Sobrevivir para poder contarlo tras cada jornada es la tónica, la receta de un UCAM Murcia que cuanto peor se le ponen las cosas, más eleva sus prestaciones. El equipo universitario ha demostrado a lo largo de la temporada no saber solventar los encuentros que se le ponen de cara, pero sí dejarse algo más que la piel sobre el campo para poder rascar algo positivo.

Un gen impulsado por su técnico, Francisco, un tipo que no permite la relajación y confía en sus pupilos de forma incandescente. Una mano dura que solo afloja tras los buenos resultados, después de comprobar que su vestuario pelea sobre el césped. Un estilo que, si no varía la tónica, castigará la falta de sangre fría y de concentración del central Hugo Álvarez.

El UCAM, que afrontaba el duelo aún más necesitado de puntos tras la derrota del pasado fin de semana en Soria y sabiendo lo que habían hecho sus rivales -solo tenía un punto de ventaja sobre los puestos de descenso-, saltó al césped del Anxo Carro de Lugo con nerviosismo. Los primeros minutos del choque se convirtieron en el festival del pelotazo, de la insuficiencia y la falta de convicción para bajar la pelota al suelo. El Lugo quemaba su última ocasión para encaramarse a los puestos de play off de ascenso a Primera, mientras que el UCAM simplemente no quería perder: un punto puede marcar las diferencias dentro de un mes.

Pese a ello, los ánimos se templaron y, explotando la banda derecha, el UCAM se vio dominador. Pere Milla dio el aviso. Golpeó casi desde el centro del campo una falta lateral que, aprovechándose del veneno insuflado por el catalán, fue cogiendo una rosca que hizo rectificar su posición al guardameta local Roberto. A punto estuvo de sorprender Pere Milla, que vio como Roberto sacaba el balón casi en la misma escuadra.

El Lugo se adaptó a las circunstancias. Ensanchando el campo ante la presión elevada de la salida de balón del UCAM, empezó a buscar la espalda de la zaga universitaria. El primero en hacerlo fue el extremo diestro Iriome, que quebrantó el espacio dejado por Morillas para arrancar en velocidad por su costado, plantarse en el área, y fallar ante Biel Ribas. El portero universitario desvió el balón estirando su pie derecho sobre el césped, quedando totalmente desamparado ante Iriome, para ganarle la partida.

Y con los dos equipos probando a los guardametas rivales, intervino Hugo Álvarez para trastocar los planes del UCAM. En el minuto 15, el extremo local Fede Vico arrancó por banda izquierda para tirar el autopase sobre el central universitario. Álvarez, olvidándose del balón, entró con los pies por delante a la altura de la espinilla para barrer a Vico. La tarjeta fue roja, y el guión cogió tintes verdaderamente oscuros. A partir de ahí, con más de 70 minutos de partido por delante, el UCAM se vio prácticamente obligado a mentalizarse de que el máximo botín posible que podía extraer del Anxo Carro era el empate. Para algo más importante, ya necesitaba encomendarse a ayudas divinas.

Por ello, fundamentándose en lo terrenal, se puso el mono de trabajo. El técnico Francisco Rodríguez reajustó a sus jugadores. Retiró a Salvador, metió a un enchufadísimo Fran Pérez en el eje de la zaga, y dispuso un 4-2-3 en fase ofensiva que podía plantar complicaciones al Lugo. Los locales, eso sí, demostraron una clamorosa falta de puntería. Pese a contar con el segundo máximo artillero de la categoría entre sus filas, un Joselu con 21 dianas en su haber, el Lugo demostró por qué es un equipo de mitad de tabla y no de promoción de ascenso. Iriome perdonó en dos ocasiones más, una enviando el balón al limbo tras un genial pase de la muerte de Joselu, y otra tras cabecear sin precisión un centro dentro del área. Los gallegos, cuando encontraban al UCAM replegado, nunca supieron endosar cierto ritmo a su juego para hacer daño a los visitantes, más bien esperaban el error o alguna transición rápida por los costados.

Solo Vicente, con la zaga del Lugo descolocada y tras una triangulación de exquisita técnica, consiguió volver a inquietar a los locales. Se plantó en la frontal, disparó con precisión a media altura, y obligó a Roberto a estirarse para desviar la oportunidad. Y tras el descanso, atacar se convirtió en una misión imposible para el UCAM. Pere Milla volvió a probar desde la frontal a Roberto, pero su lanzamiento de potencia escasa no incomodó al meta rojiblanco. Con Jona fundido, y dejando claro que en el UCAM sin él no hay gol -ya son dos los partidos consecutivos en los que los universitarios dejan su luminoso sin goles-, Milla llevaba el peso del poco ataque que podían enlazar los visitantes, y Vicente, con su apoyo en defensa, demostró porqué es una alternativa esencial para los compromisos fuera de casa. Y la tónica del partido, en la última media hora, no varió en absoluto.

El UCAM se encerró a más no poder, el Lugo dominó y no encontró el camino al gol pese a buscarlo con insistencia. Todo centro lateral era desviado por un baluarte aéreo como Fran Pérez, y Biel Ribas mostró su lado más fiable atajando todo balón que volase sobre él. Ni Joselu, ese hombre-gol mencionado, consiguió evitar lo que para los gallegos era una desgracia: empatar con uno más durante tantos minutos. En sendos mano a mano erró, ya que en el primero se le hizo de noche, y en segundo tropezó antes de controlar, dando tiempo a Biel Ribas a despejar el esférico.

En resumidas cuentas, no hubo goles, pero sí puntos que repartir. El UCAM comienza a explotar el discurso que tanto le otorga por el momento: sigue vivo y la renta sobre el descenso se sigue manteniendo en dos puntos, pero con una única salvedad. Queda una jornada menos, ahora solo cuatro, para poner su particular broche de oro a una Liga agónica.