Vicente Mir quería el segundo puesto. Lo dijo en la rueda de prensa del viernes. Y no le defraudaron los jugadores al técnico valenciano. Pero no fueron los hombres de la primera línea los que hicieron los deberes con vistas al sorteo de hoy en Las Rozas. Sino que el último paso en la liga regular lo dieron los menos habituales. Porque hasta nueve suplentes saltaron ayer al césped de Nueva Condomina para salvar un encuentro que era de trámite hasta que los transistores y por los móviles empezaron a anunciar la derrota del Villanovense en el campo del Sanluqueño. El pinchazo de los de Villanueva dejaba vía libre hacia la segunda plaza, y ahí estaba la unidad de reserva con las pilas cargadas para demostrarle a Mir que es tan privilegiado como Zinedine Zidane cuando apuesta por su equipo B.

Tras un arranque tímido, en el que el Extremadura tenía el control de un balón que cada jornada quema más en los pies del Real Murcia, los murcianistas despertaron cuando Diego Rivas estuvo más rápido que sus centrales para evitar el tanto de un Willy que lo vio demasiado fácil hasta que ante sí apareció el metro ochenta y uno del meta grana. Solo habían pasado veinte minutos, pero la intervención del gallego acabó de golpe con un tímido Extremadura y abrió el armario de las reivindicaciones. Elady, protagonista en La Roda, fue añadiendo nuevos datos a su currículum, mientras que Rubén Ramos, en el ostracismo casi toda la temporada, destapaba el tarro de las esencias. Ambos se aliaban a la media hora, y el resultado iluminó la ya soleada tarde murciana. Todo comenzó con un robo del extremo jienense, que con el esférico en los pies arrancó la moto para asistir al madrileño.

Pero no se conformó Ramos con recibir y apretar el gatillo. Es lo que tienen los magos. Siempre buscan el truco que haga que el espectador se vaya a casa pensando cómo lo ha hecho. Cuando estaba en el área, cuando cualquier mortal hubiera mirado a los ojos a Sergio Tienza, el de Leganés decidió acariciar el esférico hasta hacerle ronronear como si fuera un gato. Y con la fiera domada, fintó para un lado y se quitó de en medio a un defensa, fintó para otro y acabó de golpe con el guardameta azulgrana, para, una vez que el escenario estaba despejado, poner un 1-0 por el que valía la pena pagar una entrada, aunque nadie la pagó, como lleva ocurriendo más de dos meses en Nueva Condomina.

Como confirmando lo que se veía en el videomarcador, el Extremadura siguió sobre el campo, pero nunca más apareció. Y es que siete minutos después, el Real Murcia sentenciaría, y eso sin necesidad de tener el control del esférico. Porque los granas viven en un mundo tan maravilloso en el que los psicólogos se arruinarían y los malos estudiantes tendrían las mejores notas. Y es que cada jornada que pasa más fácil llegan los goles en el bando de Mir.

Con Elady apretando por conseguir ese puesto que parece no tener dueño, Roberto Alarcón no quiso quedarse atrás. El murciano volvía al once después del disgusto de La Roda, donde a la media hora su entrenador ya le había enseñado el túnel de vestuarios, y antes del descanso asistía a Guardiola para que el jumillano guiñase un ojo a la escuadra defendida por Tienza, que posiblemente hoy siga intentando descubrir cómo le dejó sentado Ramos y por dónde se coló el disparo del delantero perteneciente al Granada.

Liberados de la presión del marcador, sabedores del pinchazo del Villanovense y sin el corsé, prenda favorita del vestuario de Vicente Mir, el Real Murcia convirtió el partido en una sala de fiesta, en la que bailar agarrado estaba prohibido. Con el ritmo en los oídos de los murcianistas, las ocasiones se fueron sucediendo. Falló Borja Gómez a bocajarro, se cruzó José Ruiz con el larguero y Víctor Curto -saltó al terreno de juego en el 53- necesitó hasta tres para irse a casa sin faltar a su cita goleadora. Ocurrió en el 84 y Elady, que completó los 90 minutos, siguió demostrando que ha llegado al final de la temporada con las pilas cargadas. El centro del extremo buscó y encontró a Curto para que el catalán por cabezonería batiera a un Tienza que parecía pedir un tiempo muerto.

Era tal las ganas de demostrar cosas que hasta el canterano Andrés, que debutaba con la elástica del primer equipo, se dejó ver en los siete minutos que estuvo en el terreno de juego.