Con un poco de ´El Arte de la Guerra´ y una pizca del capítulo 9 de la sexta temporada de la serie ´Juego de Tronos´, Pichi Lucas desnudó a Paco García y a todo su Real Murcia. El preparador del Jumilla no necesitó partituras ni versos para acabar con la armonía y la belleza de las que tanto se habla en Nueva Condomina. Solo un poco de estrategia. Emulando a Aníbal en una de sus grandes victorias contra los romanos o al odioso Ramsay Bolton en la ficción televisiva de la HBO, el entrenador vinícola se sacó de la manga un ataque envolvente que no solo destrozó al Real Murcia en apenas cuarenta minutos sino que además le dejó con demasiados fantasmas en la cabeza.

La táctica militar jumillana fue sencilla. Ya la puso en práctica el gran Aníbal Barca en la Batalla de Cannas allá por el año 216 a.C. Ataque envolvente, lo llaman unos; movimiento de pinza, lo denominan otros. Ni una cosa ni otra para Paco García, más aficionado a la poesía o la música clásica. Sabedores del poderío del Real Murcia, los vinícolas tiraron de ilusión, de libreta y de intensidad. Y, con las ideas claras, solo concedieron un deseo a los granas: el de colocarse en el terreno de juego con todos sus hombres fuertes en el centro del campo.

Una vez situadas las piezas en el tablero, con Iru, Diego Benito y Adrián Cruz dispuestos a seguir emocionando a los aficionados murcianistas más activos en Twitter, Pichi Lucas dio la orden y en un segundo sus jugadores ya habían rodeado al equipo de Paco García hasta asfixiarle.

Con Manolo y Julio de Dios, que evocaban al UCAM de la pasada campaña, actuando como los hidratos de carbono que nos aportan energía para cumplir las tareas del día a día; y Julián y Juanje liderando y haciendo daño por los flancos, el Jumilla diseñó uno de esos laberintos de gomas elásticas que harían las delicias de los más pequeños, pero que se convierten en una pesadilla para los adultos.

Diego Benito y Adrián Cruz fueron los primeros en sentir la gran tensión de las cuerdas. Roberto Alarcón, que recuperaba la titularidad en detrimento del lesionado Rubén Ramos, y Titi tampoco conseguían escapar de la tela de araña. Borjas Martín era el que más lo sufría. Ni un solo balón conseguía alcanzar las inmediaciones del área defendida por Jero, a quien posiblemente le toque invitar a sus compañeros de equipo a un chato de vino jumillano. Porque fue tal la inspiración de los locales, que el Real Murcia no disparó ni una sola vez entre los tres palos.

Pero si la primera parte de la estrategia estaba saliendo como Pichi Lucas había dibujado en la pizarra del vestuario de La Hoya, la segunda parte sorprendió incluso a los propios jugadores locales. En el minuto 4 del partido, Juanje ya había estrellado un disparo colocado en el larguero, mientras que a la medio hora (33´), Robles, otro ex UCAM, remataba de cabeza al fondo de la red defendida por Diego Rivas. Fue tras un córner, en una segunda jugada y después de unos instantes de asedio de los jumillanos. El veterano central solo encontró en el remate la oposición de su compañero Neftalí. Entre uno y otro descolocaron a toda la defensa visitante.

El 1-0 no sirvió de escarmiento a los granas. Todo lo contrario. A partir de ese instante, los defectos fueron saliendo a la luz minuto a minuto. Problemas en el césped, donde el Murcia estaba embotado; problemas en el juego, sin estilo ni identidad; y, sobre todo, problemas en el banquillo, donde Paco García, posiblemente maravillado por el buen estado del césped de La Hoya u ocupado en comprobar en directo las dimensiones del terreno de juego, fue incapaz de dar una orden que sacara del aturdimiento a sus jugadores o que por lo menos sirviera para cambiar una estrategia que había sido totalmente desbaratada por el Jumilla.

Las sensaciones de los visitantes contrastaban con las de los locales. Julio de Dios se encontraba más cómodo que posiblemente en toda su trayectoria deportiva, y los laterales Juanje y Julián se divertían haciendo excursiones a territorio desconocido. Perona y Bello, en posiciones más ofensivas, incluso se atrevían con combinaciones armónicas que dejaban cada vez con menos balón a los murcianistas.

Tres minutos después de la sorpresa de Robles, fue Manolo el que recibió las felicitaciones. El centrocampista no marcó gol, pero un peligrosísimo centro suyo fue despejado por el grana Fran Morante a su propia portería. Mientras que los vinícolas hacían una piña en la que sus caras reflejaban la sorpresa por lo que realmente estaban viviendo; los de Paco García se sentían desnudos e incapaces de vestirse.

Quedaban diez minutos de la primera parte y todo el segundo periodo por delante. Demasiado tiempo para un Real Murcia llamado a dar el salto al fútbol profesional. El paso por vestuarios obligó a reaccionar a Paco García, que se jugó el todo por el todo. Con una defensa de tres, que era ayudada por un Titi al que le tocó disfrazarse de lateral, y con Cuero y Nacho reforzando las posiciones de ataque, los granas intentaron olvidarse de todo y empezar de nuevo. No lo consiguieron.

El Jumilla, sin resentirse por los esfuerzos de la primera parte, duplicó sus tarea. Manteniendo el asedio en el centro del campo, replegó filas, volviendo a capar cualquier intento de juego de los visitantes, que, para completar su mala tarde, vieron como Adrián Cruz era expulsado por roja directa en el minuto 61.

Wilson Cuero, con un disparo que se marchó cruzado, tuvo la mejor ocasión, pero si algo quedó grabado en la mente de los que asistieron a las gradas de La Hoya fueron los gritos de ´olé, olé y olé´ con los que los jumillanos premiaban a sus jugadores cada vez que tocaban el balón. Eso y la pésima trayectoria murcianista en sus partidos a domicilio. Tres salidas -dos de liga y una de Copa-, tres derrotas y cero goles a favor. Pero esos números ya son cosa del siempre experto consejo de administración del Real Murcia.