No hace falta jugar en el Santiago Bernabéu para que, como decía Juanito, ´noventa minuti se hagan molto longos´. El Real Murcia lo comprobó ayer en La Hoya, campo que lleva el mismo nombre que el equipo lorquino que por la mañana hacía un favor a los murcianistas al sacar un empate de La Condomina. Y eso que el inicio no pudo ser más tranquilizador. Con las piernas y la mente recién salidas de un sesión de baño y masaje, la que disfrutaban los de Aira viendo por la televisión cómo su inmediato perseguidor se dejaba dos puntos en casa, y con Sergio García empeñado en seguir conquistando corazones murcianos, el líder solo necesitaba media hora para olvidar los fantasmas que últimamente le acompañan en sus encuentros como local y para quitar la ilusión a un Jumilla que, pese a todas las dificultades que está viendo este curso por la mala gestión de sus distintos responsables, durante la primera parte dio la sensación de jugar a cámara lenta. Eso, o el Real Murcia lo hacía a triple velocidad.

De hecho, cada vez que los visitantes sobrepasaban la línea de centro del campo, daba la impresión que desde el banquillo José Manuel Aira pulsaba en su mando a distancia el botón de avanzar, porque Sergio García, Germán y Fran Moreno hacían lo que querían sobre el pequeño terreno de juego jumillano. Iba todo tan rápido que en el minuto cinco, el líder ya estaba por delante en el marcador.

Y, le pese a quien le pese en el banquillo, el protagonista no podía ser otro que Sergio García. El cántabro, que se empeña en hacernos desear a los diestros ser durante algunos instantes zurdos, metió un centro tan envenenado al área que el local Inestal decidió autoinvitarse a la fiesta que ya estaba celebrando Fran Moreno, para quitar el balón al navarro y batir a su propio compañero. A la vez que el argentino lamentaba su mala pata -al gol en propia puerta hay que sumar la amarilla que veía en el minuto 2-, el Real Murcia celebraba la zurdita de oro de un Sergio García que sigue pidiendo a gritos su titularidad. Otra cosa es que le escuche quién le tenga que escuchar. Porque por ahora ni los periodistas ni los aficionados hacemos las alineaciones.

El gol de la tranquilidad para los granas se convirtió en un auténtico jarro de agua fría para un Jumilla que no era capaz de encontrar sus propias pulsaciones. Menos, hacer daño en el centro del campo. Así, al Real Murcia, pese a que Chavero no anda fino y que Rafa de Vicente estaba en el banquillo, solo le faltaba sacar la bata y las pantuflas para sentirse como en su propia casa. Aunque ese dominio no se traducía en ocasiones claras sobre la meta defendida por Serall.

En el lado contrario, el único que se atrevió a interrumpir el relax murcianista fue Cuesta. Corría el minuto 22 cuando el centrocampista, por si a Aira se le había olvidado estudiar sus virtudes, aprovechaba una acción a balón parado para, con un golpeo medido, superar tanto a la barrera visitante como a Fernando. En su camino solo se cruzó la madera del larguero.

La acción del Jumilla fue como una estrella fugaz en el cielo. El que pestañeó se lo perdió. Porque hasta el final de la primera parte, el Real Murcia volvió a coger el AVE para no dar más ventajas a sus perseguidores. Una combinación entre Carlos Álvarez y Germán seguía desnudando a los defensas vinícolas, pero el remate forzado de Fran Moreno se marchaba fuera. Poco después, Chavero se adentraba en la banda para recordar tiempos mejores y para poner un gran centro que Albiol le quitó a Carlos Álvarez. El asturiano, de espaldas, probaba poco después sin éxito a Serall, a quien Fran Moreno le robaba la cartera antes de la media hora, aunque el asistente se compareció del meta jumillano y señaló falta cuando el mediapunta murcianista ya había puesto la mirada en la portería.

La insistencia del pamplonés, que ha aprovechado la baja de Azkorra para volver a sentirse importante dentro del terreno de juego, tuvo premio en el minuto 32. Estando Sergio García sobre el césped, los córner adquieren un valor doble, y ayer no iba a ser diferente. El cántabro volvió a convertirse en el mejor compañero del mundo cuando vio cómo su balón era aprovechado por Fran Moreno para poner el 0-2 y prácticamente dar por conseguida una victoria tan importante como necesitada. Pero, aunque los ánimos estaban más que relajados, el reloj nunca engaña, y, en Jumilla, el minutero apenas había sobrepasado la media hora.

Como si de un cine se tratase, la película de la segunda sesión trajo más emoción que la vista en horario infantil. La sangre en la cara de Fran Moreno era un mal presagio, el inicio de una batalla campal. El pamplonés, con una fractura en la nariz, ya no sería de la partida. Su lugar lo ocuparía Rafa de Vicente. Pero ya nada sería igual. Sobre todo porque cinco minutos después, Cuesta midió un poco más su disparo a balón parado, y en esta ocasión ni el travesaño pudo impedirle que diese ánimos a los pocos pero ruidosos aficionados vinícolas, que, pese a las enormes diferencias entre el líder y su equipo, solo pedían defender con honra y hasta el final sus colores.

Los jugadores locales no solo lo entendieron sino que durante unos instantes llegaron a desquiciar a un Real Murcia que perdió totalmente el control. Las amarillas a Rafa de Vicente, que apenas llevaba unos minutos en el terreno de juego, y a Sergio García confirmaban que el viaje turístico de los granas acababa de llegar al túnel del terror. Pero en realidad, el escenario que se había abierto parecía más bien de mentirijilla.

Porque el miedo era más por lo corto del marcador que por las acciones de los vinícolas, que apenas inquietaron a Fernando. Chirri se aprovechaba de la falta de ritmo de Pumar para intentar sacar algo potable en la banda del gallego, mientras que Christensen probaba por el otro lado. Sin embargo, los balones apenas llegaban a Etamané. Incluso fue el Real Murcia el que, pese a insistir en los patadones y en desaprovechar la presencia de De Vicente y Chavero en el centro del campo, más cerca estuvo del gol.

Carlos Álvarez quiso no desentonar con el escenario propuesto por los vinícolas y en una acción inmejorable, en la que solo tenía a Serall por delante, se sacó un disparo de mentirijilla que apenas hizo cosquillas al meta local. Ya en los últimos segundos, el asturiano e Isi se inventaban una bonita combinación que llegaba a los pies de Chavero. Serall supo aguantar pacientemente hasta evitar una nueva cita con el gol del catalán.

Y, esta vez sí, el minutero alcanzó los 95 minutos y el Real Murcia se marchó a la ducha con tres puntos más en su casillero y con la fortaleza mental que da que tanto el UCAM como el Cádiz no fueran capaces de hacer los deberes.