Paco Belmonte compró material de primera para la casa que decidió construir, llamada FC Cartagena. Sin embargo, contrató a un jefe de obra, que si bien había sido un magnífico albañil antes, ahora, en su nuevo cargo, era inexperto para proyectar, planificar y exigir a sus trabajadores que la construcción tuviera buenos cimientos y que a la vez fuese bonita en su diseño exterior.

Cuando aquella obra empezó a mostrar deficiencias en su estructura, grietas, socavones y mala cimentación, el presidente de la entidad decidió cambiar a su jefe de obra y llamar a un arquitecto, que tratase de retomar la construcción con los mismos empleados pero con un nuevo diseño. Alberto Monteagudo es ese arquitecto que ha llevado al FC Cartagena a lo más alto, de momento, en un año.

Llegó justamente el 3 de febrero de 2016, cuando el FC Cartagena sumaba tres derrotas consecutivas y no ganaba un encuentro desde hacía dos meses. Aquel equipo, muy similar al que tiene ahora el albaceteño, deambulaba sin rumbo por la categoría, arrastrando la poca decencia que había logrado en pretemporada, viendo el nivel de su plantilla y la buena reputación de su entrenador.

Alberto Monteagudo aportó una visión más práctica del fútbol que se juega en Segunda B. No se puede decir que este FC Cartagena bajo sus órdenes deslumbrara o dejara a la afición con la boca abierta. En sus cinco primeros encuentros en el banquillo sumó únicamente una victoria y cuatro empates, pero cortó de raíz esa sangría que padecía el equipo en el último mes y medio.

El de Valdeganga conseguía restañar las heridas de un bloque desmotivado, que no había terminado de entender el mensaje del anterior entrenador y al que le puso orden y sentido común. Probablemente el éxito de Alberto Monteagudo ha sido dotar de sentido común a su plantilla. Fortalecerse desde atrás, crecer desde la contundencia defensiva y aprovecharse del enorme potencial en medio campo y en ataque, para sumar y sumar hasta llegar a la actual situación en la que el FC Cartagena se encuentra: líder del grupo, con 47 puntos.

Con el nuevo técnico en el banquillo la exigencia era otra. Ya no se presionaba para que el equipo alcanzase a los cuatro de arriba, el único objetivo era tener presencia en la Copa del Rey la temporada siguiente, algo que logró el conjunto albinegro al firmar una racha de seis victorias, ocho empates y una sola derrota: el 57% de los puntos en disputa desde que Monteagudo se puso a dirigir a este equipo.

El equipo finalizó en séptima posición, con 53 puntos, de los que la mitad llegaron con el preparador albaceteño en el banquillo en las últimas quince jornadas.

Una vez plantadas las bases y tras el fracaso de una temporada en la que debía haberse jugado, como mínimo la fase por el ascenso, Monteagudo -renovado por una temporada-, tenía claro qué quería para el año siguiente. Sabía que el potencial de su plantilla era enorme y que trabajando desde la pretemporada para sentar las bases de su sistema y contratando en aquellos puntos débiles, los resultados llegarían. El técnico di0 con la tecla. No necesitaba más que convencer a jugadores como Cristo, Juanlu, Rivero, Moisés, Verdú, Alvaro, Ceballos o Sergio García para que permanecieran junto a él.

El conocimiento mutuo resolvió el problema de toda pretemporada, la adaptación. El equipo, con retoques en las bandas y en ataque, salió enchufado en las primeras jornadas, pero Monteagudo conocía que eso iba a suceder. Se aprovechó precisamente del rodaje de sus jugadores y confirmó lo que sabía, que este FC Cartagena tiene mucho juego arriba. La llegada de Zabaco en el eje de la defensa y de Ramírez en el lateral derecho supuso además un punto extra. Hasta en once ocasiones el FC Cartagena ha acabado esta temporada con la portería a cero.

El hito, momentáneo eso sí, lo alcanzó este conjunto en la jornada decimocuarta, cuando tras derrotar al Atlético Sanluqueño, conseguía alzarse con la primera posición en la tabla clasificatoria, una meta que no había sido capaz de conseguir desde hacía tres años.

Alberto Monteagudo ha gestionado bien los egos de algunos jugadores que ya estaban la temporada pasada o que llegaron al equipo esta campaña con el reconocimiento de su trayectoria y de la afición. Además, ha sabido, en la mayoría de los casos, dar minutos a todos, intentando siempre hacerlos sentirse protagonistas.

Con la renovación hasta 2019 se reconoce su labor, pero también se lanza un mensaje: con esta fórmula los dirigentes están satisfechos, creen a pies juntillas en el ascenso en breve y además le dan más protagonismo al preparador para planificar con tiempo y sin presión el asalto a la categoría superior.

En un año Monteagudo se ha ganado no solo el reconocimiento de sus jefes, sino el de la grada, exigente en muchos momentos, y el respeto de sus futbolistas.

En 365 días y 38 partidos de liga después, el arquitecto del Cartagena tiene la casa muy bien cimentada, con un aspecto envidiable, aunque tan sólo le queda colocarla en un barrio más lujoso. Ese es el último escollo, dar el salto y hacer de este Cartagena un equipo de otro nivel.