante su público, con un resultado en la ida propicio para haber alcanzado la siguiente ronda. Pero se encontró con la fortaleza de un Cartagena primero despreocupado por el ataque y ocupado por la defensa, pero después con la confianza que ésta le daba para salir de la cueva y martillear la portería contraria.

Monteagudo ha encontrado en esta nueva fórmula la paz y la armonía perdidas, pero es muy consciente que en eliminatorias a doble partido los despistes se pagan caros, quizá con la eliminación. «Todo empieza por los cimientos», esgrimía el preparador tras ganar 0-2 en Alcoy.

El método aplicado le ha venido como anillo al dedo, sobretodo ante un oponente como el alicantino. Ahora enfrente tendrá un FC Barcelona B lleno de jugadores con clase, mucho gol y mucho fútbol en sus botas. ¿Será el dibujo el ideal? Pues si los futbolistas están convencidos de que sí lo es, no cabrán más dudas para nadie.