La tensión y la necesidad no provocan el mismo efecto en todas las personas. Hay gente que a la mínima exigencia se viene abajo, como si las piernas no fuesen capaces de conectar con el cerebro. Hay otros que cuanto más ajustada tienen la soga al cuello más se crecen, como si no hubiera montaña en el mundo inaccesible. El Real Murcia, tal y como ha demostrado desde que Vicente Mir llegase al banquillo, se ajusta más al segundo grupo. Con un líder en la parcela técnica, las mentes de los jugadores se fueron despejando hasta el punto de sacar una fiereza que pocos veían. Después de una gran remontada, los murcianistas cerraban la liga regular en segunda posición y en el primer partido de play off, cuando su técnico había afirmado que se conformaba incluso con una derrota por 2-1, los murcianistas conquistaron el campo de Pasarón con un contundente 1-3. Pero claro, a las primeras de cambio, cuando la dificultad deja paso a la facilidad, el Real Murcia decidió tomarse una jornada de descanso a la espera de citas mayores.

Porque eso es lo que pasó ayer sobre el césped de Nueva Condomina. Pese a que Mir había avisado de que no quería relajaciones, nadie le hizo mucho caso al técnico valenciano. Solo hay que analizar los noventa minutos para ver que el Real Murcia se lo tomó ayer como esos gatos de compañía que, acostumbrados a la buena comida, no se molestan ni en cazar una mosca que pase a su lado. Solo, si les pillas un poco despiertos, disfrutarás de su cara más juguetona. Pero agresividad poco o nada.

Y más o menos así, como el que se levanta de la siesta y se despereza para comprobar que tiene todos los músculos en su sitio, se tomó el Real Murcia su encuentro ante un Pontevedra que, esta vez sí, ofreció una imagen mucho más sólida que en la ida. De hecho, a los dieciséis minutos, Simón Ballester ya había tenido que elegir el mejor camino para frenar a un Eneko que venía lanzado por una gran combinación de los visitantes. No fue un espejismo. Los de Luisito se hicieron pronto con el centro del campo y en ningún momento despreciaron el contacto con el balón, del que disfrutó especialmente Jacobo. Eso sí, siempre con numerosas limitaciones que apenas hacían cosquillas a los defensores locales.

Lo mejor que le pasaba al Real Murcia era el avance de las manecillas del reloj. Aunque, a Adrián Cruz fue al que más rápidos se le debió pasar la primera media hora. Porque el gallego, que repetía en el once titular después de su buena actuación en Pasarón, veía cómo una tarjeta amarilla despertaba las iras de su entrenador, que no tardó ni un segundo en mandar a calentar a Armando. Menos tardó a continuación en dar la orden y sacar del campo a un Cruz que, al igual que le ocurriese a Roberto Alarcón en La Roda, comprobó que si no quieres tener problemas es mejor no salirse de la línea marcada por el jefe del vestuario.

Ni el escarmiento a Cruz hizo cambiar el chip a sus compañeros, que seguían dejando a su antojo a un Pontevedra que bastante esfuerzo había hecho con viajar a Murcia sabiéndose eliminados del play off. De hecho, su pichichi, Mario Barco, no solo no forzó sino que se quedó fuera de la convocatoria.

Pero, ya que había que hacer 1.000 kilómetros en autobus, que mejor que llevarse a casa una pequeña alegría. Y el Pontevedra lo intentó. Mientras Sergi Guardiola fallaba la única clara que tuvo en la primera parte (43´) y Víctor Curto demostraba que no era su partido, Eneko seguía empeñado en poner en aprietos a la defensa local. Primero puso en un brete a Simón y después dejó sentado a un Golobart que pudo presenciar en primera fila como el vasco batía al meta murciano (51´).

Fueron los minutos del Pontevedra y de Eneko, pero nadie creyó que fueran en serio. Sobre todo porque a falta de veinte minutos, a la vez que a los gallegos les pesaban las piernas, el Murcia, con Diego Benito y Elady recién entrados en el campo, empezó a llevar un poco más el control. Fue una última fase en la que Sergi Guardiola marcó un gol, aunque falló unos cuantos más, en los que volvió a demostrar que entre sus valores no está la solidaridad -lo ha sufrido en muchas ocasiones Curto y ayer desesperó a Elady-.

Tampoco le sentó bien la falta de tensión al delantero catalán. Y eso que vio su gol cuando el colegiado señalaba penalti por una mano de un jugador del Pontevedra dentro del área. Curto cogía el balón, dejando con la miel en los labios a un Elady que debía pensar que ante los titularísimos es mejor no abrir la boca, pero, en una de las facetas que apenas nos ha mostrado hasta ahora, erró. Y es que en su camino se interpuso un Edu que acertó la trayectoria del esférico. Ahí acabó el encuentro, con un Murcia ya pensando en la siguiente ronda en la que deberán recargar las pilas para acabar con el Valencia Mestalla.