Aunque el Real Murcia es un equipo que desde la pretemporada ha dejado claro que la posesión de la pelota es una de sus señas de indentidad, la importante victoria en la última jornada liguera ante el proyecto millonario del Lorca FC dejó al descubierto que el conjunto que este curso dirige Paco García como máximo responsable del banquillo, también le sirvió a los aficionados para darse cuenta de que el estilo y los resultados no tienen que ser amigos de manera obligatoria. De hecho, aunque al preparador grana le gusta jugar con tres efectivos en el centro del campo y otros tres en tareas ofensivas, fue a partir del minuto 66, cuando el técnico decide retirar un hombre de la parcela ancha -Javi Saura- para dar entrada a un extremo puro y con vocación ofensiva, como es el caso de Roberto Alarcón. Adrián Cruz y Álvaro Benito redoblaron los esfuerzos en la medular y por delante el dibujo fue una de las claves para resquebrajar a un Lorca que llegaba como gran favorito al manejar un presupuesto de dos millones de euros.

En lugar de mantener el dibujo de cuatro defensas, tres centrocampistas y tres hombres de ataque (4-3-3), Paco García encontró otra fórmula en su pizarra por la que el Murcia terminó jugando y fraguando la victoria ante los lorquinistas con algo tan sencillo como aguantar con dos centrocampaistas y ubicar al extremo Rubén Ramos como mediapunta, lo que generó un aire fresco en el equipo que, al margen de la importancia del acierto para anotar los tantos, se encontró con tres efectivos casi pisando el área rival y con Rubén Ramos, hasta que se lesionó, incordiando el centro de la defensa contraria, liberando a los tres hombres más adelantados.

Y es que tienen nuena parte de razón los aficionados que defienden que el Murcia fue un equipo que no vio peligrar su marcador en ningún momento ante el Lorca, salvo en la falta que lanzó el ezgrana Javi López, pero sí que por fases no tuvo la fortaleza de provocar que el rival retrocediera metros, algo que sí pasó cuando el ataque murcianista pasó a contar con tantos efectivos que Iñaki Alonso, el entrenador del Lorca, no podía ni creérselo, ya que al técnico de Durango, mucho más conservador, es muy difícil verle tomando decisiones tan arriesgadas.

Los tres puntos fueron balsámicos, además de por la importancia del rival, porque el Murcia llegaba a la cita tras perder en Liga en el campo del Villanovense y en la Copa del Rey ante el Sanluqueño. Curiosamente dos partidos fuera de casa en los que, a pesar de que el entrenador grana se escuda en el mal estado del terreno de juego, también ha coincicido que en ninguno de los dos se apostó tan decididamente por la victoria como ante el Lorca, asumiendo tantos riesgos como ante el desaparecido La Hoya.

Después está que si ni Titi primero, con mucha sangre fría, y Roberto Alarcón después, a base de insistencia y gracias a un fallo de los rivales, no hubieran perforado la meta de Dorronsoro probablemente la maniobra del jefe del banquillo grana no tendría tanto mérito, pero en este caso sirvió para certificar tres puntos vitales en muchos sentidos, porque dejan a los granas en la parte alta y porque ha hecho olvidar las dos derrotas seguidas lejos de la Nueva Condomina. El domingo en Jumilla, visto lo visto, no sería raro que el Murcia, sin renunciar a sus ideales, fuera un poco más osado y menos precavido para tratar de firmar la primera sonrisa lejos del coliseo grana. El hecho de que Rubén Ramos esté lesionado coloca a Roberto Alarcón en la rampa de salida de manera automática para el encuentro del domingo, aunque la última palabra será la del preparador murcianista.