ElPozo barrió al Peñíscola en el segundo encuentro de cuartos de final, certificando su pase a semifinales tras imponerse por un contundente 9-0 que deja pocas lecturas más allá de la obvia: el cuadro murciano tiene una pegada descomunal y cuando está concentrado es imparable. La siguiente prueba será ante el Barcelona, que eliminó al Palma, y ante el que tiene ganado el factor campo al haber terminado segundo en liga regular. Por ello, el próximo sábado el Palacio volverá a abrir sus puertas, en esta ocasión para vivir un ElPozo-Barça (13.15 horas, Teledeporte).

El arranque de ElPozo fue demoledor. Encerró a su rival en su campo, disfrutó de hasta tres claras ocasiones y antes de cumplirse el primer minutos del choque se ponía por delante tras un saque de esquina en el que Cardinal enganchó una volea y fusiló al meta visitante. Mejor comienzo no se podía tener. Los de Duda habían saltado con las ideas muy claras y tratando de cerrar la eliminatoria por la vía rápida, y camino llevaban de lograrlo.

La inercia del comienzo del encuentro continuó y los locales aumentaban su estadística de disparos a puertas mientras que el Peñíscola trataba de abrir el campo y tomar un respiro en mitad del bombardeo que estaba sufriendo. Pero antes de cumplirse los cinco minutos, Raúl Campos ponía el segundo con un misil lejano certificando los que los de Duda llevaban tratando de decir al cuadro castellonense desde que el balón se puso en marcha: iban a por ellos y concesiones habría pocas.

Tras el doble golpe asestado, los de la capital del Segura ralentizaron algo el ritmo. Se guardaron la pelota para ellos y buscaron mover a su rival, aprovechando la ansiedad del Peñíscola por reducir distancias y, con una mayor pausa, volver a hacer daño. Y lo consiguieron tras una gran jugada en la que Cardinal cedió de tacón para que Bebe entrase por el centro y batiese a Iker con un disparo raso. 3-0 y no se había llegado al ecuador del primer tiempo. Y, en el minuto 11, llegó el cuarto tanto obra, otra vez, de Bebe. ElPozo estaba desatado, ofreciendo gran parte del repertorio de calidad y potencial ofensivo que atesora y el Peñíscola se veía incapaz de contener las embestidas de su rival. Si el cuadro valenciano había llegado con la intención de jugar de tú a tú al campeón de la Copa del Rey, éste se había encargado de aclararle que no iba a haber discusión alguna. Lo había aplastado con hechos y goles. Para los primeros veinte minutos, era más que satisfactorio lo conseguido.

Mientras que el segundo acto fue una fiesta para los locales, los visitantes vivieron una pesadilla. Si bien los pupilos de Cani no habían bajado los brazos completamente y disfrutaban de tímidas ocasiones, quedaba patente que todo estaba decidido. Podían acercase algo en el luminoso pero anotar cuatro goles y no encajar ninguno parecía un escenario inconcebible a tenor de lo que se vivía sobre el maltrecho parqué del Palacio. Y si el Peñíscola albergaba una mínima esperanza, ésta se desvaneció al hacer Álex el quinto de la noche.

El encuentro se endureció, y en una acción en la esquina, Iván Rumbo se enzarzó con Cardinal y la acción se saldó con la expulsión del portugués, al ver la segunda amarilla, y con la roja directa para el jugador castellonense. Con tres jugadores de pista para cada equipo, ElPozo calmó los ánimos con su mejor arma de la noche: los goles. El sexto llegó de la mano de Pito, que empezó a gustarse y a regalar detalles de la clase con la que vive, y el fútbol sala volvió a tomar protagonismo.

En un partido ya decidido, Raúl Campos hizo un nuevo tanto con una sutil vaselina y el público enloqueció. Las gradas, pobladas gracias en parte al acuerdo del club con el Real Murcia por el que los abonados podían entrar gratis, vivieron una oda al deporte. Si ElPozo quería conseguir adeptos a su causa, no pudo plantearlo mejor. Andresito hizo el octavo ante el clamor de los asistentes y el canterano Darío puso la guinda a una noche mágica haciendo el noveno para cerrar el choque. Un partido que sirve para acceder a semifinales por la puerta grande, regalando ilusiones a los aficionados y sembrando miedo en los rivales. Y es que, habida cuenta de el camino que llevan los de Duda, no es para menos.