Con todos ustedes, se presenta el segundo capítulo del apartado psicológico del manual del entrenador del UCAM Murcia, Francisco Rodríguez. Fue capaz de elevar al equipo universitario por encima de los puestos de descenso allá por enero, premisa que se sigue cumpliendo, a base de confianza y de buenas rachas de varias jornadas sin perder.

El nuevo apartado del epígrafe vendrá marcado por una situación inédita hasta la fecha para el técnico almeriense: el UCAM acumula dos partidos consecutivos perdiendo y el segundo de estos, el que perdió ayer frente al Rayo Vallecano, es de los que cuesta digerir y olvidar. Más aún cuando queda tan poco para la conclusión del campeonato liguero.

Venía el UCAM de caer con claridad y sin ideas en Oviedo, y tanto jugadores como técnico ofrecieron lo necesario para lavar una imagen que quedaba en entredicho tras unas últimas jornadas en las que se sembraron diversas dudas en los planteamientos tácticos y técnicos.

Pero ayer quedó claro que tanto la cara descarada como la versión más rácana no han servido ni para ganar ni para puntuar.

Frente al Rayo Vallecano más inesperado, por su versión deslavazada y sin ideas en el centro del campo, los universitarios salieron a morder buscando dominar a los rayistas desde el primer segundo. El UCAM supo frenar a un equipo caracterizado por el sello de Míchel desde el banquillo, que imprime ritmo y solidaridad en el juego desde el inicio del encuentro. Electrocutó el juego de los rayistas con una presión elevada, neutralizando la elaboración desde atrás de la línea defensiva franjiroja y buscando la portería con ahínco.

Los primeros veinte minutos ofrecían sensaciones con posibles destinos muy dispares: por un lado, que el UCAM podía adelantarse en el marcador en cualquier instante; por otro, que el Rayo podía marcar de la nada (o del balón parado, el hándicap de siempre), y mandar al traste el buen trabajo plasmado sobre el césped.

Y sucedió lo segundo. Dos envíos desde la esquina de Góngora obligaron a Gazzaniga a ofrecer sus primeras intervenciones del encuentro, además de un tiro de Basha que neutralizó el central Amaya en trayectoria de gol, y un remate de cabeza de Tito, solo en el segundo palo, que Gazzaniga atajó con la manopla en una de las paradas de la jornada.

Pero como siempre, más allá de lamentos arbitrales, el balón parado volvió a dar otro aviso al UCAM, un toque de atención más que deja vigente la realidad: o se entrena esa parcela, o la Segunda B te abrazará irremediablemente en un par de meses. Demasiados goles ha encajado el conjunto universitario por culpa de la estrategia. En este caso, un tanto que subió al marcador pese a tratarse de una acción ilegal debido al fuera de juego del goleador, Javi Guerra.

El mediapunta Patrick Ebert colgó una falta lateral con rosca, buscando el punto de penalti y la entrada con todo de sus compañeros. El UCAM dio el paso adelante, dejó en fuera de juego al mejor posicionado, que era Guerra, pero la asistente del encuentro no apreció en directo la ilegalidad de la acción. Guerra entró con fuerza al remate, y solo, hundió la pelota en la escuadra sin que Fernando pudiera hacer nada.

Pero igual que el árbitro te beneficia o te condena, el UCAM pudo ganar de sobra sin tener que mandar recados o lamentaciones a posteriori. Los universitarios naufragaron en su tarea, al igual que le sucedió al trío arbitral.

Por su parte, el acierto del guardameta rayista, Gazzaniga, sirvió para condicionar el 90% de la victoria del Rayo Vallecano. Pero ni Jona, ni Collantes, ni Salvador, ni Góngora, hicieron su trabajo.

Tras el gol de Guerra, el UCAM se vino abajo. Ese fue el auténtico rayo que propició la tormenta primaveral y que anegó La Condomina dejando a los universitarios con el agua al cuello. Tal y como también quedan en la clasificación.

Intentó respirar, pero concluyó la primera mitad igual que la inició: con dos lesiones que trastocaron los planes. Kitoko se retiró en el 8' por Tekio, Basha dejó su sitio a Juande en el 39', y la posible entrada de jugadores más explosivos en el segundo tiempo quedó neutralizada.

No obstante, la entrada de Juande sentó bien al UCAM. Tras el descanso, los de Francisco no sufrían, pero tampoco metían en apuros al Rayo. Asimismo, fue Juande el que dotó de una mayor contemporización a sus compañeros desde la medular. Y así fue como generó ocasiones de peligro para los suyos, ofreciendo su visión para un UCAM claramente cegado sobre el césped.

Y al igual que sucedió en los primeros veinte minutos, los últimos quince trajeron otro vendaval que obligó a los aficionados universitarios a llevarse las manos a la cabeza en incontables ocasiones.

Y es que es difícil explicar cómo se puede perdonar tanto. Collantes abrió la veda en el minuto 73, recibiendo un pase al espacio de Juande que le dejó solo en el área. La avaricia cegó al individualista del equipo. Se plantó ante Gazzaniga, que se tiró al suelo para tapar todo el espacio posible como pudo. Jona, a su lado, esperaba el pase de la muerte para golpear franco de cara a gol y sin casi presión de la zaga.

Collantes 'pasó' de Jona, pero también se olvidó de echar un cable a su equipo cuando más se le necesitaba.

Con Collantes creyéndose Leo Messi, y con el resto del equipo volcado y decidido en tirar la puerta abajo, el UCAM tuvo hasta cuatro ocasiones más para rubricar una igualada que seguía siendo injusta, pero que era obligatoria.

Nono en el primer palo, tras un saque de banda de Salvador, casi da un susto a Gazzaniga con un testarazo bombeado que peló el larguero. Y tras esto, llegó la ocasión más clara del choque.

Góngora sacó la varita a pasear, pero el truco que pocas veces falla se estrelló con la realidad: al UCAM no le iba a funcionar ninguna de sus armas. Golpeó con la zurda en un libre directo perfecto para su perfil, desde unos 25 metros. La acarició con su toque característico, con la fuerza necesaria y el efecto perfecto para sobrepasar la barrera para terminar estampándose contra el palo.

En la jugada siguiente, Tito cabeceó un servicio de esquina del propio Góngora que casi encuentra la escuadra.

El Rayo, totalmente desdibujado y superado en todas las facetas, casi hace más grande la injusticia tras un remate de Manucho que se marchó fuera por poco tras cabecear en el primer palo. Necesitó tirar del contragolpe en las postrimerías del partido para trenzar una jugada de peligro.

Y para colmo Jona, el que de forma desmesurada ha ayudado a mejorar la situación del UCAM Murcia, también falló. Primero con un remate de cabeza en el segundo palo, y después con un disparo dentro del área que en ambos casos concluyó como Gazzaniga quiso: con una de sus paradas.

Y con la incredulidad del Rayo y la impotencia del UCAM, concluyó el choque. Los primeros sobrepasan a los murcianos en la tabla, que quedan a un puesto del descenso pero con los mismos dos puntos de ventaja con los que partían antes del arranque de la jornada.