Dicen que a veces es necesario dar dos pasos hacia atrás para avanzar uno. También cuentan que en el caos, lo mejor es la simplicidad. Vicente Mir ha convertido al Real Murcia en el mejor ejemplo de ello. Se pudo ver hace una semana en Nueva Condomina frente al Linares y se comprobó ayer en el césped del Cartagonova. Si Vicente Mir fuese una religión, hoy tendrá miles de adeptos.

En solo tres semanas, el técnico valenciano ha cambiado la cara a un Real Murcia que ni sabía sonreír ni era capaz de competir. Y lo ha hecho eligiendo la manera más simple. Como cuando el GPS te busca el camino más corto para llegar al destino fijado.

Fue pisar el césped del Cartagonova, meter la dirección de la portería defendida por Limones y empezar a llegar los goles. No es que hubiera tremendas ocasiones, es que los granas han comprendido que si pisas área y miras a puerta, los goles llegan incluso cuando menos te lo esperas. Que se lo pregunten a Sergi Guardiola. Frente al Linares solo necesitó 3 minutos para abrir el marcador y ayer a los ocho minutos ya estaba celebrando el 0-1 con los pocos aficionados granas que se dieron cita en el fondo norte.

Pero no fue el único cambio en la mentalidad murcianista. El 1-1 no pasó factura como otras veces. El equipo siguió compitiendo hasta volver a matar a las primeras de cambio, y lo hizo con otra novedad. Del modelo se ha pasado a la libreta, y en uno de esos folios, posiblemente a cuadros, se dibujó con escuadra y cartabón un centro que todo el mundo esperaba que lo lanzara David Sánchez y que acabó golpeando Armando para que Josema rematara a placer. Y para acabar, un robo de balón de Adrián Cruz, más velocidad y un Víctor Curto matador que envió un mensaje a Mir en su primer choque como suplente.

No era la presión lo que no dejaba al Real Murcia ser un equipo competitivo. Tampoco las urgencias. Tanto lo uno como lo otro siguen estando presentes. A día de hoy, incluso tienen más peso que ayer. Era cuestión de líder o de ausencia de líder. Si Paco García era un ´antilíder´, al que ni uno solo de sus jugadores llegó a seguir; Vicente Mir se ha convertido en un flotador al que todos se agarran. Da igual que sean centrales, centrocampistas y delanteros, ya no hay que estudiar ningún modelo, ya no hay que aprenderse de memoria la lista de los Reyes Godos ni la Canción del Pirata de José de Espronceda, ahora solo hay que aguantar en pie atrás, sacar músculo, salir con velocidad y buscar al ´9´ más cercano, llámese Sergi Guardiola o Víctor Curto.

La partitura de Mir ya fue interpretada hace una semana en Nueva Condomina ante el Linares. Pero la debilidad del rival hacía necesario una prueba mayor. El Cartagonova era el mejor lugar para confirmar que el Real Murcia quiere luchar hasta el final por un puesto de play off que no ha logrado en todo el campeonato. El resultado no pudo ser mejor.

No hubo variaciones en la alineación, y Mir no se equivocó. Apoyado en la seguridad defensiva que aportan Golobart y Josema, a día de hoy una pareja que no ha necesitado pasar por el altar para prometerse amor eterno; y con un trivote en el que Armando crece a pasos agigantados. Ayer, en una de las citas marcadas en rojo en el calendario, el futbolista que para Paco García no tenía personalidad se encargó de barrer hasta la última mota de polvo que apareció en el Cartagonova.

Si la idea estaba clara, el gol de Sergi Guardiola en el minuto ocho fue como esa copa que te ayuda a olvidar la timidez y a presentarte ante la chica más guapa de la fiesta. Pero el FC Cartagena no se vino abajo. No acusaron el golpe los de Monteagudo. Pero el gusto por el balón de Gonzalo y Cristo acababa en el momento en el que a los cartageneristas les tocaba superar el muro diseñado por Mir y en el que se llegó a ver a tres centrales debido a los apoyos de David Sánchez a los zagueros. Incluso Diego Benito tuvo que quitarse durante muchos minutos el disfraz de mago para ponerse el mono de trabajo.

A la media hora llegó el punto de inflexión para los granas. Una acción por banda de Artiles, unida al desajuste defensivo de los murcianistas y a la falta de entendimiento, acabó con el gol de Pumar en propia puerta. Fueron los mejores minutos de los albinegros, que ganaron la batalla en el centro del campo y encerraron a los granas, a los que solo les quedaba cerrar cualquier grieta para evitar sufrimientos mayores.

El descanso fue el mejor aliado de los granas y el principal enemigo de los albinegros. La vuelta de vestuarios lo cambió todo. A partir de ese instante ya solo hubo un equipo en el terreno de juego, y ese vestía de grana. Si en la primera parte los de Mir necesitaron ocho minutos para adelantarse en el marcador, en el segundo periodo a los diez minutos el Murcia ya había acabado con cualquier esperanza albinegra. Una jugada de estrategia brillantemente ejecutada por Armando y culminada por Josema se convertía en un veneno mortal para los locales.

Ni los cambios de Monteagudo cambiaron el panorama, tampoco Arturo, que se llevaba todos los reproches de la tarde a la vez que la figura de Simón crecía varios centímetros en la portería murcianista.

Mientras el delantero cartagenero desperdiciaba -minuto 60- la oportunidad de meter a su equipo en el partido, cuando veía cómo Simón le sacaba un cabezazo ´malintencionado´, Vicente Mir sacaba el tablero de ajedrez y continuaba con su propia partida. Si con el 1-1 había puesto sobre el tapete a Víctor Curto, nada más adelantarse en el marcador, el valenciano levantaba el pie del acelerador y echaba el freno de mano. Ahí estaba Adrián Cruz para aumentar aún más el músculo en el centro del campo.

El centrocampista olvidado por Paco García fue clave en la estocada definitiva a un FC Cartagena que fue cualquier cosa menos un miura. Corría el minuto 73 cuando Verdú, uno de los futbolistas más entonados del cuadro albinegro durante todo el choque, cometió un error para olvidar. Se confió a la hora de sacar el balón desde la defensa y acabó viéndose superado por la presión del gallego. Con el balón en sus pies, Cruz no miró a puerta, echó la vista a un lado y vio a un Víctor Curto que volvió a demostrar que su revólver siempre está cargado.

Quedaban veinte minutos por delante y el Real Murcia tenía todo el trabajo hecho. Solo tuvo dudas en el minuto 82, cuando el colegiado señaló penalti y expulsó a José Ruiz. No hubo lugar al sufrimiento. Simón aparecía por segunda vez para desmontar a Arturo y elevar a un Real Murcia que regresa de Cartagena cargado de moral y con el play off a tres puntos.

No lo tendrán fácil los murcianistas, condicionados por la insistencia de su directiva en mantener a un Paco García que como se está demostrando no daba el nivel ni estaba a la altura, pero, como la esperanza es lo último que se pierde, quedará agarrarse a ese esprint final en el que por fin se empieza a adivinar una luz brillante. Y, a diferencia de lo que ocurría hace unas semanas, ese punto luminoso no indica que la muerte está cerca. Todo lo contrario. Es un símbolo de que alcanzar el cielo no es imposible.