El pabellón Wssell de Guimbarda comienza a estremecerse ante la sucesión de emociones que se avecina. Todavía quedan algo tres días para que el balón ruede sobre la pista para los jugadores del Plásticos Romero y del Hércules San Vicente, pero la presión se hace notar de forma irremediable. El sábado, a las seis de la tarde, se juega un partido en el que el conjunto cartagenero depende de sí mismo para recuperar su sitio en la elite del fútbol sala español.

Como testigo de lo que suceda a lo largo de los cuarenta minutos de juego estará una afición que acudirá en masa al recinto municipal. Ésta es la lectura que puede hacerse del ritmo con el que se están adquiriendo las entradas para presenciar este choque decisivo. Ayer, por ejemplo, se agotaron las 1.000 localidades que el público podía comprar con antelación, a las que se sumaron las aproximadamente 300 que retiraron los abonados.

«Creo que el pabellón se va a llenar, sobre todo por la rapidez con la que se han agotado las entradas de venta anticipada», afirma a este diario la presidenta de la Federación de Peñas del club de la ciudad portuaria, María Ángeles Boluda, que, al igual que el resto de los aficionados más fieles, aguarda el duelo frente a los alicantinos «con nerviosismo y mucha ilusión».

Su pasión hacia el equipo que dirige Juan Carlos Guillamón es la misma que comparte con todos los integrantes de la peña Infierno Cartagenero, de la que es vicepresidenta. Al igual que cada uno de los anteriores partidos del campeonato liguero, estarán ubicados en la esquina cercana al escenario, desde donde sus gargantas volverán a ponerse al servicio de los jugadores.

El aliento de los peñistas debe convertirse en el mejor aliado para el Plásticos Romero, que tiene el retorno a la máxima categoría a tiro de piedra. Por este motivo, las diferentes agrupaciones aprovechan la cuenta atrás hacia el encuentro para dotar del mejor ambiente posible al pabellón desde los minutos previos al intenso pulso contra el Hércules.

'Papelillos' cortados, globos de los colores representativos del equipo (azul, naranja y blanco) y pancartas en las que se podrán leer multitud de mensajes de apoyo... Los seguidores siguen ultimando detalles para que el próximo sábado no falte ningún ingrediente en el pastel del éxito cartagenerista.

La Primera División, categoría que le ha sido esquiva a la entidad de la ciudad portuaria desde el descenso sufrido en 2012, está más cerca que nunca y la hinchada no piensa en otra cosa que no sea conseguir el objetivo en casa para poder saborearlo a lo grande. «Han sido cuatro años muy duros, pero al mismo tiempo han sido bonitos porque hemos aprendido a ser una mejor afición», reconoce la presidenta de la Federación de Peñas, que añade: «Pasamos de ver en el pabellón a 1.500 personas, cuando estábamos en Primera, a cerca de 400 tras el descenso. Además, el primer año en Segunda fue realmente complejo porque salvamos la categoría al final. También hemos jugado un play off en esta categoría, que fue una muy buena experiencia, pero lo que estamos viviendo ahora no tiene palabras. Lo estamos disfrutando de una forma muy especial y hay mucha gente que se está animando a volver».

A lo que no está dispuesto es a lanzar las campanas al vuelo antes de tiempo. «Hemos querido ser prudentes y no hemos pensado qué haríamos si se logra el ascenso. Si finalmente el equipo lo consigue, lloraremos, saltaremos y lo celebraremos a lo grande», apunta.