Nueva Condomina ya no es un fortín. Desde que el 28 de febrero el Cádiz quitase el candado al estadio grana, el Real Murcia no ha vuelto a ser capaz de reencontrarse con su afición. Hace quince días era el Sevilla Atlético el que se llevó los tres puntos del recinto murcianista, y el viernes, en el partido correspondiente a la jornada 31, el Mérida no solo regresaba a casa con un punto sino que además se subió al autobús con la sensación de haber dejado vivo a un líder que decidió no comparecer sobre un césped que parecía una auténtica alfombra. Ahora, para añadir más emoción al sprint final de la liga, los granas se han quedado con solo dos puntos de ventaja sobre el UCAM, el próximo visitante al estadio, que ayer ganó al Villanovense. Solo dos puntos de renta tienen los de Aira, que esta mañana también estarán pendientes de lo que ocurra en el San Roque-Sevilla Atlético y Betis B-Cádiz, sobre los universitarios (64 por 62) a dos semanas del duelo entre ambos.

A los malos resultados en casa sumados ante dos 'gallitos' de la categoría, el Real Murcia unía un mal día de juego que hacen saltar las alarmas entre los más agoreros. Y es que, en pleno Viernes Santo, los de Aira ofrecieron su peor cara. Superados de principio a fin por un Mérida que supo maniatar el centro del campo murcianista, a los granas solo les quedó recurrir a un juego directo que apenas dio resultado. Después de diez primeros minutos esperanzadores, en los que Javi López, de nuevo en el once, intentaba sin éxito ganarse un titular positivo, los locales dejaron de existir. La lesión de Hostench, sustituido por Pumar en el minuto 10, cambió un panorama que de repente y sin motivo aparente pasaba de blanco a negro.

Sin miedo a tocar el balón, una idea que al Real Murcia cada vez le cuesta más, el Mérida fue ganando terreno tanto en el césped como en la grada, donde los pitos de los aficionados intentaban sacar de la torrija que llevaban encima a los suyos.

Con Chino destrozando el lado creativo de los murcianistas -si en algún momento existió- y Matas y Borja García disfrutando del buen estado del césped de Nueva Condomina, el Mérida se lanzó hacia arriba, demostrando que no llegaba a Murcia para arrodillarse ante el líder. Aitor era una bala a la que Álvaro Marín, titular en la derecha, era incapaz de frenar. Tras un primer aviso que quedó anulado por fuera de juego, los visitantes daban la campanada en el minuto 21. Aitor se marcaba una jugada personal en la que no encontró la oposición de ninguna pierna local para soltar un zapatazo que se coló por el poste derecho de la meta defendida por Fernando.

El Real Murcia no solo no despertó sino que siguió dejando hacer a los de Antonio Gómez. Chavero bastante tenía con no resbalarse (los tacos de sus botas se convirtieron en su principal enemigo), Germán no andaba fino y Fran Moreno encontraba demasiados obstáculos en su camino. Así, los centros de Javi López eran los únicos recursos de un Murcia que durante muchos minutos desesperó a una afición que castigaba con pitos los fallos de los suyos. La gota que colmó el vaso fue un error de Sergi Guilló que volvía a dejar en ventaja a un Mérida que no aprovechaba los regalos murcianistas.

El paso por vestuarios no despejó la cabeza de los granas. Las piernas iban por un lado y la mente por otro, y así era imposible dar dos pases seguidos. El área, donde Carlos Álvarez ni olía el balón, parecía a demasiados kilómetros del universo murcianista.

José Manuel Aira, visto lo visto, optó por un ataque suicida, todo para salvar algo positivo de una tarde demasiado fea. Con todo perdido, el técnico grana decidió desnudar la defensa -se marcharon Álvaro Marín y Satrústegui- para vestir un centro del campo tan desdibujado que ni ellos mismos parecían conocerse. La entrada de Sergio García y de Rafa de Vicente dio algo de cuerpo y espesura a los granas, sin embargo la chispa fue demasiado pequeña para encender la mecha. Tan pequeña que lo único que logró salvar el Real Murcia fue un punto. Y todo gracias a un gol en propia puerta de un Morgado que no pudo resistirse a empujar el centro envenenado de Sergio García (minuto 74) y a una parada fantástica de un Fernando que ésta vez sí se convirtió en el ángel de la guarda del líder.